Vístanse la ropa de bodas

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Existen muchas cosas que debemos preparar ordenadamente para entrar en el reino de los cielos. Y una de ellas es “el traje de bodas”. La Biblia menciona que el traje de bodas es las acciones justas de los santos (Ap. 19:8).

Podemos utilizar ropa deportiva o pantalones cortos en casa. Pero si somos invitados a la residencia presidencial como Cheongwadae (Casa Azul) o la Casa Blanca, ¿acaso podríamos ir con un traje informal? El que no tuviera un traje formal, prepararía uno inmediatamente.

De la misma manera, los que quieran ir al reino de Dios no deben vestirse la ropa que solo pertenece a la gente del mundo. El pueblo de Dios debe vivir de una manera más santa y justa que cualquier otra persona del mundo. Ya que somos invitados al reino de los cielos, a partir de ahora debemos preparar adecuadamente nuestro traje para entrar en el reino de los cielos.

El banquete de bodas celestial es solo para el que se viste de bodas

Jesucristo nos enseñó qué tipo de personas pueden entrar en el reino de los cielos, a través de la parábola del banquete de bodas. En la parábola podemos ver la escena donde solo a los que han sido invitados y escogidos por Dios, se les permitió entrar en el banquete de bodas celestial. Los que han sido invitados pero no fueron escogidos, son los que no usaron el traje de bodas.

“Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. […] Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Más él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.” Mt. 22:1-14

No solo debemos asistir al banquete de bodas celestial sin falta, sino que debemos enviar la carta de invitación de Dios a muchas personas, para que ellos también puedan participar en este alegre banquete. Invitar a la gente a venir al banquete de bodas celestial es predicar las buenas nuevas.

El matrimonio es un acontecimiento tan importante y alegre que puede ser llamado “el evento más importante de nuestra vida”. Los que son invitados a este evento de bodas tan importante, deben asistir con una ropa adecuada. No sería apropiado ir a la boda vestido de luto o en ropa deportiva, empapado de sudor.

¿Alguien puede entrar en el reino de Dios en trapos sucios? El que ha sido invitado al banquete de bodas debe prepararse adecuadamente para él. Aquel que no esté usando un traje de bodas, será expulsado del banquete de bodas.

Vístase de Cristo

No debemos ser los que no logren entrar en el reino de los cielos y sean arrojados a las tinieblas como resultado de no estar vestidos de bodas. Con respecto a la ropa de bodas que debemos usar para asistir al banquete de bodas, la Biblia menciona lo siguiente:

“porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” Gá. 3:27

Los que van a ir al reino de los cielos deben utilizar un traje de bodas. Usar el traje de bodas significa estar revestido de Cristo. Entonces, ¿qué significa estar revestido de Cristo? El libro de Gálatas describe el bautismo como estar vestido de Cristo.

El bautismo es el pacto hecho entre Dios y nosotros. Este no solo contiene la promesa de Dios a nosotros, que es el perdón de pecados y la salvación, sino también nuestra promesa a Dios: a partir de ahora, vamos a seguir el camino que Cristo recorrió, con el corazón de Cristo, aunque hasta ahora habíamos vivido según los deseos egoístas de la carne con una mente mundana. Según este pacto o promesa, vamos a seguir la vida de Cristo, teniendo el corazón de Cristo y poniendo en práctica sus enseñanzas. Esta es la manera de estar revestido de Cristo.

Estando revestidos de Cristo, debemos humillarnos aún más. Ya que somos pecadores que cometieron pecados desde el cielo, no tenemos nada de qué presumir acerca de nosotros mismos. Como el apóstol Pablo comprendió esto, consideró su aprendizaje o su linaje como nada y dedicó su vida al evangelio según el ejemplo de Cristo, diciendo que no tenía nada de qué gloriarse, sino de la cruz de Cristo (Gá. 6:14, Fil. 3:5-9).

