Un discípulo preguntó a su maestro:
—Usted dijo que la difamación lastima a tres personas.
—Sí. Convierte en víctimas al difamador, al oyente y al que es difamado.
—Entonces, ¿qué debo hacer para no ser difamado por los demás?
Satisfecho con el discípulo que haría lo que había aprendido, el maestro respondió con una sonrisa:
—Piense en tres cosas antes de hablar de los demás: Primero, “¿lo oí y lo vi yo mismo?”. Segundo, “¿lo que estoy tratando de decir es algo bueno?”. Tercero, “¿es necesario para mí?”.
Para no olvidar la enseñanza de su maestro, el discípulo se repitió a sí mismo lo que su maestro le dijo. Viéndolo, el maestro puso un rostro amable y dijo otra vez:
—La manera más simple y sencilla es pensar que la persona de quien va a hablar está junto a usted.