Todavía recuerdo vívidamente el día en que pisé la India por primera vez con mis padres cuando estaba en la escuela secundaria. Simplemente estaba emocionado de volar en avión por primera vez en mi vida, pero Tiruchirappalli, ubicado en el centro del estado de Tamil Nadu, era un mundo nuevo para mí. El sofocante calor también era algo nuevo. Siendo todavía joven, pensaba: “¿No podemos volver a Corea?”. Me dolían los pies en el suelo de piedra y, en innumerables ocasiones, me asusté con un lagarto que aparecía de la nada. Como era un pueblo pequeño donde uno no se tarda ni una hora en viajar de un extremo al otro, apenas había restaurantes de comida rápida.
Los miembros de la familia de Sion me ayudaron mucho a adaptarme al estilo de vida allí. Recibí mucha ayuda de ellos porque no hablaba inglés con fluidez, mucho menos tamil. En realidad, la gente local aprende a expresar sus sentimientos con honestidad desde su niñez. Por esa razón, me sentía lleno de energía cada vez que los hermanos expresaban con franqueza su amor y pasión por el evangelio. Siempre que íbamos en autobús a una región lejana, conversábamos y compartíamos la comida que habíamos llevado. Sonrío, cada vez que recuerdo esos días.
Aunque no tenía un conocimiento profundo del evangelio, me asombraba y emocionaba ver que el número de hermanos crecía cada día en la pequeña Casa-Iglesia y que Sion se establecía rápidamente en las ciudades circundantes. Quería contribuir a la obra del evangelio, aunque fuera un poco, pero entonces llegó el momento de volver a Corea. Me entristeció despedirme de los hermanos con los que había desarrollado cercanía, y lamenté haber perdido el tiempo allí como un niño inmaduro. Tomé la decisión de volver como profeta y retribuir a Dios y a los hermanos por el amor que había recibido, si se me daba una segunda oportunidad de regresar a la India. Grabando esta esperanza en mi corazón, subí al avión con mis padres y regresé a Corea.
La segunda oportunidad de ir a la India llegó antes de lo que había imaginado. Regresé a Corea, me convertí en joven y entré en el camino de colaborador del evangelio, y Dios me envió a Chennai, la capital de Tamil Nadu, India. Había estado allí un par de veces cuando vivía en Tiruchirappalli. Ahora, iba allí como profeta del evangelio, no como un niño pequeño detrás de sus padres. Estaba emocionado y también ansioso, aunque era algo con lo que había estado soñando durante mucho tiempo; me preocupaba no dar un buen ejemplo a los miembros.
Sin embargo, la razón por la que todavía quería ir a la India era clara; en realidad, solo después de regresar a Corea comprendí que cada día que había pasado en la India era la gracia de Dios, y que Él había derramado abundantes bendiciones sobre mí allí. Aunque estaba preocupado, tomé la determinación de dar lo mejor de mí esta vez para no arrepentirme más tarde.
Cuando llegué al aeropuerto de Chennai, me sorprendió el clima fresco. Era un clima inimaginable, comparado con el calor que experimenté en el pasado. Fue como un regalo agradable de Dios. En Sion, los hermanos me recibieron con hermosas sonrisas y pasión. Algunos hermanos que conocí cuando visité Chennai la última vez, se alegraron de volver a verme, recordando ese momento. Fue alegre y conmovedor como si todos los miembros de la familia que no se habían visto en mucho tiempo, se reunieran en una fiesta nacional y charlaran; toda la tensión que me había seguido desde Corea se desvaneció, y di gracias a Dios por permitirme reunirme con mi familia celestial llena de amor.
Comprendí algo nuevo mientras me enfocaba en la obra del evangelio en la India. Aquí, cada casa tiene un altar o artículos para servir a sus dioses. Cada mañana, la gente saluda a sus dioses ofreciendo flores en el altar. Los eventos más importantes se llevan a cabo en el templo de cada región. Así de devotos son, y muchas personas dedican toda su vida a sus dioses, creyendo que nada se puede hacer sin su ayuda. La práctica de adorar a sus dioses está arraigada en su vida.
