¿Cómo podemos llevar mucho fruto?

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Recientemente Dios nos permitió llevar abundantes frutos del evangelio en Sion. Con gran entusiasmo, nuestros hermanos y hermanas están proclamando las buenas nuevas del reino; dondequiera que se predica el evangelio, se llevan buenos frutos. Ellos oran y piden seriamente a Dios que les permita llevar más fruto.

Si queremos llevar fruto, tenemos que hacer la voluntad de Dios sobre todas las cosas. Dios nos ha enseñado que podemos llevar muchos más frutos cuando nuestra naturaleza cambia, y que así podemos ser agradables a Dios.

Recordando esto, averigüemos más acerca del secreto para llevar muchos buenos frutos.

Permanezcan en Dios

A través de la parábola de la vid, Jesús nos enseñó el secreto para llevar fruto; él nos dijo que podemos llevar mucho fruto al permanecer en Dios.

『Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. […] En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.』Jn. 15:1-8

Llevar mucho fruto es algo hermoso ante los ojos de Dios. Dios es glorifi cado cuando llevamos mucho fruto, como Jesús dijo.

Debemos esforzarnos por predicar el evangelio a los fines de la tierra, para que podamos llevar fruto. El evangelio es perfecto; tiene el poder de salvar a toda la gente del mundo. Sin embargo, si nosotros, que somos ministros del evangelio, no nos parecemos a Cristo en nuestra naturaleza, sino que continuamos siendo mundanos, la gente no responderá con gracia al evangelio que les prediquemos.

Pensemos en cómo hacer que la gente sienta nuestra predicación con gracia. Si la mejor agua de fuente se coloca en un vaso sucio, ni siquiera un hombre sucio querrá beberla. El evangelio tiene un valor muy alto y es de fina calidad. Si no llevamos una vida digna del evangelio, ¿cómo podrán valorarlo los que lo oigan?

Ahora, debemos prepararnos como ramas que pueden llevar mucho hermoso fruto ante los ojos de Dios. Pensemos acerca de la paciencia, una de las características que debemos tener.

Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas

Jesús mostró muchos tipos de fe a través de la parábola del sembrador, y enseñó que podemos llevar fruto con paciencia.

『Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. […] Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.』Lc. 8:11-15

La semilla de junto al camino, o sobre la piedra, o entre espinos, no puede llevar fruto. Pero la semilla en buena tierra da fruto; esta representa a los que tienen un corazón noble y bueno, que oyen la palabra de Dios y la guardan, y llevan fruto con paciencia. Sin perseverancia, no podemos ser como la buena semilla que lleva fruto, cual a ciento, cual a sesenta, y cual a treinta por uno.

『Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.』Lc. 21:10-19

『[…] porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.』He. 10:32-36

Los buenos frutos pueden llevarse con paciencia. Después de sembrar una semilla, el campesino debe esperar pacientemente hasta que lleve fruto. Sin paciencia no puede obtener frutos. Así como el campesino tiene que esperar que la semilla brote, florezca y dé fruto, nosotros debemos tener paciencia.

Dios nos ha prometido la vida eterna (1 Jn. 2:25). Para recibir el cumplimiento de esta promesa, necesitamos ser pacientes. Como hijos de Dios, tenemos que llevar hermosos frutos con paciencia, para que Dios sea glorificado y podamos tener parte en la vida eterna.

El que fácilmente se enoja hará locuras

La paciencia tiene muchas facetas. En particular, controlar la ira da como resultado el hermoso fruto del Espíritu: amor y paz. Tenemos que practicar la paciencia y vivir en paz, haciendo a un lado cualquier enojo, tanto en casa como en la iglesia. Cuanto más pacientes seamos, más frutos llevaremos.

『El que fácilmente se enoja hará locuras; y el hombre perverso será aborrecido.』Pr. 14:17

『El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad.』Pr. 14:29

『Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad.』Pr. 16:32

El libro de Proverbios nos dice repetidamente que el que fácilmente se enoja hace locuras. El que se enoja rápidamente comete locuras, y después se siente culpable y se arrepiente. Podemos dar más gloria a Dios cuando tenemos paciencia y autocontrol sobre nuestra ira.

Dios es tardo para la ira. Él es la vid, y nosotros somos los pámpanos. Si nos enfadamos rápidamente, ¿cómo podremos decir que somos sus pámpanos?

Jesús dijo que podemos llevar mucho fruto porque permanecemos en él. Por eso, si queremos llevar fruto, tenemos que participar en la naturaleza de Dios controlando nuestra ira.

Si somos puestos en situaciones que son difíciles de soportar, controlémonos contando hasta diez. No podemos evitar las situaciones que nos irritan, pero sí podemos soportarlas. El que tarda en airarse es grande de entendimiento.

Cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio

Dios quiere que sus hijos participen en su naturaleza divina (2 P. 1:4). Él nos advierte que si no participamos en su naturaleza divina, y nos entregamos a la naturaleza mundana y pecadora, nunca entraremos en el reino de Dios.

『Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.』Mt. 5:21-22

Jesús dijo que cualquiera que se enoje contra su hermano o lo insulte, irá al fuego del infierno. Dios nos hizo esta advertencia con el fin de que no perdamos nuestra salvación. Él refina nuestros corazones para hacer nuestra salvación completa; debemos entender la voluntad de Dios y obedecerlo.

