El evangelio, un regalo de Dios para llenar mi fe débil
Uyanga Shar, desde Ciudad de México, México
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Sucedió cuando estaba asistiendo a una universidad en el extranjero. Cuando fui a Mongolia, mi país natal, para pasar mis vacaciones de verano, mi madre, que se había convertido al cristianismo, a menudo me predicaba la Biblia. Puesto que había crecido con las creencias budistas, no tenía idea de Dios ni de la Biblia. Pero poco a poco las palabras de la Biblia empezaron a captar mi atención. Finalmente acepté convertirme al cristianismo.
Después de graduarme de la universidad, mi esposo y yo tomamos la decisión de vivir en México. Al llegar a México necesitaba buscar una iglesia donde pudiera asistir. Un día recibí una llamada de mi madre. Ella me dijo que había encontrado la verdadera iglesia. Y me contactó con el pastor de la Iglesia de Dios en México.
El pastor vino a mi casa y nos enseñó la Biblia, pero como que las enseñanzas eran muy diferentes de las enseñanzas que habíamos aprendido antes, dudamos en aceptarlas. Sin embargo, no pude negar la existencia de la Madre celestial porque lo vi con mis propios ojos en la Biblia. Ese día, mi esposo y yo nos arrodillamos ante las palabras y recibimos a Dios Elohim.
Desafortunadamente, después que el pastor se fue, oí algunas difamaciones con respecto a la Iglesia de Dios. Me sentí confundida y tuve miedo al pensar que podría ir por el camino equivocado. Durante varios días no pude dormir y lloraba mucho. Los miembros de Sion trataron de ayudarme a corregir mis pensamientos equivocados con las palabras de la Biblia, pero rechacé rotundamente su petición de estudio. Poco después fui a Mongolia a pasar mis vacaciones.
En mi país natal, mi madre me pidió que escuchara las palabras una vez más. Aunque estaba molesta decidí escucharlos solo una vez más por respeto a mi madre. Dos hermanas muy amables respondieron cada una de mis preguntas con la Biblia y con mucha ternura y respeto. Después de un largo estudio, mis preguntas fueron respondidas poco a poco.
—Esta es definitivamente la verdad. ¿Cómo pude flaquear por esas difamaciones sin fundamento? —pensé.
El Día de Reposo y la Pascua eran definitivamente la verdad. Para mí, la cruz era una cosa sagrada y siempre la llevaba conmigo. Cuando me explicaron que no era más que un ídolo, me sorprendí mucho. Me arrepentí de haber hecho un juicio apresurado, sin tratar de confirmarlo a través de la Biblia.
Después, mi visión de la vida cambió por completo. Antes, mi sueño era abrir mi propia clínica. Planeaba disfrutar de mi vida al máximo ganando riquezas y fama por medio de mi trabajo, y ese plan no cambió incluso después de asistir a la iglesia protestante. Para mí, Dios era alguien en quien podía apoyarme cuando las cosas no salían bien, y sus palabras eran como leyes morales.
Después de comprender que Dios son mis Padres espirituales, y que se sacrificaron por mí hasta la muerte, ya no quería vivir solo para mi deseo por más tiempo. La parábola de Jesús del buen samaritano quedó grabada en mi corazón.
“Ve y haz tú lo mismo.”
Las palabras de Jesús: “Salven a las almas moribundas”, eran la orden de Dios Todopoderoso, y el camino para ir al cielo para mí. Yo no sabía qué era la predicación, cómo debía predicar ni qué significado y bendición estaban escondidos detrás de la predicación, pero predicaba a la gente una a una las cosas que había aprendido.
Al principio, pensé que salvar almas sería algo sencillo, porque cuando comencé a predicar llevaba muchos frutos. Pero estos no permanecían en la verdad. Al verlos alejarse de Sion por diferentes razones, derramé lágrimas amargas.
