Aprendiendo el duro trabajo de los agricultores y compartiendo el gozo de cosechar

Daejeon, Corea

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#1 Jo Seong-chan, desde Daejeon, Corea

En octubre, cuando el otoño estaba en su máximo esplendor, los jóvenes de Daejeon elaboraron un plan para ayudar a algunos agricultores que pasaban un tiempo difícil por falta de mano de obra. Venciendo la tentación del sueño de la mañana del día libre que sabe a miel, más de 150 jóvenes se apresuraron a ir a una huerta de batatas y a una huerta de ginseng en Jinan, provincia de Jeolla del Norte, y a una huerta de cúrcuma en Gyeryong, provincia de Chungcheong del Sur. Entre ellos, yo fui a la huerta de batatas para ayudar.

“Empujen la tierra con un rastrillo, levántenla unas dos veces, y saquen cuidadosamente las batatas con una azada. Junten todos los tallos en un rincón del surco. Por favor, tengan cuidado con las batatas para que no tengan ningún rasguño”.

Empezamos a trabajar después de escuchar las instrucciones del agricultor. No parecía muy difícil, sin embargo, no fue tan fácil como había pensado. No tenía ni idea de cuán profundo debía hurgar en la tierra con el rastrillo, y me comenzó a doler la espalda no mucho después de que comenzara a desenterrar las batatas, ya que estuve en cuclillas todo el tiempo. La huerta de batatas no se veía muy grande, pero era una tarea interminable puesto que había muchas batatas juntas una al lado de la otra en el campo. Me sentía terrible cada vez que clavaba una batata y la rasguñaba, aunque tenía todo el cuidado posible. Sin embargo, el anciano agricultor y su esposa se veían muy felices.

Pronto llegó la hora del almuerzo, y la esposa del agricultor anciano preparó guiso de kimchi en un brasero de hierro. Llevamos nuestro propio almuerzo para que no tuviera que preparárnoslo, pero aun así lo hizo y dijo: “¿Cómo no podría cocinar para estos jóvenes que son como mis nietos cuando han venido a ayudar?”, y sirvió a cada uno un plato de deliciosa sopa. La comida que almorzamos después de trabajar duro sabía mejor. La esposa del agricultor, que nos observaba comiendo desde lejos, dijo con una sonrisa: “¡Es como una fiesta! ¡Una fiesta!”.

Habría sido un feriado ordinario si hubiéramos descansado en casa, pero para nosotros también fue una fiesta, porque ayudamos a nuestro prójimo, derramando sudor, y fortalecimos nuestro amor fraternal con los hermanos de Sion.

#2 Lee Jin-ah, desde Daejeon, Corea

La cúrcuma es una planta de la familia del jengibre. Se usa como medicina o se deshidrata para usarla en el té. Llegué a conocer su existencia a través del servicio voluntario, y me di cuenta de que realmente se parece al jengibre, dado que es de esa familia.

Como la cúrcuma es un tubérculo, debe ser extraída desde las raíces cuando se cosecha. Sin embargo, la pareja de agricultores ancianos ya había sacado y también cortado todos los tallos para que nos resultara más fácil el trabajo. Gracias a ellos, solo tuvimos que sacudir la tierra y ponerlas en sacos. Aunque eso también era difícil.

El campo de más de cuatro acres estaba lleno de cúrcuma. Con guantes puestos, sacudíamos la tierra, poníamos la cúrcuma en sacos y los atábamos una vez que estaban llenos; esto se repitió todo el día. Nos ardía la garganta debido al polvo en el viento, y nos dolían las piernas por sentarnos y levantarnos reiteradamente. Pero revisábamos cada rincón de la tierra para no dejar ninguna cúrcuma y recogerlas diligentemente.

Al atardecer, nos pusimos de pie y volvimos a mirar el campo por el que habíamos cruzado. Cientos de sacos blancos de cúrcuma se veían grandes, reflejando la luz del sol. Me sentí abrumada al pensar que era el fruto del duro trabajo de un año de la pareja de agricultores ancianos.

Cuando nos preparábamos para partir, la pareja de ancianos agricultores expresó su gratitud a cada uno de nosotros. Nosotros estábamos más agradecidos porque nos permitieron sentir el gozo de la cosecha otoñal así como el corazón de Dios que trae buenos frutos del evangelio al granero celestial como el Agricultor espiritual.