El hombre ante la naturaleza

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El Himalaya es llamado el techo del mundo. Aunque han transcurrido más de sesenta años desde mayo de 1953, cuando el alpinista neozelandés Edmund Hillary dejó las primeras huellas en el monte Everest, que se encuentra a 8848 metros sobre el nivel del mar, el Himalaya sigue siendo llamado el reino divino, ya que es muy difícil acercarse a él.

Además de peligros como empinados acantilados de hielo, impredecibles avalanchas, grietas (fisuras profundas en la superficie de los glaciares) ocultas como minas, y el mal de altura, también está la zona de la muerte por encima de los 8000 metros sobre el nivel del mar, donde el oxígeno se reduce a un tercio debido a la baja presión del aire, la temperatura desciende hasta llegar a estar entre 30 y 50 ºC bajo cero, y todas las partes expuestas del cuerpo sufren de congelación.

Muchos alpinistas no han podido bajar de la montaña debido a los extremos sufrimientos y todavía están durmiendo en el Himalaya. Los escaladores no usan la palabra “conquista”, puesto que comprenden que el hombre es un ser miserable delante de la naturaleza.

“¿Cómo pueden los seres humanos conquistar una montaña o la naturaleza? Subimos la montaña no porque la conquistamos, sino porque nos adaptamos a la naturaleza y la montaña nos acepta.” Um Hong-gil, alpinista coreano que logró escalar 16 picos del Himalaya, que están a aproximadamente 8000 metros sobre el nivel del mar