
Fue cuando Jeong Yak-yong, uno de los más grandes pensadores de la dinastía Chosun de Corea, conversaba con sus conocidos en un pabellón. Cuando el ambiente mejoraba, un hombre lamentó la situación actual de las cosas.
“Alguien tiene poder sin conocer la vergüenza. ¿No es frustrante?”
Entonces, Jeong cambió el tema de conversación, diciendo: “El hombre no es alguien que se pueda evaluar”.
Después de un rato, otra persona mencionó el caballo en las riendas.
“Ese caballo solo come heno sin llevar carga.”
Esta vez, Jeong también exclamó: “No critique a los animales porque ellos también entienden lo que dice”. Entonces alguien más se quejó.
“¡Tendré que coserme la boca cuando esté con usted!”
Ante sus palabras, Jeong respondió con una sonrisa.
“Mire esa roca que hace que este lugar sea maravilloso. Si elogia el esplendor de esa roca, no necesita cerrar la boca.”
Más tarde, el mirador donde conversaban se llamó “Pabellón Pumseokjeong (品石亭)”, que significa: “Hasta las rocas deben ser elogiadas”.