“[…] Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;” 1 P. 2:19-21

Si no seguimos la vida de Cristo que se sacrificó para salvarnos, no somos diferentes de los que no conocen a Cristo. Dios nos ha permitido seguirlo a través de los pasos de Cristo y tener el corazón de Cristo, y también nos ha permitido correr hacia el fin de nuestra fe, que es entrar en el eterno reino de Dios en donde mora Cristo.

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Fil. 2:5-11

Cuando somos revestidos de Cristo, podemos ser parte de su gloria del cielo. Dios ha estado llevando a cabo su obra de la redención mediante tres épocas diferentes: la época del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo. Esto demuestra que el pueblo de Dios debe revestirse de Jehová en la época del Padre, y de Jesucristo en la época del Hijo.

En la época del Espíritu Santo, tenemos que revestirnos del Espíritu y la Esposa. En esta época, Cristo ha aparecido como el Espíritu y la Esposa, quienes dicen a los seres humanos que están esperando la salvación y el cielo: “Ven” (Ap. 22:17). Con el fin de recibir el agua de la vida y entrar en el eterno reino de los cielos, necesitamos revestirnos del Espíritu y la Esposa.

“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.” 2 Co. 5:4

Sin estar vestido de Dios, no hay manera de que nosotros, que somos mortales, recibamos la vida eterna. Dios es el único que posee la vida eterna; Dios es la fuente de la vida.

Lo que debemos hacer para vestirnos de Dios Padre y Dios Madre es tener la mentalidad del Padre y la Madre así como también aprender el camino del evangelio que Ellos han recorrido. Siguiendo totalmente los ejemplos del Padre y la Madre, vistámonos todos de Cristo de manera que podamos volver al eterno reino de los cielos.

Dios es amor

Con el propósito de vestirnos de Cristo, primero necesitamos aprender la naturaleza divina del Padre y la Madre. La Biblia nos muestra que Dios es amor.

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.” 1 Jn. 4:7-11

Ya que Dios es amor, amarnos unos a otros es la manera de vestirnos de Cristo. Como hijos de Dios, si amamos a nuestros hermanos como el Padre y la Madre nos aman, y seguimos su camino de sacrificio, podemos vestirnos del Padre y la Madre que son amor.

Los que no dan amor son los que no conocen a Dios, es por eso que actúan a su antojo. Si aún no hemos preparado nuestro traje de bodas para entrar en el reino de los cielos por nuestra impaciencia y mal humor, vistámonos del amor de ahora en adelante. Suavizando nuestras asperezas, tratemos de cambiar nosotros mismos para que podamos llenarnos del amor de Dios. En esta tierra, no podemos lograr nada sin esfuerzo. Espiritualmente es igual: necesitamos poner considerables esfuerzos y devoción para vestirnos el traje de bodas requerido para entrar en el reino de los cielos.

La Biblia dice: “Arrebatemos el reino de los cielos”, “Sé fiel hasta la muerte”. Sin olvidar estas palabras, tenemos que hacer todo lo posible por seguir el camino por el que Dios nos lleva. Ya que no podemos hacer nada con nuestras propias fuerzas, necesitamos la ayuda de Dios. Así que debemos hacer muchos esfuerzos y pedir la ayuda de Dios con todo nuestro corazón. Viendo nuestros esfuerzos, nuestro Padre y nuestra Madre nos permitirán usar el traje de bodas.

Preparemos nuestro traje de bodas con el corazón de amor. Como dice el refrán: “El benevolente no tiene enemigos”, la persona cuyo corazón está lleno de amor y misericordia, no tiene ningún enemigo. Cada uno de nosotros debe convertirse en ese tipo de persona.

Llevar fruto es importante, pero es más importante ayudar a ese fruto a crecer como un fruto de amor. Aunque llevemos frutos, si no les damos amor, no pueden madurar y simplemente terminan siendo paja. Ya que Dios es amor, si guiamos a los frutos con amor, pueden ser frutos que tengan parte con Dios.

