
Un mismo escrito puede transmitir diferentes sentimientos a diferentes personas. Una palabra pasada por alto por alguien puede ser la clave para un precioso entendimiento para otro.
A veces, las situaciones pueden cambiar. El artículo que antes no le inspiraba, puede conmoverlo mucho; o la oración que antes conmovía su corazón, ahora podría parecerle un cliché.
Lo mismo sucede con los escritos. Lo que cambia es la mentalidad del lector.
El maná que los israelitas comieron en el desierto tenía un sabor parecido a las hojuelas con miel cuando Dios lo hizo llover del cielo por primera vez o después de un largo tiempo. Sin embargo, los corazones de los israelitas llenos de quejas, que estaban cansados de la vida en el desierto, cambiaron el sabor a miel a un pan tan liviano (Nm. 21:5).
Las palabras de Dios, que eran sorprendentes cada vez que las escudriñaban y escuchaban, ¿ahora suenan solo como una amonestación? Si es así, esta es una señal de que su corazón es diferente de como era al principio.
Depende totalmente de usted si considera la palabra de Dios como un escrito al que no es necesario prestar atención, o como un nutriente para mantener saludable su alma.