La Gran Asamblea de la Pascua, la Fiesta de los Panes sin Levadura y el Día de Resurrección 2022
Las fiestas se celebraron en 175 países, dando amor y esperanza a la gente
La Iglesia de Dios ha estado realizando varios servicios voluntarios para los vecinos de la aldea global, basados en el amor de Cristo. El amor y la salvación de Cristo están contenidos en las siete fiestas de tres tiempos que comienzan con la Pascua todos los años.
La Gran Asamblea de la Pascua de 2022 se celebró en las Iglesias de Dios de todo el mundo al anochecer del 15 de abril (el día 14 del primer mes según el calendario sagrado). Con las restricciones de la COVID-19 disminuyendo gradualmente y en medio de las crecientes expectativas del retorno a la normalidad, los miembros de la iglesia participaron en la fiesta con la esperanza de que todas las personas reciban las bendiciones de Dios guardando la fiesta, ya que habían pasado por el largo túnel de la pandemia. La Fiesta de los Panes sin Levadura (16 de abril, el día 15 del primer mes según el calendario sagrado) y el Día de la Resurrección (17 de abril, el día siguiente del Día de Reposo que sigue a la Fiesta de los Panes sin Levadura) también se celebraron tanto en línea como presencialmente según las restricciones de la COVID-19 de cada país.
La Gran Asamblea de la Pascua y la promesa de vida y salvación
La Pascua es una fiesta que Jesús celebró con sus discípulos como la última cena antes de su crucifixión hace dos mil años. El origen de la Pascua se remonta a la época del Éxodo hace tres mil quinientos años, cuando los israelitas salieron de Egipto donde habían sido esclavos por cientos de años. Celebraron la Pascua con la sangre del cordero pascual según el mandamiento de Dios, y como resultado, escaparon del desastre y experimentaron el gozo de la libertad. La sangre del cordero de la Pascua era una señal distintiva para el pueblo de Dios que se salvaría del desastre que se derramaría sobre Egipto (Ex 12:1-14).
Jesús era la realidad del cordero de la Pascua. El pan y el vino que comemos y bebemos en la Pascua representan la carne y la sangre de Cristo que murió en la cruz. La Pascua del nuevo pacto es la bendita verdad por la cual las personas pueden ser liberadas de sus pecados y entrar en el reino de los cielos como Dios lo ha prometido (1 Co 5:7, Lc 22:7-20, 1 Jn 5:9-12, Jer 31:31-34).
Durante la Pascua celebrada en el Templo de la Nueva Jerusalén en Pangyo al anochecer del 15 de abril, la Madre dio gracias al Padre por dar la verdad de la vida a sus hijos que vivían sin esperanza en la salvación, a través de su amor infinito. Ella oró fervientemente para que todos sus hijos tengan una vida agradable ante Dios con una gran fe con la que pongan en práctica el amor de la Pascua.
El Primer Pastor Kim Joo-cheol dijo: “La Pascua es la verdad por la cual Dios, que es eterno, vuelve a crear a los humanos como seres perfectos que tienen vida eterna, a través de su carne y su sangre. Por eso, Jesús deseó ansiosamente celebrar la Pascua con sus discípulos. También se debe a que la Pascua conecta a las personas con Dios y es un pacto que les permite entrar en el reino de los cielos”. Destacó la importancia y el valor de la Pascua a través de los testimonios de los profetas en la Biblia, repasando la historia de los apóstoles que guardaron la Pascua del nuevo pacto conforme a la enseñanza de Jesús (Jn 5:17, 6:52-56, Mt 26:17-28, 7:21-23).
Los miembros recordaron la gracia y el amor de Dios que les dio la bendición de la vida eterna, y participaron en la ceremonia de la Pascua según el ejemplo de Jesucristo (Jn 13:4-15).
La Gran Asamblea de la Fiesta de los Panes sin Levadura y el sacrificio de expiación de Cristo por los pecados de la humanidad
El 16 de abril, el día siguiente de la Pascua, se celebró la Gran Asamblea de la Fiesta de los Panes sin Levadura. Una fiesta para conmemorar el sufrimiento que experimentaron los israelitas desde que salieron de Egipto hasta que cruzaron el Mar Rojo. Su sufrimiento representa la pasión de Cristo que murió en la cruz en la Fiesta de los Panes sin Levadura para expiar los pecados de toda la humanidad. En los tiempos del Antiguo Testamento, los israelitas celebraban esta fiesta comiendo panes sin levadura y hierbas amargas para recordar su sufrimiento en el Éxodo (Ex 12:15-20). En los tiempos del Nuevo Testamento, el pueblo de Dios participa del sufrimiento de Cristo ayunando en esta fiesta, conforme a las palabras de Jesús: “Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán” (Mr 2:20, Mt 9:14-15).
