Desde el momento en que nos conocimos

Oba Miky, desde Osaka, Japón

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Hace unos meses, conocí a una señora llamada Kana a través de una amiga en Tokio. Mi amiga me dijo que nos llevaríamos bien, y según sus palabras, ella y yo congeniamos desde la primera vez que nos conocimos. Aunque no podíamos reunirnos a menudo, hablábamos por teléfono y siempre nos manteníamos unidas como familia. Estaba segura de que sería hija de Dios, pues tiene un corazón hermoso y tierno, y quería ir al cielo con ella; cada vez que hablábamos, sentía que su alma buscaba a Dios.

Antes de la Pascua, decidí entregarle el sacrificio y el amor de Dios. Entonces oré a Dios por la bendición y concerté una cita con ella para comer juntas en Tokio. Su compañera de trabajo también se unió a nosotras. Cuando terminamos de comer y estábamos esperando el tren de regreso a casa, les comenté lo feliz que estaba de conocer a Dios, nuestros Padres espirituales, y les dije que esperaba que escucharan la palabra de Dios, que es la palabra más importante en nuestra vida. Quería transmitir la palabra de Dios viniendo a Tokio en persona, y Kana aceptó mi petición y prometió guardar la próxima Pascua. En el tren de regreso a casa, agradecí mucho a Dios, que siempre está conmigo, por animarme y darme la oportunidad de anunciar las buenas nuevas de salvación.

Después la llamaba de vez en cuando y le hablaba de la Pascua, el camino a la vida eterna. Para mi sorpresa, se alegró hasta las lágrimas. Además, pidió a su compañera de trabajo, que había comido con nosotras, que recibiera la bendición de ir juntas al cielo. Di gracias a Dios una y otra vez por hacerme encontrar a esta alma pura y hermosa.

Me preocupaba viajar debido a la pandemia de la COVID-19, pero se convirtió voluntariamente en miembro de la familia celestial recibiendo una nueva vida el día anterior a la Pascua, y guardó la fiesta de vida. Durante el culto, dio sinceras gracias a Dios, comprendiendo el valor de la bendición celestial y arrepintiéndose ante Dios. Ella está llena de amor y bendición de nuestro Padre y nuestra Madre celestiales, y todos los días predica el amor de Dios a sus amigos y conocidos, como Jeremías, cuyo corazón era como un fuego ardiente metido en sus huesos si no anunciaba la palabra de Dios. Hace un tiempo, predicó a un conocido en Nagoya junto con un miembro de nuestra iglesia y llevó el fruto del evangelio.

Dios debe de estar complacido con ella, al ver su alma crecer como una buena obrera del evangelio, aunque recién comenzó la vida de la fe. También me impresiona y anima. Oro para que ella pueda retribuir el amor de Dios, que dijo que estaría con nosotros hasta el final.

Doy gracias y alabo al Padre y a la Madre celestiales, que siempre creen en nosotros y oran por nosotros, confiándonos la obra del evangelio, aunque somos imperfectos en muchos aspectos. Oro para que recorramos el camino correcto de la fe y completemos la misión mundial lo más pronto posible, para que todos los hermanos se conviertan en adornos del hermoso lino fino de la Madre celestial.