El evangelio solo podrá cumplirse cuando recibamos bendiciones

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Recordando las huellas del evangelio en el pasado, hallé un punto en común con las iglesias que obtuvieron buenos resultados; aunque estaban en circunstancias desfavorables, ellos conmovieron a Dios en mentalidad y obra merecedoras de las bendiciones de Dios.

Sin las bendiciones de Dios, ni siquiera podemos dar un paso adelante en el evangelio. Es porque la obra de la salvación nunca puede lograrse sin el Padre y la Madre celestiales que son la fuente de todas las bendiciones. Estoy seguro de que un futuro dichoso se desplegará ante nosotros, bajo las bendiciones de la Madre celestial. Averigüemos qué debemos hacer para recibir plenamente las desbordantes bendiciones de Dios.

Las bendiciones provienen de la obediencia

La Iglesia de Dios está siendo alabada y honrada por todos los pueblos de la Tierra: ha recibido honorables y prestigiosos premios sucesivamente, y también fue invitada por la ONU para asistir a una conferencia. Detrás de estas maravillas, está la promesa de Dios de otorgar bendiciones a los que obedezcan su palabra.

“Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. Te confirmará Jehová por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán.” Dt 28:1-10

La Biblia profetizó que si seguimos atentamente todos los mandamientos de Dios, Él nos exaltará sobre todas las naciones de la tierra, y que sus desbordantes bendiciones vendrán sobre nosotros si obedecemos su palabra. Dios ha dado esta segura promesa referente a la gran gloria que vendrá sobre los bienaventurados.

De acuerdo con esta promesa, todas las bendiciones de Dios han llegado sobre los que obedecen su palabra, en todas las épocas. Nosotros, que vivimos en la época del Espíritu Santo, también somos testigos de que esta promesa se ha cumplido en su totalidad. Dios nos está exaltando sobre todas las naciones de la tierra. Él ha dado la gran gloria, que no podemos obtener por nuestras propias habilidades ni recibir de nadie más, solo a sus hijos que obedecen su palabra. Todos estos hechos llenos de gracia se han logrado a través de las bendiciones de Dios.

Si Dios no lo permite

Al entrar en el siglo xxi, los científicos completaron un mapa genético mediante el análisis de secuencias de bases del ADN humano, afirmando que podían curar enfermedades incurables y también crear pronto vida artificial —incluso personas— con habilidades humanas. Esto llegó a ser un gran tema entre la gente de todo el mundo. Para estas personas, Dios dice:

“He creado al hombre del polvo de la tierra. Dicen que harán seres humanos. Entonces, créenlos con su propio polvo, no con el mío”.

Todo lo que usamos le pertenece a Dios; no debemos considerar nuestras las cosas de Dios, ni tampoco pensar erróneamente que hemos hecho todo por nosotros mismos. Estamos viviendo sobre la base de todas las cosas que Dios creó. Sin el aire que Dios creó, no podemos respirar ni siquiera un segundo; sin agua no podemos sobrevivir más de unos días; sin la luz del Sol que Dios nos da infinitamente, no puede existir vida en la Tierra. Todas las cosas son creadas por Dios para nosotros, y como resultado vivimos en ellas; no es porque tengamos grandes habilidades que podemos existir.

Separados de Dios no podemos hacer nada. Aunque fijemos grandes metas y planes, no podemos alcanzarlos si Dios no está con nosotros y nos guía.

“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia.” Sal 127:1

Sin la ayuda de Dios, todo es en vano. Si Dios no edifica la casa, se derrumbará en vano como un castillo de arena a la orilla del mar. Si Dios no guarda la ciudad, finalmente caerá ante el enemigo aunque se levanten miles y cientos de guardias. Es porque el destino de la casa y la ciudad no dependen de lo firme que sea la casa ni del número de centinelas que tenga la ciudad, sino de si Dios está con ellos o no.

