Encontrando al Dios verdadero

Neeru Patricia Berry, desde Bapi Chala, GJ, India

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Fui criada por mis abuelos que eran misioneros. Naturalmente mi vida estaba llena de fe en Dios. Jesucristo era el héroe de mi vida y pensaba que no podía hacer nada sin Él. Creí en que si oraba a Jesús, el Dios y el Salvador, pidiendo tanto las cosas más pequeñas como las más preocupantes, Él siempre me respondería.

Estudiaba duro en la escuela durante el día, y cuando regresaba a casa, ayudaba a mi abuela con las tareas domésticas. Y en la noche estudiaba duro. Por todo mi esfuerzo, Dios me ayudaba mucho a estar en primera fila en la escuela. Dios también me bendijo con muchos talentos tales como el canto, el deporte y la redacción, así que gané muchos premios. Después de graduarme de la escuela, me contrataban fácilmente sin importar a qué empresa me presentara. Después de esto, incluso hice algo significativo con los jóvenes que creían en Cristo: visitábamos al prójimo necesitado, les entregábamos las palabras de Dios y recaudábamos donaciones a través de programas culturales para ayudarlos.

Luego me casé y fui a Jaipur, la capital del estado de Rajastán. Allí trabajé en escuelas públicas de la India en diferentes lugares como maestra de inglés durante veintidós años. En cada clase, comenzaba con las palabras de Dios, desde Proverbios y valores morales. Trataba de alumbrar la gloria de Dios, lo cual hizo que recibiera un premio como la mejor maestra de parte del entonces ministro de Delhi Camp.

Un día, un pensamiento vino a mi mente.

—Dios siempre me bendice y escucha mis oraciones, pero le dedico muy poco tiempo.

Siempre recordaba las palabras de Mateo 28:19: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. Entonces decidí trabajar a tiempo completo para Dios y lo hice en serio. Estaba muy feliz de poder entregar el amor y el sacrificio de Cristo.

Sin embargo, con el paso del tiempo, me angustiaba al observar peleas, conflictos y rivalidad para alcanzar una posición más alta en la iglesia. Realmente me entristecía sentir el ambiente mundano y político de la iglesia.

Aunque trataba de ser consolada leyendo la Biblia y muchos libros, no podía obtener las respuestas que quería y nadie podía llenar mi alma sedienta de la verdad. Oraba a Dios con tristeza.

—¡Oh, Dios! El lugar para adorar a Dios no debe ser así. Por favor ayúdeme y guíeme a la iglesia que adora a Dios en verdad.

Dios respondió mi oración y envió a sus ángeles a nuestro hogar: cuando regresaba de la iglesia, mi hijo conversaba con dos hombres. Mi hijo me dijo sorprendido: “Mamá, nunca antes había escuchado esto. Las palabras de estas personas son muy sorprendentes”. Sin cambiarme de ropa, saludé a los invitados de inmediato y escuché su predicación. Ante sus palabras de la verdad, tales como los mandamientos de Dios, Sion y Dios Madre, me quedé sorprendida. Cuanto más escuchaba las palabras, más quería saber deprisa y con entusiasmo. Por otra parte, me sentí culpable y avergonzada cuando comprendí que nunca antes había guardado los mandamientos de Dios. Cuando escuché sobre la Madre celestial, quedé realmente sorprendida porque nunca nadie en la tierra me había predicado acerca de Ella.

Desde entonces, seguí estudiando las palabras de la Biblia y llegué a tener cada vez más interés y confianza en la verdad. Finalmente fui bautizada en unos quince días. Sion, el lugar de las fiestas solemnes de Dios, era el lugar que había estado buscando para adorar a Dios en verdad. El Padre y la Madre celestiales me salvaron y me guiaron a Sion, rompiendo la cadena del diablo.

Después de recibir la verdad, acompañé a otros miembros a predicar el evangelio. La gente nos recibía al principio pero después cerraban la puerta cuando estábamos a punto de comunicarles la palabra.

—Si vienen de nuevo para compartir la comida o para conversar, serán bienvenidos. Pero no me prediquen —nos decían.

Me sorprendí al verlos rechazar la verdad de la Biblia.

—No puedo dejar mi iglesia. Aquí me enterrarán, y mis hijos se casarán aquí.

Después, me enteré de que ellos no escuchaban nuestra predicación por temor a ser expulsados de su iglesia y perder su sustento. Trataba de convencerlos de que la vida eterna es más importante que un lugar donde sus cuerpos serían enterrados después de la muerte, pero no estaban dispuestos a escuchar. Al verlos rechazar la verdad sin importar lo fuerte que predicáramos, me sentía muy triste.

A veces la gente nos amenazaba mientras predicábamos la palabra, pero estábamos agradecidos porque al menos habían oído sobre el Padre y la Madre. Y me sentía más agradecida de encontrar a nuestros hermanos entre estas personas.

Hoy en día, mi hijo y mi hija mayor están trabajando como obreros del evangelio, y mi esposo y yo estamos cuidando de una Casa-Iglesia. Había estado orando a Dios para que mi casa se convirtiera en la morada de Dios. Él también respondió esta oración. En estos días, oro fervientemente para que mi segunda hija regrese a Sion rápidamente. Ahora estoy muy feliz de adorar y alabar al Dios verdadero, viviendo en la morada de Dios. Agradezco sinceramente al Padre y a la Madre por darme el perdón de pecados, la bendición de la vida eterna y la esperanza del cielo. De cierto, Dios Elohim, que escucha mi oración cuando pido sinceramente, es mi Dios. Deseo predicar el evangelio morando en Sion hasta que entremos en el reino de los cielos.