La Madre ofreció una oración de gratitud al Padre por sacrificarse con un dolor insoportable en la cruz por los graves pecados de la humanidad. Y también oró para que sus hijos en todo el mundo guíen muchas almas al arrepentimiento con un corazón agradecido a Dios, quien los amó hasta la muerte.
El Primer Pastor Kim Joo-cheol dijo: “Jesús fue traicionado por sus discípulos a quienes amaba, y los incrédulos se burlaron de Él y lo despreciaron. Experimentó el dolor de la tortura y la crucifixión. Siempre debemos recordar que Jesús sufrió todas estas cosas a causa de nuestros pecados. Cada vez que nos sobrevengan dificultades, pensemos en el amor de Dios que pasó por sufrimientos más severos que los nuestros. Así, podremos soportarlo todo y llevar una vida más piadosa” (Mt 26:14-15, 27:1-50, Is 50:1, 53:1-6). También inspiró la fe en los miembros al decir: “Cristo sufrió por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigamos sus pasos. Todo el mundo sufre, aunque el tipo y grado de sufrimiento varíe. A través del proceso de refinamiento, podemos fortalecernos en nuestra fe y renacer como seres perfectos. Superemos todas las dificultades con alegría y caminemos con Cristo tal como lo hicieron los santos de la iglesia primitiva (1 P 2:21-24, 4:13-16, 5:10-11, Ro 8:16-18, Fil 1:29, Col 1:23-24).
La Gran Asamblea del Día de Resurrección y las alegres nuevas de la resurrección y la transfiguración
El 17 de abril, los miembros de la Iglesia de Dios de todo el mundo celebraron la Gran Asamblea del Día de Resurrección, que es el día en que Jesús confirmó sus palabras: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn 11:25-26). El apóstol Pablo enfatizó que “si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe” (1 Co 15:14), mostrando la importancia de la resurrección.
El Día de Resurrección se originó por el hecho de que los israelitas atravesaron el Mar Rojo como si estuvieran en tierra seca en los tiempos del Antiguo Testamento. El evento profético de que el pueblo entró en el mar Rojo y salió del mar se cumplió cuando Jesús fue sepultado en el sepulcro y resucitó después de tres días. La resurrección de Jesús ha dado a todas las personas una esperanza viva de que pueden resucitar y transformarse en seres espirituales y recibir la herencia eterna del cielo, aunque una vez estuvieron destinados a la muerte eterna y al juicio como resultado de sus pecados cometidos en el cielo (1 P 1:3-4, 1 Co 15:40-58).
La Madre dio gracias al Padre por dar la esperanza de la resurrección y la transfiguración a los creyentes y por permitirles vivir con alegría. También bendijo a sus hijos para que pudieran participar de la gloria del cielo junto con todos sus vecinos de la aldea global, sembrando en sus corazones la esperanza de la resurrección.
El Primer Pastor Kim Joo-cheol explicó que los discípulos se volvieron fuertes y valientes en la fe cuando fueron testigos de la resurrección de Jesús. Él dijo: “La resurrección de Jesús fue una noticia maravillosa y alegre más allá de la muerte, es decir, las buenas nuevas. Los discípulos creyeron firmemente en la promesa de la resurrección y predicaron el evangelio con fuerza incluso en las regiones de Europa sin temor a las dificultades o la persecución. Nosotros también prediquemos el evangelio en todo el mundo, teniendo una esperanza más grande y una fe más fuerte que la de la Iglesia primitiva” (Lc 24:1-48, Jn 20:19-29).
Los miembros partieron el pan del Día de Resurrección, siguiendo el ejemplo de Jesús. Jesús abrió los ojos espirituales de los dos discípulos que iban de camino a Emaús, al partir el pan después de bendecirlo y dárselo en el día de su resurrección (Lc 24:13-35).
Después del culto, la Madre les recordó a los miembros las bendiciones y la alegría contenidas en la fiesta y los animó: “A través de esta fiesta, han recibido la promesa de ser transformados en seres espirituales y volar libremente en el cielo. Así que vivamos con alegría y fuerza, con esperanza en la resurrección y la transfiguración”.
Hubo un ambiente más libre dado que se redujeron las restricciones de distanciamiento social. Los rostros de los miembros estaban llenos de gratitud por las bendiciones de las fiestas, así como de alegría por regresar a la preciosa vida normal. Se comprometieron a sembrar diligentemente la gracia dada gratuitamente por Dios y la esperanza del cielo en los corazones de las personas de todo el mundo, que habían estado cansadas debido al prolongado aislamiento social y la ansiedad por el futuro.