Cosechando patatas

Kim Dong-ho, desde Tongyeong, Corea

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El domingo 25 de mayo, salimos para ayudar en un campo de patatas ya que era estación de la cosecha. Como pueden ver en todas partes del país, las aldeas agrícolas están escasas de personal durante su estación ocupada. Por eso no podíamos perder la oportunidad de ayudarlos.

Cerca de treinta miembros entre señores y estudiantes que dispusieron de tiempo en su día de descanso, así como señoras, se reunieron en Sion desde muy temprano. Partimos hacia un campo de patatas localizado en Boepsong-ri, Dosan-myeon. El clima estaba nublado pero nos sentimos frescos como si estuviéramos en un día de campo.

El campo de patatas estaba inclinado a los pies de una montaña. Como se pronosticaba una lluvia en la tarde, decidimos terminar lo más pronto posible, y nos dimos prisa en el campo después de bajar del vehículo.

Me quedaba sin aliento cuando subía y me preocupaba que los miembros se sintieran agotados incluso antes de comenzar el trabajo. Pero ellos todavía se veían muy frescos.

Antes de comenzar, el dueño del campo nos explicó brevemente el proceso de la obra: remover todos los tallos de las patatas y el vinilo que cubre el campo, arar la tierra con bueyes, recolectar las patatas y colocarlas en cajas y envolverlas. Todo era nuestro trabajo, excepto arar.

No era un trabajo duro, pero como yo no estaba acostumbrado a la agricultura, no me era fácil separar las patatas de calidad comercializable de las que no lo eran. Como se suponía que debía apartar las de baja calidad, tenía que mirar de cerca todas y cada una de las patatas.

Tenía que verificar si no estaban agusanadas o dañadas, o si eran pequeñas. Mientras hacía esto, llegué a pensar que Dios hará lo mismo cuando recoja el trigo en su granero celestial. Ya que solo los que sean sin mancha y maduros en la fe podrán entrar en el reino de los cielos, Él podría sentirse triste al ver que sus hijos son débiles. A través de la obra agrícola comprendí, al menos un poco, cómo se sentiría Dios, el Agricultor espiritual.

Terminamos el trabajo con gran velocidad. Cuando atravesamos el campo de patatas, que era de unos 1000 m2, y también otros campos pequeños, todo se completó. Afortunadamente no llovió; tuvimos una perfecta condición para trabajar porque las nubes ocultaban el sol.

Cuando los ancianos del pueblo nos vieron trabajando, nos felicitaron, recordando que fueron servidos en enero con el servicio de peluquería y una comida en nuestra iglesia. Se sintieron orgullosos de nosotros, diciendo que fuimos respetuosos con los mayores e hicimos bien el trabajo. Ellos prometieron visitar nuestra iglesia otra vez.

El servicio voluntario en el campo de patatas me dio entendimiento espiritual y duplicó mi orgullo. Lo que aprendí ese día llegó a ser un nutriente espiritual que me ayudará a esforzarme por no reducir el valor de mi alma, que es el fruto seleccionado. Doy gracias a Dios por permitirme tener un tiempo tan precioso, y estoy deseando que llegue el día en que crezca lo suficientemente maduro para entrar en el granero celestial.