La ayuda de Dios es absolutamente necesaria para que podamos alcanzar nuestras metas del evangelio. Si no producimos ningún fruto aunque hacemos planes y trabajamos arduamente, reflexionemos cuidadosamente acerca de si Dios está con nosotros o no y trabaja con nuestros planes. Solo si pensamos en Dios y llevamos a cabo nuestros planes de acuerdo con su voluntad, en lugar de insistir en nuestra propia opinión y seguir nuestros propios deseos, Él sin duda nos dará los resultados que merezcamos.

“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre.” Mt 10:28-29

La providencia de Dios abarca incluso pequeñas e insignificantes criaturas como los pajarillos. Todo depende únicamente de Dios.

Teniendo en cuenta este hecho, no confiemos en los métodos humanos sino pidamos ansiosamente las bendiciones de Dios cuando no podamos encontrar una manera o una solución para la obra del evangelio y no sepamos qué hacer. En nuestra vida de la fe, no solo debemos mirar el mundo terrenal visible, sino pensar siempre en el mundo celestial invisible.

Los bienaventurados

Solo si recibimos las bendiciones de Dios podemos cumplir todos nuestros planes del evangelio y predicar las buenas nuevas a todas las personas de acuerdo con las profecías de la Biblia. ¿Qué tipo de esfuerzos debemos hacer para recibir las bendiciones de Dios? Para recibir las bendiciones de Dios, debemos tener fe y obras merecedoras de las bendiciones.

“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará. No así los malos, que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá.” Sal 1:1-6

Los bienaventurados son los que no violan la ley de Dios andando en consejo de malos ni están en camino de pecadores. No se sientan en silla de escarnecedores, sino sirven a las almas heridas, las consuelan y cuidan de ellas con el corazón de la Madre. También se deleitan más que nadie de observar las leyes, decretos y estatutos que Él les ha dado. Puesto que siguen la voluntad de Dios relacionando sus corazones y pensamientos con los de Dios, todos sus planes y metas inevitablemente se cumplen con éxito.

En los vídeos que presentan las actividades de nuestra iglesia en todo el mundo que han obtenido hermosos resultados del evangelio, podemos ver a los miembros sonreír siempre, incluso cuando se encuentran en situaciones difíciles. Al verlos, puedo sentir su determinación de obedecer lo que la Madre dijo: “Trabajen para el evangelio con un buen corazón y el rostro sonriente”. Ellos han podido producir abundantes resultados porque tienen el corazón de los bienaventurados, como la Biblia menciona.

Dios dice: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Ga 6:7). Si sembramos semillas de manzano, obtendremos manzanos, y si sembramos semillas de col, cosecharemos coles. Esta es la providencia de la naturaleza creada por Dios. Del mismo modo, si sembramos las semillas del evangelio con un corazón sincero, podremos producir buenos resultados.

No hay ingresos ganados sin trabajar para el evangelio; nada se puede lograr sin esfuerzo. Si no trabajamos diligentemente, no podemos llevar ningún fruto. Llevar abundantes frutos requiere mucho esfuerzo, dedicación y pasión.

Lo que debemos hacer de acuerdo con la voluntad de Dios

Jesús también nos enseñó claramente que la obra del evangelio no puede lograrse según la voluntad del hombre, sino solo según la voluntad de Dios.

“Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta. Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.” Jn 19:8-11

El gobernador Pilato pensó que tenía plena autoridad sobre la vida de Jesús. Como él no tenía conocimiento del mundo espiritual y solo veía el mundo visible, Jesús lo despertó diciéndole que ninguna autoridad tendría contra Él, si no le fuera dada de Dios. Jesús lo ayudó a comprender que todo ocurre de acuerdo con la voluntad de Dios, no del hombre.

“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Éste vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Jn 3:1-3

Nicodemo era fariseo y miembro principal entre los judíos. Él reconoció la divinidad de Dios inherente a Jesús viendo lo que Él estaba haciendo, y vino a Él. Es porque entendió que todo lo que Jesús hacía era algo imposible de lograr si no estaba Dios con Él.

