El arrepentimiento de un preso condenado a muerte

Shava Macdonald, desde Harare, Zimbabue

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Llegué a comprender profundamente lo brutal que es el pecado que cometí en el cielo y qué grande es el amor de Dios Elohim.

Como nuestra Sion de Bulawayo está ubicada cerca de la Universidad Nacional de Ciencias y Tecnología, se nos ha concedido la gracia de conocer diferentes tipos de personas de diversos estilos de vida. Un día, conocí a un anciano mientras estaba esperando la cita de estudio con los miembros nuevos. Este hombre comenzó a caminar hacia donde yo estaba sentado, llevando una bolsa de plástico llena de libros y ropa vieja. Cuando llegó, me saludó, y después de eso, comenzó a narrar la historia de su vida:

“Muchacho, lo siento si te molesto, pero realmente necesito tu ayuda. Fui liberado de la prisión la semana pasada en la amnistía general. Fui condenado en 1985 por el terrible delito de matar a mi esposa y a mi tío. Después del homicidio fui llevado a la corte y me dieron sentencia de muerte. En ese momento, vi el fin del mundo. Primero, pensé que estaba soñando, pero luego comprendí que era real, que encontraría el final de mi vida.

En este país, si eres sentenciado a muerte, te pones un uniforme con la etiqueta de homicida y se escribe en un registro. A los prisioneros condenados (homicidas) no se les permite pasar ningún momento con sus familiares y deben estar aislados de la sociedad. Nunca pueden ser devueltos a la sociedad. Ya que mi familia me temía después del incidente, el día que fui sentenciado a muerte, hasta ellos se sintieron aliviados. Muchos de ellos decían que no merecía ser perdonado y que merecía morir.

Esa misma noche, fui llevado a la prisión central en donde el condenado permanece hasta el día de la ejecución. Cuando llegué allí, había muchas personas que estaban esperando la muerte, como yo. Se me dio el uniforme de la prisión y una gran letra “V” en mi brazo, igual que los demás, como una señal para aquellos que morirán pronto. Para hacernos sentir aliviados de la tensión de nuestra pena de muerte, comenzamos a conversar sobre nuestra vida fuera de la prisión y jugar juegos. Sin embargo, cada vez que un preso es ahorcado, suena una alarma y hay silencio. El día que suena la alarma, sabes que hay alguien que va a morir ese día, pero nunca sabes si serás tú o no. En esos momentos nos invadía la impresión y el temor, pero luego lo olvidábamos, sabiendo que en algún momento también moriríamos.

Luego un día, terminé contrayendo tuberculosis debido a la vida colectiva. Estaba exento de la sentencia de muerte en la cárcel, porque los enfermos morirán por sí mismos. Viví allí este tiempo, y como la amnistía llegó, fui liberado de la prisión. Sin embargo, nadie quiere que regrese a casa.

Ahora me arrepiento del pecado que cometí. Pensé en ahorcarme yo mismo ya que sigo sin perdón en la sociedad e incluso mis familiares me rechazan. Cada vez que les cuento a las personas esta historia, nadie se compadece y algunos me dicen directamente que soy malvado. Ahora tengo una vida de arrepentimiento y nunca estaré en paz por mi pecado.”

Mientras lo escuchaba, entendí mucho. Si el pecado imperdonable en este mundo es tan grave que uno tiene que llevar esa vida de dolor y angustia hasta su muerte, ¡cuánto más grave fue mi pecado en el cielo! Así como el anciano fue sentenciado a muerte por su grave delito, yo fui destinado a morir, porque la paga del pecado muy grave que cometí en el cielo es la muerte. Imaginé la gran cantidad de ángeles celestiales reportando al Padre y a la Madre cada pecado que cometí. Así como el anciano fue enviado a prisión, yo fui arrojado a esta tierra, que es la prisión de nuestras almas, y tengo que esperar la muerte aquí. Realmente llegué a entender que esta tierra es una prisión espiritual.

Muchas personas en esta tierra se consuelan a sí mismas con las cosas físicas como autoridad, materiales y entrenamiento, igual que los presos de su historia encontraron algo que hacer solo para olvidar el temor de la muerte que se les acercaba en cada momento. La parte más desgarradora es que los miembros de la familia celestial en el cielo habrían sufrido dolor y tristeza por mí, que cometí pecados. Me arrepentí profundamente de haber hecho que el Padre y la Madre celestiales y los hermanos y las hermanas sufrieran y se afligieran por mi pecado.

Así como el anciano de la historia fue rechazado por la sociedad, yo fui un pecador rechazado de la sociedad celestial. Debido a mi pecado, no merecía nada. Sin embargo, para mostrar el nivel de mi pecado y redimirme, el Padre celestial descendió a esta tierra y sufrió en la cruz. La Madre celestial también vino a la tierra para salvar a este pecador. Cuando pienso en cuánto sufre y se sacrifica la Madre celestial por este pecador, me siento destrozado. Estoy agradecido con Dios por perdonar y amar a este hijo que se rebeló contra Él con obstinación y desobediencia.

Doy gracias al Padre y a la Madre por permitirme ver mi situación espiritual a través del anciano que era un preso condenado a muerte. Por favor ayúdennos a todos a eliminar nuestra naturaleza pecadora y a convertirnos en hijos hermosos, con quienes estén complacidos, a través del completo arrepentimiento y la unidad. Doy gracias eternas a Dios por su gran amor y sacrificio para este pecador.