Vistámonos con el amor de la Madre

La Biblia menciona que las cosas de esta tierra son figura y sombra de las cosas del cielo. En este mundo, el amor de una madre es el amor más grande de todos.

Los científicos dicen que las mitocondrias que son esenciales para la vida, se transmiten únicamente de una madre a sus hijos. Y no solo la vida, sino también el amor se transmite a través de la madre. Hubo un experimento que se llevó a cabo en un laboratorio de ciencias: cuando unos ratones recién nacidos fueron colocados al lado de una ratona que nunca había parido, ella no quiso hacerse cargo de ellos aunque lloraban todo el tiempo. Sin embargo, al inyectarle la sangre de una madre ratona, que ya había parido unos días atrás, algo muy asombroso ocurrió. A partir de entonces, comenzó a tener interés en los pequeños ratones y tuvo más cuidado de ellos, manteniéndose siempre a su lado.

De nuestra parte, necesitamos tener la mentalidad de Dios. Debemos tener no solo el corazón de Dios Padre, sino también el corazón de Dios Madre. Todos preparemos nuestro traje espiritual. En la parábola del banquete de bodas, el hombre que no estaba vestido de bodas fue echado fuera. Esto muestra que si uno no está vestido de Cristo, es decir, si no está vestido de Dios Padre y Dios Madre, será echado a las tinieblas. Somos los hijos del cielo que hemos heredado la sangre de Dios Padre y Dios Madre, que son el amor.

El comportamiento de la ratona sufrió un cambio de 180 grados cuando recibió la sangre de una ratona madre. Todos nosotros tenemos la sangre del Padre y la Madre, la cual circula en nosotros. Por eso debemos cambiar totalmente, de modo que podamos estar llenos de amor. Guiemos a todas y cada una de las almas que nos rodean al camino de la bendición, y démosles el amor de Dios, para que podamos ir todos juntos al reino de los cielos.

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” 1 Co. 13:1-7

El amor es el traje de bodas más importante y esencial que debemos preparar. Las palabras sin amor son vacías y sin sentido. Sin amor, todo es en vano.

El amor es sufrido, es benigno, y no tiene envidia. Esto no significa que el amor soporte todo a ciegas. El amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. El amor no se envanece ni se irrita, y el amor no guarda rencor.

Debemos practicar esta forma de amar. Si no ponemos en práctica el amor, no seremos distintos de los que no conocen el amor. Debemos examinarnos para ver si estamos viviendo una vida de fe de acuerdo con las enseñanzas de Dios. Si hay algo que no estemos poniendo en práctica, démonos prisa en hacerlo desde ahora.

Incluso las personas del mundo mencionan que el momento más feliz para ellos es cuando dan y reciben amor de otros. Nuestra vida de la fe es igual. Debemos tener la voluntad de preparar el traje de bodas y realizar un esfuerzo. Tratemos de estar cada vez más cerca de nuestros hermanos y comunicarnos de la mejor manera con ellos. Debemos ser pacientes y considerados unos con otros, de modo que no nos arrepintamos de lastimarnos o lastimar a los demás debido a nuestros problemas de comunicación.

El Padre y la Madre son amor. No obstante, si estamos vestidos de odio, envidia, celos e ira, no podremos entrar en el reino de los cielos. La sangre de una madre contiene la sustancia que permite tolerar y abrazar todas las cosas con amor. Ya que también hemos recibido la sangre y el corazón de nuestra Madre, debemos manifestar su amor a todos nuestros hermanos y a nuestro prójimo.

Examinándonos constantemente para ver si estamos revestidos de Cristo, es decir, si estamos siguiendo la vida de Cristo, debemos llevar a cabo la obra de salvar almas con amor y ansiedad en nuestro corazón. Si todos llegamos a tener el corazón de la Madre y nos revestimos de Ella, el mundo entero rebosará de amor y la agradable voluntad de Dios se cumplirá rápidamente en esta tierra. Hermanos de Sion, vistámonos todos del amor y entremos juntos en el eterno reino de los cielos.