Nuestra Sion tiene un árbol llamado “árbol feliz”. Cada vez que miramos ese árbol con frondosas hojas verdes y florecillas en forma de campanita, aunque no muchas, nos sentimos felices así como su nombre.
Pero cuando el verano estaba por comenzar, el árbol feliz, que casi tocaba el techo, comenzó a mostrar síntomas extraños. Sus hojas comenzaron a endurecerse como si se estuvieran marchitando, y ya no se veían tan frescas como antes.
Al principio, pensamos que necesitaba más agua y le dimos más. Sin embargo, aún se veía igual. Con la preocupación de que demasiada agua podría matar la raíz, dejamos de regarlo. Afortunadamente, había una hermana que conocía mucho sobre plantas, así que le pedimos un consejo. Ella sugirió que lo podáramos.
Después de podarlo, el árbol feliz se veía impactante. Quedó de la mitad de su altura y se veía delgado, ya que casi todas sus ramas habían desaparecido, y las puntas de las ramas donde crecían las flores también las cortaron. No era que dudara de la hermana, pero el árbol se veía tan débil que parecía que las flores no brotarían de nuevo.
Después de un tiempo, pasé por casualidad junto al árbol feliz y me llevé una gran sorpresa. Ni siquiera sé cuándo salieron esas hojas, pero había hojas tres veces más grandes que las que tenía antes. ¿Cómo podría el árbol moribundo revivir así? Al ver el árbol feliz creciendo más sano y hermoso que antes, pude sentir el poder de la poda.
Fue tan increíble que investigué sobre la poda y aprendí que es un proceso necesario para que las plantas crezcan; cortar las ramas innecesarias ayuda a que los árboles crezcan mejor y de manera más uniforme. También aprendí que los aficionados podan sus plantas regularmente. Lo más sorprendente es que los árboles también se podan solos; se deshacen de las ramas innecesarias para recibir la luz solar y la nutrición de manera uniforme. Me sorprendió que los árboles soportaran el dolor de cortar sus propias ramas para renacer como árboles más fuertes y hermosos.
En la Biblia, el pueblo de Dios es comparado con los árboles (Mt 7:16-19). Como han pasado los años de mi vida de la fe, mis ramas también han florecido. Estoy segura de que tengo buenas ramas, pero también debe de haber muchas ramas inservibles que bloquean la luz del sol y evitan que el aire sople a través de las ramas.
Cortaré todas las ramas que me impidan crecer en la fe, como la arrogancia, la codicia, el odio y los celos; porque definitivamente es necesario para obtener ramas saludables, hojas abundantes, flores hermosas y frutos saludables, aunque sea doloroso.
Quisiera convertirme en un árbol en el que solo crezcan buenas ramas como el amor, la unidad, la mansedumbre y la humildad, recibiendo de Dios abundante luz de la verdad y el alimento de la palabra. Espero convertirme en una hija hermosa y saludable que haga felices al Padre y a la Madre celestiales.