Un acto de piedad filial

Lee Hye-gyeong, desde Seúl, Corea

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Crecí en una familia rica gracias a mi padre, quien era un conocido contador fiscal. Muchas personas me envidiaban por mi padre competente, pero para mí, él era la persona más difícil y dura. Era porque siempre fui débil e incompetente a diferencia de mi hermana mayor y mi hermano mayor, que estaban a la altura de las expectativas de mi padre.

Me fascinaba el saxofón, el cual aprendí a tocar por casualidad en la universidad y comencé a enfocarme en la música. Entonces mi padre estuvo más insatisfecho conmigo. Mi hermana y mi hermano se volvieron expertos en sus campos, pero yo no tenía idea de mi futuro. Con el tiempo, me alejé aún más de mi padre, y me sentía incómoda también con mi hermana y mi hermano.

Incluso después de iniciar mi propia familia, todavía era pasiva y me faltaba confianza. Sin embargo, empecé a cambiar poco a poco después de conocer a Dios. Al principio, era demasiado para mí aceptar las enseñanzas desconocidas de la iglesia, pero la esperanza en el cielo comenzó a brotar en mi corazón ya que Dios, que es amor, abrió mi corazón. Mi hija también recibió la verdad y se hizo ferviente en el evangelio en el área de jóvenes.

En Sion, cada vez que sonreía sin darme cuenta, profundamente consolada por la palabra de Dios, me sentía sorprendida y asombrada. Parecía que salía de un largo y oscuro túnel. Estaba agradecida y feliz cada día.

Pude guiar a uno de mis estudiantes de saxofón a Sion a pesar de los obstáculos de la escuela de saxofón donde estaba trabajando y de los encargados de las presentaciones. Aun así, me sentía incómoda y extraña con mis padres y hermanos. Mis padres, que habían estado en la Iglesia Metodista por casi treinta años, rechazaron la verdad incluso antes de oírla cuando traté de explicársela. Cada vez que iba a la casa de mi familia, volvía herida.

Fue en ese tiempo cuando la salud de mi padre empeoró rápidamente. Fui al hospital para verlo. En una bata de paciente, se veía muy débil y cansado por los constantes exámenes y tratamientos.

El resultado de la prueba fue muy malo. Lágrimas salieron de mis ojos, mirando a mi padre con dolor. Pensé que no tenía sentimientos por mi padre, pero estaba equivocada. Ya que mi padre no era bueno expresando su amor y yo no pude entender lo que estaba en lo profundo de su corazón, nuestra relación se torció así, pero seguía siendo mi padre que me dio la vida. Estaba desconsolada al ver a mi padre, que siempre había estado lleno de confianza, volverse tan débil al final de su vida.

Realmente quería que conociera la palabra de Dios que podía darle mayor fuerza en ese momento. Para esto, necesitaba gran valor porque nunca había tenido una conversación adecuada con él. Aún le tenía miedo. Sin embargo, abrí la boca, orando en mi corazón.

“Hum, papá, tengo un… deseo”.

“¿Un deseo?”

Le pedí con lágrimas que fuera conmigo al eterno reino de los cielos donde no hay muerte ni dolor, y le dije que ese era el último acto de piedad filial que su hija menor podía hacer por él aunque no lo había hecho hasta ese momento. Pensé que se pondría furioso. Sin embargo, tomó mis manos con ojos cálidos y asintió con la cabeza. No había tomado sus manos en mucho tiempo.

Al día siguiente, mi padre se convirtió en hijo de Dios con un corazón agradecido. El cambio de mi padre sorprendió tanto a mi madre que ella también estudió la Biblia y comenzó su nueva vida de la fe. Era algo que nunca había imaginado.

En estos días, estoy ocupada yendo y viniendo entre el hospital y la casa de mis padres. Aunque me siento cansada físicamente, estoy tan feliz que a veces una sonrisa se dibuja en mi rostro antes de darme cuenta. También estoy muy agradecida de haberme acercado a mis padres por primera vez en mi vida y sonreír juntos, teniendo una conversación honesta.

Cuando estaba sedienta por el amor de mi familia, Dios me permitió recibir no solo el amor de mi familia celestial sino también el amor de mi familia terrenal. Dios también me permitió hacer lo correcto como hija.

Quiero retribuir a Dios por su desbordante gracia. Debo hacerlo. Siguiendo las lecciones de Dios, siempre practicaré el amor con buenas obras, y daré a Dios tanto gozo como Él me dio a mí, o incluso más. ¡Padre y Madre, los amo!