En mi centro laboral, trabajo con niños, por lo que me interesan mucho. Un día, vi a una niña que siempre se soltaba el cabello. Yo quería que se viera hermosa, así que se lo recogí. Al terminar la clase, su madre vino y me agradeció reiteradamente. Pensé que no era gran cosa porque acostumbraba recoger el cabello de las niñas, pero al ver a su madre encantada con mi ayuda, sentí que había recibido un regalo sorpresa. Recordé un versículo de la Biblia que había leído antes.
“Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” Mr 9:41
Está escrito que cualquiera que diere un vaso de agua a los que son de Dios, de cierto no perderá su recompensa. Entonces, de ahora en adelante, amaré más a los hermanos y seré amable como nunca antes con cualquiera que me encuentre. Es mi deber hacerlo, por supuesto, pero si en el cielo me recompensan por las buenas obras, estaré muy feliz, como si recibiera un regalo sorpresa.