Si Dios está con nosotros, Él vive en nosotros y obra a través de nosotros. Entonces la gente del mundo también podrá sentir a Dios por medio de nosotros, al igual que Nicodemo reconoció correctamente a Dios inherente a Jesús. Mostremos la gloria de Dios a todo el mundo, poniendo por obra la voluntad de Dios, a través de palabras amables que edifiquen a los demás y con actitud humilde y cortés.

La mentalidad de una persona es muy importante. La mentalidad correcta de una persona que se parece a Dios puede cambiar todo el mundo para mejor, y la mentalidad incorrecta de otra que va en contra de la voluntad de Dios puede corromper el mundo entero. Si uno de nosotros despierta, todas las Siones del mundo despertarán, y si cada Sion despierta, la obra de la evangelización mundial se completará pronto. Como hijos del cielo, siempre centrémonos en los planes de Dios en lugar de los nuestros y pensemos en lo que Dios desea que hagamos en lugar de lo que queremos hacer, de modo que podamos llevar a cabo la obra del evangelio siempre teniendo a Dios en nosotros.

Mi Padre hasta ahora trabaja

Dios nos ha confiado la misión de predicar el evangelio. Cristo, que reina sobre todas las personas y tiene toda la autoridad en el cielo y la tierra, nos dijo: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Jn 17:2, Mt 28:18-20). Sin embargo, no solo nosotros estamos haciendo este trabajo.

“Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.” Jn 5:17

Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Nunca estamos solos cuando recorremos el camino del evangelio. Incluso en este momento, el Padre y la Madre celestiales están trabajando para nuestra salvación. Además, tenemos muchos hermanos que trabajan en unidad para llevar a cabo la obra del evangelio, ¿no es verdad?

La obra de Dios se lleva a cabo cuando tenemos la mentalidad de fe para seguir correctamente la voluntad del Padre y la Madre celestiales en cualquier circunstancia. Si pensamos en el sacrificio de Dios y trabajamos duro, en lugar de culpar las condiciones y circunstancias externas, entonces Dios verá nuestro corazón y nos dará bendiciones.

Satanás crea muchos problemas que pueden causar que desobedezcamos la voluntad de Dios y no podamos recibir sus bendiciones. No debemos quedar atrapados en las astutas trampas de Satanás. Dios hasta ahora trabaja en el cielo para dar bendiciones a sus hijos. Si los hijos de Dios en la tierra no llevan a cabo su voluntad, las bendiciones que Él ha preparado para sus hijos serán retiradas de ellos.

Esforcémonos en predicar el evangelio, pensando en el Padre y la Madre celestiales que todavía están trabajando arduamente para la salvación de nuestras almas. Como los que han sido llamados primero, siempre sirvamos a nuestros hermanos con alegría y demos un buen ejemplo de fe según la voluntad de Dios. Haciendo esto, guiemos a todos ellos, incluso a los que aún no han comprendido plenamente la verdad, al camino de las bendiciones para que puedan seguir la voz de Dios. Esto es lo que Dios quiere que hagamos como su pueblo bienaventurado.

La Biblia da testimonio de que muchos pensamientos hay en el corazón del hombre, mas el consejo de Dios permanecerá (Pr 19:21). Aunque haya muchas personas inteligentes reunidas, no pueden cumplir nada si Dios no lo permite. El evangelio del reino de los cielos no puede llevarse a cabo de acuerdo con los planes humanos, sino solo a través de la sabiduría de Dios, que administra todo el universo.

Ahora más que nunca, necesitamos las bendiciones del Padre y la Madre celestiales. Si recibimos las bendiciones de Dios, podemos cumplir la evangelización mundial. Hagamos todo lo posible por seguir las enseñanzas de Dios y ponerlas en práctica, para que todas las profecías puedan cumplirse de acuerdo con su voluntad. Me gustaría pedirles de nuevo que den gracias a nuestro Padre y a nuestra Madre celestiales por guiarnos siempre por el camino al cielo, sin culparnos aunque somos imperfectos en muchos aspectos, de modo que todos podamos nacer de nuevo como el pueblo bendito y participemos en la gran obra del evangelio de Dios.