Es el tiempo de participar en la naturaleza divina, amándonos unos a otros. El reino de los cielos no le pertenece al que tiene la naturaleza humana y un temperamento fiero.

『No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras, y tomes lazo para tu alma.』Pr. 22:24-25

『El de grande ira llevará la pena; y si usa de violencias, añadirá nuevos males.』Pr. 19:19

Dios nos dice que no hagamos amistad con el iracundo. Aunque lo saque mos de una situación difícil, se enojará de nuevo y se ofenderá repetidamente.

El que se enoja, actúa con locura, perdiendo la calma y el control de sí mismo.

La ira es locura, y es la causa de la destrucción

Naamán, general del ejército del rey de Siria, apenas pudo evitar el cometer una locura, al aceptar el consejo de sus criados.

『Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, […] Y se volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.』2 R. 5:1-14

Cuando Naamán fue a Israel buscando una cura para su lepra, Eliseo no salió a recibirlo, sino que tan solo le envió un mensaje. Entonces Naamán se fue enojado. Se enojó y perdió la calma con la mínima provocación. Afortunadamente, sus criados usaron palabras sabías para persuadirlo de obedecer la instrucción de Dios, y así fue curado de su lepra.

La ira nos hace perder el sentido y la razón. Por eso Dios pone énfasis en que un hombre necio se enoja rápido.

Desde ahora, no cometamos más esa locura. Dios dijo: “Ama a tu prójimo”, “ama a tu hermano como a ti mismo”. Recordando siempre esta palabra, removamos la locura de la ira con el amor.

El rey Saúl es un ejemplo de ira que causa locura.

『Aconteció que cuando volvían ellos, cuando David volvió de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David. Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte de Dios tomó a Saúl, […]』1 S. 18:5-1

Saúl se sintió disgustado y enojado porque el pueblo alababa a David más que a él. Sintió celos de David y el Espíritu de Dios salió de él, y un espíritu malo lo tomó.

Finalmente Saúl perdió la gracia de Dios y murió miserablemente. La Biblia dice que Dios se arrepintió de haber puesto a Saúl por rey (1 S. 15:35).

La ira fue la causa de toda su miseria.

El amor no se irrita

El amor es sufrido y benigno. No tiene envidia, mas se goza de la verdad. Tenemos que regocijarnos con nuestros hermanos y hermanas, deseándoles el bien sinceramente. Si alguno de nuestros hermanos prospera, nuestro Padre y nuestra Madre son glorificados, ¿no es así?

Los hijos de Dios deben tener no solo una buena fe, sino también una buena personalidad. Así como nuestra Madre nos ha enseñado, tengamos un corazón como un amplio mar, para que podamos cubrir los errores de nuestros hermanos y hermanas.

『Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque persiguió a espada a su hermano, y violó todo afecto natural; y en su furor le ha robado siempre, y perpetuamente ha guardado el rencor.』Am. 1:11

Dios no se agrada con los que se enojan fácilmente; él traerá su ira y castigo sobre ellos.

Removamos de nuestro corazón todas las impurezas mundanas. Algunos incluso se gozan en la desgracia de los demás, viéndolo como una oportunidad para su propio beneficio. Pero nosotros no debemos ser así. Todos somos uno en Cristo. Nosotros, miembros de la familia celestial, recibimos la enseñanza de amarnos unos a otros, y no de enojarnos unos con otros.

『Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.』Stg. 1:19-20

Como está escrito, la ira del hombre no obra la justicia de Dios. El amor no se irrita fácilmente (1 Co. 13:5). De acuerdo con la enseñanza de nuestro Padre y nuestra Madre celestiales, con nuestra esperanza puesta en el cielo, participemos todos en la naturaleza divina, para que podamos ser hermosos hijos de Dios, poniendo toda diligencia para añadir a nuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor (2 P. 1:4-8).

Lleven frutos con paciencia y amor

Recientemente un estudio científico examinó los cambios físicos en 12 parejas profundamente enamoradas. Según el reporte, los niveles de testosterona decrecían rápidamente en los hombres, mientras que se elevaban en las mujeres. El equipo científico explicó este fenómeno físico como un proceso de asemejarse al otro. Cuando nos amamos unos a otros, experimentamos cambios en nuestros cuerpos para parecernos unos a otros.

El amor es tolerante hacia los demás y mantiene un temperamento regular. No debemos enojarnos cuando somos rechazados. Si insistimos en nuestro propio camino, se levantarán la ira y la disensión. Pero si nos controlamos y aceptamos las ideas de los demás, se levanta el consenso y en consecuencia podemos obedecer el mandamiento de Dios: “Amaos unos a otros”.

Todos somos hermanos y hermanas a quienes el Padre y la Madre celestiales han salvado al sacrificarse. Si un hermano no sabe cómo hacer algo, enseñémosle y ayudémoslo a hacerlo bien. Y si él es mejor que nosotros, felicitémoslo y alentémoslo. Haciendo esto, todos nos pareceremos a Dios y seremos sin mancha ni defecto.

La ira nos aleja de Dios, y hace que un espíritu malo entre en nosotros. Cuando vencemos la ira, podemos permanecer en Dios y llevar muchos frutos que agraden a Dios. ¡Queridos hermanos y hermanas de Sion, llevemos todos muchos bellos frutos con paciencia y amor!