
En el siglo xviii, el científico y político estadounidense Benjamin Franklin, trataba de averiguar cómo lidiar con un legislador rival que intentaba criticarlo en todo. Esperaba que su relación con él mejorara, pero no quería usar una forma indigna como un regalo o un halago. Tras pensarlo mucho, cortésmente le preguntó si podía prestarle un libro valioso que él poseía. Al devolverlo, lo envió con una nota, expresando su agradecimiento. Cuando se volvieron a encontrar en la Asamblea Legislativa, habló primero con Franklin y manifestó su disposición de apoyarlo.
Al mencionar esto en su biografía, Franklin escribió: “El que una vez te ha hecho un favor estará más dispuesto a hacerte otro”. Este es el origen del Efecto Benjamin Franklin, que establece que quien favorece a alguien que pidió ayuda, se siente amigable con él.
El resultado de un experimento realizado por el profesor Ed O’Brien, psicólogo de la Universidad de Chicago, y su equipo, también muestra que quien ayuda se siente más feliz que el que recibe ayuda. Pedir ayuda con cortesía siempre que no sea una carga para la otra persona, es una actitud sabia para mejorar su relación con ella.