Caminando con el Padre y la Madre celestiales

Park Chan-jeong, desde Jeju, Corea

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Un domingo, camino a una iglesia que mis parientes me presentaron, cerca de mi hogar conyugal, me encontré con los miembros de la Iglesia de Dios. Ellos me predicaron una noticia como un rayo caído del cielo: la cruz es un ídolo.

Siguiendo el ejemplo de mis devotos padres cristianos, siempre llevaba una cruz colgada en mi cuello desde niña, y me sentía tranquila al dormir solo si tenía una cruz en la mano. Fue sumamente desagradable escuchar que la cruz es un ídolo; esto terminó sacudiendo el fundamento de mi fe. No obstante, me lo probaron con la Biblia, y no pude refutarlo. Pocos días después, me convertí en hija de Dios, y me deshice de todas las cruces de mi casa y también de mi mente.

Después de aprender la verdad, no podía quedarme sentada. Prediqué la verdad a mi familia, incluyendo mi padre, que consideraba la cruz más importante que yo y ponía figuras de la cruz en sus pertenencias como su biblia, maletín y hasta en sus zapatos. Tenía altas expectativas de que mi familia comprendiera la verdad fácilmente. Sin embargo, la realidad fue muy distinta de lo que esperaba. Mi padre ni siquiera me permitía decir la palabra “iglesia”, y mi hermana mayor, de temperamento suave, me decía con rudeza: “Ni siquiera me llames de nuevo”, cada vez que le predicaba la verdad por teléfono. Lloré mucho.

Pero no podía renunciar a mi amada familia. Les enseñé las palabras de Dios poco a poco por siete años. Un día, mi hermana mayor me invitó a su casa. Ella trataba de debatir conmigo sobre quién tenía la razón en cuanto a su fe religiosa. Pensando que había llegado el momento, fui a su casa después de orar ansiosamente al Padre y la Madre. El estudio de la Biblia que comenzó en la tarde, se extendió hasta el amanecer. Me sentí renovada después de predicarle la palabra de Dios cara a cara hasta quedar satisfecha.

Después de escuchar mi predicación, mi hermana me dijo que empacara mis pertenencias. Pensé que iba a decirme que me fuera de la casa, pero en cambio dijo:

“Vamos para bautizarme”.

En ese momento, dudé de lo que oía; en los últimos siete años, su corazón hacia la verdad había sido frío. Mucho después, mi hermana admitió que el mandamiento del Día de Reposo había quedado en lo profundo de su corazón cuando lo escuchó por teléfono. Esa fue la razón por la que continuó respondiendo mis llamadas telefónicas aunque decía que no quería escuchar más.

Los cambios de mi hermana de inmediato produjeron cambios en mi padre. Ella había sido una persona muy inteligente desde pequeña, y manejaba todas sus tareas a la perfección. Por eso, cuando decía que asistiría a la Iglesia de Dios, mi padre no dudó en averiguar sobre la iglesia. Después de estudiar cuidadosamente las palabras de Dios, mi padre recibió una nueva vida, y cambió drásticamente; abandonó los malos hábitos que no había podido dejar en sus treinta años de vida religiosa, se volvió de buen temperamento, reemplazó su música por el Cántico Nuevo, y se deshizo de las formas de cruz que había inscrito en todas sus pertenencias.

Posteriormente, guardó su fe con gracia y falleció pacíficamente a pesar de su enfermedad crónica. En la biblia que mi padre dejó, había una carta doblada. Cada palabra mostraba lo conmovido que estaba en el verdadero Dios.

“Dios las amó tanto que les dio toda esta bendición. Ni siquiera intenté darme un tiempo para aprender la verdad, y las afligí. Perdónenme.”

En su carta, escribió que oraba derramando lágrimas de arrepentimiento cada madrugada y agradecía a Dios Elohim por su gracia de salvación, después de recibir la verdad. Al leer esto, ofrecí oraciones de gratitud.

Comprendí muchas cosas mientras mi familia era guiada a Sion y cambiaba en Dios, y mientras recorría el camino de predicadora: qué alegre es predicar el evangelio y qué bendiciones pueden recibir los que confían en Dios. Cada entendimiento preparado por Dios fue como un libro de texto que me enseña las virtudes que necesito para renacer como un ser digno del reino de los cielos.

Hace cinco años, me mudé a la isla de Jeju por el trabajo de mi esposo. Fue triste dejar el lugar al que tenía apego, pero realmente me gustaba Jeju, que destaca por sus paisajes. Sin embargo, había una cosa que atrapó mi corazón. Por el tiempo en que llegué a Jeju, la Asociación de Jeju llevaba a cabo la predicación unida, donde los miembros de tres diferentes iglesias locales se reunían regularmente para predicar el evangelio.

Había una razón por la que la palabra unidad sonaba particularmente importante en Jeju. En esta isla, la gente ha estado adorando a más de 18 000 dioses desde la antigüedad. Hay muchos templos, y la gente coloca amuletos en sus puertas principales, como placas. Su lugar de vida está rodeado por mares tormentosos, y en consecuencia, quieren ser protegidos por dioses poderosos de peligros inesperados. El problema era que, como la religión tradicional se había hecho parte de sus vidas, muchas personas nunca habían oído sobre la Pascua que contiene la promesa de que Dios haría que los desastres pasen por encima de ellos. A fin de cambiar el ambiente espiritual de esta isla, teníamos que gritar en unidad.

Primero, el personal pastoral dio ejemplo de trabajo en unidad. Se reunieron y discutieron cómo guiar la obra del evangelio con gracia en Jeju, y mientras tanto, los miembros también se hicieron uno en mente espontáneamente. Los momentos difíciles no duraron mucho; pronto tuvimos una sola mente predicando el evangelio. En este sentido, el poder de la unidad comenzó a surtir efecto. Mientras predicábamos en las aldeas rurales, donde ni siquiera los miembros locales habían estado antes, nos emocionamos al encontrar muchas almas que recibieron la verdad como si hubieran estado esperándola ansiosamente.

Hace tan solo unos años, eran pocas las personas de Jeju que habían escuchado sobre la Iglesia de Dios. Sin embargo, después de que predicamos en unidad, la situación cambió por completo. Incluso la gente de aldeas remotas y los turistas, decían que habían escuchado sobre la Iglesia de Dios, y muchas almas más vinieron a Sion desde muy lejos. Anunciamos las palabras de Dios en distritos comerciales ubicados en el centro de Jeju, y un número de comerciantes han sido guiados a Dios; después de recibir la verdad, nacieron de nuevo y difundieron su fragancia de Sion. De esta manera, todos llegaron a aprender acerca de la Iglesia de Dios.

En Jeju, comprendimos por qué Dios nos dijo que trabajemos en unidad, y grabamos en nuestra mente que obedecer las palabras del Padre y la Madre celestiales es la forma de que nuestras almas vivan. Durante mi viaje de fe, que no fue corto, Dios me dio entendimiento y tocó mi corazón en el momento preciso. Aun así, solía quejarme de las dificultades y envidiar al mundo, rompiendo el corazón de la Madre celestial. No obstante, la Madre siempre permanecía a mi lado con amor, y como resultado, ahora espero la gloria del cielo bajo la gracia de la Madre celestial.

Hoy también me embarco emocionada en un viaje de predicación para buscar a mis hermanos perdidos en la hermosa Jeju, caminando con Dios que me ama. Quiero dibujar una sonrisa en el rostro de la Madre celestial.