Jesús hizo que cinco mil varones comieran suficientemente con cinco panes de cebada y dos pececillos en el otro lado del mar de Tiberias. La gente se admiró y siguió a Jesús incluso hasta Capernaum, entrando en las barcas.
—Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
—Me buscáis, porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece.
—¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?
—Creed en mí.
Ante las palabras de Jesús, la multitud le pidió una señal a través de la cual pudieran creer en Él.
—Nuestros padres comieron el maná dado del cielo en el desierto. Si nos muestras la misma señal milagrosa, creeremos en ti.
—Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre. De cierto os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
Ante las palabras que no podían entender, la gente comenzó a murmurar.
—¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?
—¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Muchas personas que seguían a Jesús, llamándose “discípulos”, quedaron muy decepcionadas y lo dejaron. Los que se quedaron fueron solo los doce.
—¿Queréis acaso iros también vosotros?
Jesús preguntó a los doce. Pedro le respondió.
—Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Al ver el milagro de alimentar a cinco mil personas con cinco panes y dos peces, los judíos quisieron hacer rey a Jesús con la expectativa de que podrían comer hasta saciarse sin tener que trabajar nunca más. Ya que solo se centraron en sus deseos físicos, no pudieron comprender en absoluto las palabras de vida eterna de Jesús.
A diferencia de los judíos que volvieron atrás y ya no andaban con Jesús, los discípulos no tenían razón para dejarlo, ya que sabían que Él tenía lo que es más importante que el alimento para la vida física.
—¿Queréis acaso iros también vosotros?
Si Dios pregunta esto, los santos que guardan el nuevo pacto con la esperanza de la vida eterna, responderán lo mismo que Pedro.
—¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.