El servicio voluntario, un tiempo especial

Hong Sun-tae, desde Gangneung, Corea

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Un domingo de diciembre del año pasado, cerca de doscientos miembros estudiantes, jóvenes, señores y señoras de las Siones de Donghae, Samcheok y Gangneung, se reunieron en un pueblo montañoso del puerto Mukho en Donghae-si, Gangwon-do, Corea. Nos reunimos para entregar dos mil briquetas de carbón a cuatro ancianos que vivían solos: quinientas briquetas de carbón a cada uno.

Este pueblo tiene escaleras estrechas y empinadas difíciles de subir y bajar hasta para los jóvenes. ¡Cuánto más difícil debe de ser para los ancianos! Cuando comienza a hacer frío, se les hace más difícil resistir el invierno debido a que el suministro de briquetas de carbón —esencial para pasar el invierno— no está exento de problemas.

Ninguna compañía quiere entregar briquetas de carbón a esta aldea aunque les ofrezcan el doble del pago, ya que es difícil y hasta peligroso entregarlas, por tener que subir y bajar las escaleras empinadas. Cuando los funcionarios de la oficina distrital nos dijeron que incluso los soldados y los grupos voluntarios dudaban en ayudar a esta aldea, tomamos una firme decisión antes de empezar nuestro servicio.

Unos doscientos miembros se alinearon desde la carretera hasta la colina y las escaleras empinadas, separándose a distancia de un antebrazo. Los señores estaban de pie en las escaleras empinadas y las señoras y los estudiantes en la pendiente suave. Todos los voluntarios pasaban cuidadosamente las briquetas de carbón de persona a persona como si fueran tesoros preciosos. Los más de doscientos voluntarios no eran suficientes para formar una fila que llegara hasta las casas de los ancianos, así que juntamos las briquetas de carbón en la mitad del camino, nos volvimos a alinear y otra vez comenzamos a entregarlas desde allí.

Como estábamos repitiendo el mismo movimiento, nuestros brazos y nuestras piernas comenzaron a lastimarse. El sudor caía por nuestro rostro a pesar del clima frío. Sin embargo, nadie dejó de sonreír en ningún momento.

Los aldeanos salían y nos animaban. En la parte inferior de la colina, muchos turistas se detenían a un lado del camino y nos miraban con admiración, tomando fotografías o filmando. Incluso ante mis ojos, los miembros que trabajaban con sudor y con el rostro cubierto del polvo negro de las briquetas de carbón, se veían más hermosos que el mar azul del puerto Mukho.

Después de unas tres horas entregamos todas las briquetas de carbón que habíamos llevado. Cuando los ancianos vieron las pilas de briquetas de carbón, rompieron en llanto, y uno de ellos dijo:

“Solo me quedaban veinte briquetas de carbón en casa. Iba a morir si se me acababan. Me sentí aliviado al ver que me las entregaban. Ahora tengo ganas de seguir viviendo. Muchas gracias.”

Pensando en lo preocupado que debe de haber estado cada vez que se consumía una briqueta de carbón, se me hacía un nudo en la garganta. También sentí el poder del servicio voluntario; las pocas horas que pude haber desperdiciado haciendo otras cosas, proporcionaron a alguien esperanza y deseos de seguir viviendo. He perdido algunas oportunidades de participar en las actividades de servicio voluntario porque no pude darme tiempo, pero me gustaría participar en más servicios voluntarios de ahora en adelante.

A veces pasaba el tiempo haciendo cosas sin valor ni sentido. Comparado con el tiempo que no me dejó nada al final, terminé bien el año 2014 haciendo una actividad de servicio voluntario significativa. Este año nuevo también lo llenaré de cosas que agraden a Dios y llevaré esperanza a las personas del mundo.