
A Arthur Conan Doyle, escritor británico de ficción detectivesca, le gustaba bromear. Un día, envió un telegrama a sus amigos de forma anónima. Luego visitó la casa de cada uno de sus amigos. Las casas estaban todas vacías. Fue por el contenido del telegrama que envió apresuradamente.
“Todo se ha descubierto. ¡Huye deprisa!”