Haced discípulos a todas las naciones
Jo In-wung, desde Seúl, Corea
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; […]” Mt 28:19-20
No solo debemos creer en las verdades del nuevo pacto y guardarlas, sino también ir al mundo y hacer discípulos a todas las naciones. A fin de cumplir la misión, hice planes para el evangelio a principios de cada año. No obstante, no lograba ponerlos en práctica. Además, debido al deterioro de la situación empresarial, tuve que renunciar a mi trabajo y cambiaba de empleo con frecuencia. Como resultado, estaba ocupado, y mis colegas tampoco tenían tiempo de estudiar la Biblia porque tenían mucha carga laboral. Me entristecí por no utilizar los materiales de predicación que Dios concedió para la obra del evangelio en la época del Espíritu Santo.
Comencé a orar ansiosamente con un hermano en mi centro de trabajo y encontramos una solución al problema. Decidimos predicar la verdad de Dios a los colegas que trabajaban los domingos por turnos.
Cada domingo, predicábamos el evangelio a los colegas durante la hora de almuerzo. Más allá de mis expectativas, escucharon atentamente la palabra de Dios en lugar de considerarla fastidiosa. Tras confirmar la existencia de Dios Madre a través del principio de la naturaleza, respondieron positivamente a mi predicación. Visualizando los vídeos sobre las verdades del Día de Resurrección, la Navidad y la cruz, dijeron: “He llegado a corregir mis malentendidos”.
Un año después, doce personas habían participado en el estudio bíblico con nosotros. Nuestra meta del año era guiar a uno de ellos a Sion, y se logró. El miembro trabajaba en una compañía diferente, pero nos hicimos cercanos porque venía a menudo a mi oficina. Finalmente, recibió una nueva vida y se convirtió en parte de la familia celestial. Estábamos profundamente conmovidos cuando contestó que sí gustosamente al entregarle nuestro sincero corazón: “Esperamos sin falta regresar juntos al reino de los cielos guardando la Pascua”.
El poder de la unidad jugó un rol fundamental en guiar un alma a la salvación. Todos los señores de Sion, que oraron con un corazón para nuestra predicación, incluyendo al hermano en mi centro laboral, eran colaboradores confiables del evangelio. El Padre y la Madre deben de haberse complacido con nosotros y nos concedieron el fruto de la unidad.
Estoy verdaderamente agradecido con Dios Elohim por permitirme cosechar preciosos resultados del evangelio a través de la unidad con mis hermanos de Sion, y por permitirme hacer discípulos a mis doce colegas. Oro fervientemente para que el hermano, que se convirtió en el primer fruto, sea un obrero del evangelio del nuevo pacto y lleve a cabo la santa misión que nos confiaron el Padre y la Madre celestiales, que son los Salvadores de esta época. Trabajaré arduamente para guiar a Sion a los otros once colegas. ¡Por favor, oren por ellos!