El amor de los padres que se regocijan cuando su hijo regresa

John Pariyar, desde Katmandú, Nepal

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Para los padres, aquellos hermosos y preciosos como las flores son sus hijos. Nada en este mundo puede compararse con el amor dedicado de los padres; incluso pueden dar la vida por sus hijos, la fuente de su alegría. La razón por la que es difícil entender el amor de los padres, es que es como una perla preciosa escondida en lo profundo del mar.

Cuando era pequeño, mi padre me llevaba a dondequiera que él iba. Cada vez que veía a los niños jugando fuera, en el camino de regreso a casa del trabajo de mi padre, quería jugar con ellos, pero él no quería. Así que a veces me metía en problemas cuando salía a jugar sin decírselo. Sin embargo, si había un juguete o algo que quisiera, mi papá lo compraba para mí costara lo que costara.

Mi padre me enseñó estrictamente a fin de que no desperdiciara mi tiempo. Para seguir sus enseñanzas, tenía que reservar un tiempo para pasar el rato con mis amigos o para hacer lo que quería.

Mientras crecía, atravesé cambios emocionales, y mi forma de pensar también cambió. Me sentía frustrado porque no podía ir donde quería ir ni podía hacer lo que quería hacer, guardando las palabras de mi padre. Mis quejas hacia él siguieron acumulándose, y mi casa me parecía una prisión.

Acabé decidiendo irme de casa. Un día, mientras mi madre trabajaba en el campo, coloqué un poco de ropa en una maleta y salí de casa silenciosamente. En aquel entonces, el transporte público no era bueno, así que tuve que caminar. Simplemente seguí caminando y caminando por el camino delante de mí, sin saber a dónde iba ni lo que me iba a suceder.

Poco después de salir de casa, enfrenté muchos problemas. Aunque tenía hambre, no podía comer porque no tenía dinero. Cuando llegué a un punto en el que ya no podía soportar el hambre, tomé las hojas de los árboles y las comí. Cuando cayó la noche, dormí en la calle, y caminé todo el día bajo el sol. A veces, incluso caía al suelo ya que me dolían mucho las piernas. Era aterrador cuando tenía que caminar a través del bosque o cruzar el río, y a veces me mojaba en la lluvia. Era tan doloroso que realmente pensaba en volver a casa, pero parecía imposible porque ya estaba muy lejos de ella. Aunque pudiera regresar, temía a mi padre, quien debía de estar muy molesto.

Me instalé en una región que estaba a miles de kilómetros de mi casa y conseguí un empleo allí. Trabajaba hasta la medianoche, y comenzaba a trabajar de nuevo muy temprano la mañana siguiente. Como esto se repetía, me debilité y me cansé. Era doloroso incluso cuando me acostaba en la noche después de terminar ese agotador trabajo; no podía dormir bien porque tenía erupciones por el calor en mi cuerpo, los mosquitos me picaban toda la noche y había filtraciones cuando llovía. Mis manos estaban lastimadas debido a las lesiones que me hacía en el trabajo. Llegué a un punto en el que me resultó difícil seguir trabajando, pero tenía que hacerlo para ganarme la vida. Allí nadie me entendía ni tenía piedad de mí.

En medio de continuos sufrimientos, recordé a mis padres y derramé lágrimas: cuando estaba enfermo, mi madre me cargaba en su espalda y me llevaba al hospital, y cada vez que tenía una pesadilla, me consolaba sosteniéndome en sus brazos; mi padre me tomaba de la mano con fuerza cada vez que me llevaba a trabajar para que no me perdiera, y me compraba deliciosas comidas y todo lo que necesitaba, siempre y cuando obedeciera su palabra. Ahora que había pasado mucho tiempo desde que salí de casa, el arrepentimiento invadió mi corazón.

Extrañaba tanto a mi familia que los llamé. El teléfono sonó y mi hermana mayor contestó. Comenzó a llorar y me dijo que todos habían estado preocupados por mí desde que salí de casa, y que nuestros padres habían estado buscándome por todas partes para encontrarme. Solo después de descubrir que mis padres estaban sufriendo, lamenté haberlos dejado para tener una libertad temporal. Lloré amargamente. Entonces decidí regresar a casa.

El día que volví a casa, sentí una alegría que nunca antes había experimentado. Mis padres me dieron la bienvenida. ¿Quién no sería feliz si encontrara a su hijo perdido después de mucho tiempo? La alegría de encontrarme con mi familia de nuevo era indescriptible. Desde ese día, he tenido una vida feliz, riéndome al lado de mi familia todos los días.

El tiempo pasó, y recibí la verdad de Dios en un momento precioso de mi vida. A través de la Biblia, aprendí que el sistema familiar terrenal es una figura y sombra del celestial. También aprendí que tenemos Padre y Madre espirituales así como tenemos padres físicos. Pude comprender con más profundidad el amor de los Padres celestiales a través del amor de mis padres físicos.

Fui un hijo necio que no comprendía que la disciplina de mi padre era para mi futuro; herí mucho a mis padres al irme de casa. También soy un pecador que olvidó el amor de los Padres espirituales en el cielo y traspasó sus corazones. No obstante, ellos no escatiman esfuerzos ni sacrificios para purificarme con el agua de la vida y hacerme un ser perfecto aunque tengo muchos pecados. Realmente doy gracias al Padre y a la Madre por su gracia.

Me sentí muy feliz cuando volví a casa y me encontré de nuevo con mi familia. Ahora me siento aún más feliz porque he encontrado a los miembros de la familia espiritual a quienes perdí hace miles de años. Obedeceré plenamente la palabra de Dios para no preocupar a nuestro Dios Elohim. Anhelo el día en que regresemos a nuestro hogar celestial con la Madre y nos encontremos con el Padre con alegría después de encontrar a todos nuestros hermanos y hermanas perdidos.