Entonces, es muy conmovedor que cuando encuentran al verdadero Dios, su vida se convierta en una vida bendita de adoración a Dios. Los hermanos que reciben la verdad y vienen a Sion, dan gracias a Dios en todo momento, confían en Él incluso en asuntos simples y se esfuerzan por vivir con sinceridad de acuerdo con su voluntad. Me recuerdan a los santos de la iglesia primitiva escritos en la Biblia, cada vez que los veo predicando diligentemente y compartiendo cosas buenas entre sí a pesar de sus difíciles condiciones.
Mientras trabajo junto con estos hermanos llenos de gracia, siento que el evangelio tiene una tremenda influencia en las personas e incluso cambia su estilo de vida. Algunos hermanos viajan lejos para guardar la ley de Dios, y muchos de los miembros predican el evangelio sin darse por vencidos, aunque la gente rechace la verdad debido a la diferencia de religión y cultura. Además, para ayudar a las iglesias sucursales, algunos colaboradores del evangelio viajan al menos cuarenta minutos y hasta siete horas en tren desde la iglesia de Chennai. Gano fuerza cada vez que escucho la noticia de que se han encontrado a los preciosos miembros de la familia celestial mientras los miembros predicaban en unidad, confiando en Dios.
En particular, cuando los hermanos del área de estudiantes hablan sobre la gracia del Padre y la Madre celestiales, no solo me doy cuenta de que Dios y la verdad de la vida son un tesoro precioso que no se puede cambiar con nada, sino que también me arrepiento de mí mismo porque a veces olvidaba el valor de la verdad, pues lo había aprendido desde la niñez. Entonces sentía que tenía muchas deficiencias como profeta, y todavía me avergüenzo ante Dios por no ser lo suficientemente bueno para alcanzar mi ambición de compartir el amor con los hermanos. En estos días, estoy aprendiendo de los miembros de Sion la actitud correcta de servir a Dios, el amor fraternal y la pasión por el evangelio.
Ahora entiendo un poco por qué Dios me llamó dos veces a la India. Cuando regresé a este país, hubo numerosas dificultades inesperadas. Confiando en mi experiencia anterior, a menudo pensaba: “Estoy seguro de que ya estoy acostumbrado a mi vida en la India”, pero en realidad todo era nuevo y desconocido. Sin mencionar las diferencias de cultura y condiciones de vida, el idioma también era un problema. En el estado de Tamil Nadu, se habla exclusivamente el idioma tamil, no el hindi. Confiaba en que no tendría ningún problema para recordar el tamil que había aprendido cuando era joven, pero no fue tan fácil como pensaba. Y cuando me acostumbré al tamil, me angustió escuchar los comentarios mordaces de aquellos que rechazan la verdad y obstaculizan la obra del evangelio.
¿Qué pasó cuando nuestro Padre celestial vino a esta tierra por segunda vez? Hace dos mil años, el Padre soportó el sufrimiento en la cruz para predicar el evangelio del reino y abrir el camino de la salvación y vino a la tierra otra vez por sus hijos que habían perdido la verdad del nuevo pacto. No puedo imaginar lo doloroso que debe de haber sido su viaje en su primera venida. Sin embargo, regresó a esta tierra donde todos los recuerdos dolorosos y angustiosos aún permanecen vívidos. Cuando volví al mismo lugar, pude comprender solo una pequeña fracción de su infinito amor. También entendí lo agradecido que debo estar por el ambiente del evangelio que he recibido.
Llevaré a cabo mi misión, grabando en mi corazón el sacrificio y amor del Padre. Sirviendo a Dios con sinceridad y siguiendo sus ejemplos, recorreré el camino del evangelio con diligencia en la India con la mentalidad de amar a mis hermanos como a mí mismo, para que la segunda oportunidad que deseaba con ansias no se convierta en arrepentimiento.