
Un hombre de mediana edad que cada día estaba cansado del aburrimiento, acudió a un consultor para recibir asesoramiento.
—No soy feliz en mi vida matrimonial. La relación con mi esposa no es mala, pero no tenemos nada de qué reírnos.
El consultor le hizo algunas preguntas. Supo que tenía un empleo estable y buena salud. Su esposa también parecía cuidar bien de la familia. Después de escuchar toda su explicación, el consultor preguntó:
—Ya veo. ¿Su esposa es buena cocinera?
—A veces me gusta su comida y otras no.
—¿Qué hace cuando le agrada su comida?
—Solo como.
—¿Y si le desagrada?
—Si está demasiado salado, le digo que está demasiado salado. Y si está desabrido, le digo que está desabrido.
—Entonces, de ahora en adelante, intente hacer lo contrario. Cuando le guste su comida, dígale que está deliciosa, y si le desagrada, no diga nada.
Desde que el hombre intentó hacer lo que le sugirió el consultor, ya no se aburría de su vida en casa.