Un rey visitó un pueblo que era famoso por sus pobladores hostiles. Antes de irse, les hizo una petición:
“Mi hijo menor se quedará aquí por un tiempo. Por favor, sean amables con él.”
Pero el rey no le dijo a nadie quién era el príncipe o en dónde estaba.
Los pobladores comenzaron a saludar a los niños con sonrisas pensando que cualquier niño podría ser el príncipe. Mientras hacían eso, empezaron a saludarse con palabras y miradas gentiles, incluso entre los adultos.
Unos meses después, el rey visitó el pueblo nuevamente. Los pobladores que aún no sabían quién era el príncipe, preguntaron:
“Oh rey, ¿vino hasta aquí para llevar de regreso al príncipe? ¿Quién es?”
Entonces el rey respondió con una sonrisa:
“Su nombre es amor. Ha crecido tan bien que hizo del pueblo un lugar hermoso. Creo que no necesito llevármelo.”