El verdadero propósito de Dios

Park Dong-min, desde Anyang, Corea

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“Min, ¿puedes venir a la casa y quedarte unos días?”

Mi mamá me pidió esto con una voz algo seria. Normalmente casi no dice nada que nos pueda preocupar a mi hermano mayor o a mí. Por eso, si nos dio una llamada imprevista como esa, significaba que algo grave estaba pasando. Efectivamente, me enteré de que la habían llevado a la sala de emergencias porque su disco lumbar había empeorado y tenía fuertes dolores, y parecía que tenía que quedarse en el hospital por algún tiempo debido a que no estaba mejorando. Así que pedí un permiso de emergencia y fui directo a la casa de mis padres.

Mi mamá estaba tendida en la cama del hospital, y su condición era peor de lo que había pensado. Como no podía sentarse ni pararse ni caminar, tenía que permanecer echada. No podía comer ni ir al baño sin que la ayudaran. Incluso el más mínimo movimiento le producía dolor. No podía dejar de suspirar al verla.

Cuidaba de mi mamá durante el día y dormía acurrucado en el catre del hospital. Cada vez que tenía oportunidad, iba a la casa de mis padres para limpiar, lavar la ropa y preparar la comida para mi papá. Estando allí una semana, pude sentir que mi mamá estaba apenada por mí.

Ya que mi mamá debía permanecer en el hospital más tiempo de lo esperado, mi hermano mayor y yo nos turnábamos para ir a visitarla. Ella insistía en quedarse sola, para que así no tuviéramos que volver, ¿pero quién podría querer dejar sola a una paciente con diabetes y enfermedad cardíaca? Ni siquiera podía ponerse de pie sola.

Como no mejoraba, intentó en varios hospitales. Al final, decidimos probar en un hospital reconocido del área metropolitana, donde el médico le recomendó someterse a una cirugía. Realmente ella quería evitar la cirugía, pero no tenía otra opción. La intervención demoró una hora más de lo que esperábamos, pero tuvo éxito.

Cuando la vi despertar gradualmente de la anestesia, me sentí aliviado por primera vez en meses. Sin embargo, una ruidosa llamada telefónica me quitó el alivio. Era de mi hermano mayor.

“Mi papá se rompió el tobillo mientras estaba trabajando en la construcción, y ahora está hospitalizado. No puede moverse. ¿Puedes ir a verlo, por favor? No le digas nada a mamá. Se va a preocupar.”

Con un yeso largo en la pierna, mi padre no podía cambiarse de ropa sin ayuda. Como se sentía muy mal para llamar a mi mamá y decirle lo que le había pasado, llamó a mi hermano mayor. Como mi hermano no podía ir a verlo inmediatamente, me pidió que fuera. Tenía un poco de tiempo libre porque era justo antes del fin de semana. Después de inventarle una excusa a mi mamá, regresé rápidamente a la casa y empaqué una bolsa.

“¿Por qué les pasa todo esto a mis padres?”

Miré por la ventana, y ya estaba oscureciendo. Me sentía inquieto ya que estaba pensando en mi mamá y en mi papá. Para ser honesto, no fue solo la preocupación por mis padres. Lo que me causaba más angustia era el inconveniente y todo el trabajo que recibí por causa de la enfermedad y el accidente de mis padres. Tarda tres horas llegar a la casa de mis padres en automóvil. No es una distancia grande, ni tampoco pequeña. No es tan fácil viajar lejos de ida y vuelta frecuentemente. Cuidando de mis padres todos los fines de semana a pesar de mi cansancio, tenía la mente agotada.

Pensando en ello, recordé un versículo que había leído hacía mucho tiempo.

“Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.” Lm. 3:32-33

Para ayudarnos a quitar nuestros pecados, Dios puso aflicción y dificultades en el camino de nuestra vida. Lo más terrible para los padres posiblemente es observar que sus hijos sufran. Sin embargo, Dios quiere ansiosamente que todos sus hijos cambiemos y renazcamos para llegar a ser perfectos a través de las dificultades temporales.

La situación en la que me encuentro debe de ser parte de este proceso. Cuando este pensamiento se me esclareció, el cansancio desapareció de mi mente. Mi padre se sentía incómodo en su primera hospitalización. Sin embargo, pude consolarlo, cuidándolo y conversando con él, lo cual no había hecho por mucho tiempo, y comimos deliciosos bocadillos como bollos de judías rojas y tortillas de col. Todos los padres sienten lo mismo por sus hijos; mi padre estaba muy apenado y agradecido conmigo así como mi madre, aunque lo que hice por ellos no era nada, comparado con el trabajo dedicado que hicieron por mí.

Oraba sinceramente para que todo lo que le pasara a mi familia no fuera un chaparrón insignificante, sino una lluvia temprana espiritual. Como esperaba, cada cosa contenía la voluntad de Dios. En primer lugar, el dolor de espalda de mi madre que la afligió decenas de años, casi ha desaparecido, y la diabetes también mejoró cuando encontró la mejor medicina consultando con diferentes médicos. Sobre todo, el regalo más precioso que recibió durante los meses en cama fue su comprensión del amor de Dios.

“Sentí que todo el mundo se derrumbaba, aunque estuve enferma poco tiempo. ¿Cuánto más podría haber herido a la Madre celestial, que trabaja muy duro por nosotros hasta este momento? Pensé que la Madre tenía una vida agradable y fácil porque siempre sonreía delante de sus hijos. Yo también soy madre, pero no tenía idea de lo que Ella estaba pasando.”

El entendimiento de mi padre parecía ser tan bueno como el de mi madre. Él había estado orgulloso de su salud, no obstante, parecía comprender que él no era la persona más saludable del mundo y que nadie puede ver lo que está delante de uno. Este entendimiento lo ayudó a eliminar los hábitos dañinos para su salud e ir a la iglesia con más frecuencia para acercarse más a Dios.

También obtuve muchas cosas. Me arrepentí de haber considerado un poco de esfuerzo que hice por mis padres como una carga, y decidí convertirme en un hijo fiel, no solo de palabra sino también con acciones. Al poner en práctica mi resolución, mi relación con mis padres se hizo más estrecha. El cambio de opinión sobre las dificultades y sufrimientos es también la gracia y la bendición de Dios para mi alma.

Doy muchas gracias a Dios por preparar en detalle el proceso de aprendizaje y comprensión para los hijos que son imperfectos en muchos aspectos. Cuando enfrente otra situación difícil, trataré de comprender qué tipo de entendimiento puedo obtener en esa situación, ya que debe de ser el verdadero propósito de Dios para mí.