Un día, John Rockefeller, un hombre de negocios de clase mundial llamado el “Rey del Petróleo”, recibió la impactante noticia de que solo le quedaba un año de vida.
Cuando estaba sentado en el hospital y pensando en cómo viviría el resto de su vida con éxito, oyó un ruido de una esquina del hospital. Era una discusión entre un funcionario y una tutora. El funcionario explicaba a la mujer que nadie podía ser admitido sin pagar la tarifa de admisión, pero la madre insistía en que admitieran a su hijo, y que mientras tanto prepararía el dinero. Junto a ellos había un niño que parecía paciente, sentado y llorando. Inmediatamente, Rockefeller llamó a su secretaria para que pagara la tarifa de hospitalización del niño. Poco después, Rockefeller vio que el niño se recuperaba bien y sintió una gran felicidad al pensar que había hecho algo que valía la pena. Era una sensación gratificante que nunca antes había experimentado.
Desde entonces, Rockefeller estableció muchos orfanatos y bibliotecas, y ayudó a los débiles y pobres. Comenzó una vida de dar y compartir. Después, su enfermedad se curó milagrosamente. Finalmente, vivió hasta los 98 años, 43 años más de lo que se esperaba que viviera. Al término de su vida, dijo:
“No sabía que la vida podía ser tan feliz. Viví ocupado durante 55 años, pero los 43 años restantes de mi vida fueron muy dichosos.”