Lágrimas de una hija pródiga

Hui Jeong Im, desde Namyangju, Corea

12,941 visualizaciones

Antes de ingresar a la secundaria, fui guiada a la Iglesia de Dios por mi prima, y empecé a asistir a la iglesia. Mis padres se opusieron a que asistiera, pero a mí me gustaba mucho Sion porque había una hermosa unidad entre los hermanos y hermanas por medio de la palabra de Dios.

Sin embargo, cambié de parecer cuando ingresé a la universidad y mis padres estuvieron de acuerdo con mi fe. Así como los santos de la iglesia primitiva confiaban completamente en Dios y guardaban su fe firme durante los momentos difíciles, pero se hicieron negligentes en la verdad durante los tiempos llenos de paz, mi mente, que una vez se dirigía a Sion, gradualmente empezó a irse al mundo y me volví ociosa en mi vida de la fe.

Después de empezar a trabajar, viajaba aquí y allá y hacía todo lo que quería hacer. Creía que esto era la libertad y la felicidad verdadera. Ya que solo tenía esta vida, olvidé completamente la esperanza en el cielo y también a Dios.

Después de casarme y convertirme en madre de dos niños, me enfrenté con una terrible experiencia. El año en que se desató en todo el mundo el virus de la gripe H1N1, fueron hospitalizados mis hijos, que se enfermaban frecuentemente, y mi hija menor perdió la conciencia por una fiebre alta. Solo en ese momento pensé en Dios.

“Oh Dios, por favor proteja la vida de esta pequeña niña que usted ha creado; por favor no permita que se apague la luz de su vida.”

Afortunadamente, mi hija recuperó la salud, y desde ese momento a veces pensaba en Dios.

Entonces un día, mi esposo dijo algo inesperado, camino a nuestro trabajo.

“Parece que alguien existe afuera y controla todo en nuestra vida.”

No podía negar que ese “alguien” es Dios. En efecto, cuando estaba lejos de Dios, solía soñar la misma cosa: estaba en un culto y me sentaba silenciosamente en la fila posterior en Sion. Incluso en el sueño, me decía: “¿Por qué estoy aquí?” Después de decir esto, despertaba de mi sueño. De esa manera, Dios me llamaba constantemente.

La primavera pasada, cuando conversaba por teléfono con mi cuñada, que vivía la vida de la fe en Sion, comprendí completamente con cuánta ansiedad me esperaba la Madre.

“Ahora que te has convertido en madre, probablemente comprendas un poco más el corazón de la Madre, ¿verdad? ¡Qué triste debe de sentirse la Madre por sus hijos perdidos!”

En el momento en que la escuché decir eso, me dolió mucho el corazón. Tomando con fuerza el teléfono, lloré interminablemente. “¡Qué necia fui de alejarme de la Madre!”

Le conté a mi esposo lo que había sucedido y también le dije que quería asistir nuevamente a Sion. Gracias a Dios, él también estuvo dispuesto a acompañarme. Estuve acurrucada en los brazos de la Madre junto con mi amada familia. Los brazos de la Madre eran cálidos como siempre.

Estaba agradecida a Dios por llamar a esta hija pródiga, y también me sentía muy avergonzada por mi pasado cuando me alejé de Dios, por eso no podía liberarme del pensamiento: “¿Realmente puedo recibir el perdón de mis pecados?” En ese tiempo, escuché que la Madre visitaría una Sion cercana. Ya que era una pecadora que ni siquiera podía atreverse a estar delante de Dios, decidí escribir una carta a la Madre y empecé a redactar una por una todas mis maldades pasadas. Escribiendo la carta, no podía dejar de llorar.

“¡Si pudiera ver a la Madre al menos una vez!”

Este era el llanto de mi alma desde lo profundo de mi corazón.

Cobré valor y fui a encontrarme con la Madre. La vi después de trece años. Ya que me sentía culpable por su aspecto desgastado, no podía ni levantar la cabeza.

“Madre, lo siento mucho. Por favor perdone a esta pecadora por herirla tanto.”

Ahora me arrepiento de mis pecados con lágrimas. Sin olvidar la gracia de la Madre que ha llamado nuevamente a esta hija pecadora, que se rebeló contra la Madre y la abandonó, dedicaré mi vida a mostrar la gloria de Dios Elohim.