Estuve así cerca de un año y mi paciencia se agotó. No sabía dónde estaba el problema. Al poco tiempo tuve la preciosa oportunidad de predicar con los miembros de un equipo misionero de corto plazo de Corea. Aprendí muchas cosas de los hermanos que predicaban con tanta pasión y humildad.
La mayoría de los miembros coreanos no hablaban bien el español, y no conocían mucho sobre los mexicanos, no obstante guiaron a muchas personas a Dios. La diferencia entre ellos y yo era clara: ellos reconocían con humildad sus carencias y confiaban en Dios absolutamente, mientras que yo confiaba en mis propias habilidades. Ya que tenía confianza al enseñar la palabra de Dios, sentía que podía convencerlos con mis propias fuerzas.
Cuando compartimos un aroma de Sion, me arrepentí de mi arrogancia y autosuficiencia con lágrimas. Después de aquel día, comencé a predicar confiando solo en el poder de Dios, y las bendiciones llegaron una tras otra. Mis primeros frutos fueron una pareja: el hermano Felipe y la hermana Eridania.
Ellos estudiaban hasta altas horas de la noche, y en lugar de sentirse cansados nos agradecían por haberles permitido comprender la preciosa verdad. Ahora se han convertido en buenos obreros del evangelio y han guiado a la verdad a muchos miembros de su familia. La alegría que sentía cuando los veía era indescriptible.
Cuanto más predicaba el evangelio, más comprendía que salvar almas no dependía de las circunstancias o de los pensamientos de los hombres. Luego tuve la oportunidad de participar en otro equipo misionero de corto plazo. Prediqué junto con un hermano coreano que hablaba muy poco español, en un pueblo donde la tradición católica estaba muy arraigada.
Todas las casas tenían grandes altares de la virgen María y de los santos. En ese momento hacía frío y llovía mucho, y la reacción de la gente también era fría, por lo cual pronto me sentí cansada. El hermano que predicaba conmigo también sufría mucho.
Nos sentimos tristes y nuestros pasos eran pesados, pero continuamos predicando con perseverancia confiando que Dios nos consolaría con bonitos frutos. Entonces vimos una casa solitaria rodeada de césped. Como pensaba pasar de largo por causa de la hierba húmeda y el agua estancada, dudé. Pero finalmente decidimos ir a la casa y tocamos la puerta.
Nos atendieron unos ancianos muy amables que nos hicieron pasar a su casa. Era una familia muy numerosa y todos se sentaron en la mesa para escuchar la palabra de Dios. Finalmente todos recibieron una nueva vida. Más de diez personas recibieron la verdad. El siguiente día cuando fuimos a estudiar con ellos, nos estaban esperando otros hijos suyos, quienes también recibieron una nueva vida. ¿Qué habría sucedido si hubiéramos pasado de largo de su casa para no ensuciarnos y evitar la humedad, pensando: “Nadie ha aceptado la palabra. ¿Acaso será diferente en esta casa?”
De regreso a Ciudad de México después de la misión de corto plazo, tenía mucha preocupación por los hermanos, pues no habían estudiado profundamente la verdad. Pero gracias al Padre y a la Madre, los hermanos han crecido en su gracia. En verdad la obra del evangelio se hace por el poder de Dios. Esta obra se realiza de acuerdo con las profecías de la Biblia, incluso si yo no fuera una de sus obreras; no obstante, el Padre y la Madre me bendicen para servirles como su obrera. Les doy gracias sinceramente.
Unas cuantas experiencias participando en la misión de corto plazo, me hicieron comprender qué me faltaba, quién está en el centro de la obra del evangelio, y cómo se lleva a cabo esta obra. Basándome en este entendimiento, mi fe débil y escasa ha madurado poco a poco.
—La misión de predicar el evangelio se parece a la forma en que Noé construyó el arca —pensé.
Para mí, llevar a cabo la misión de los diez talentos, predicando el evangelio, no es diferente de la forma en que Noé construyó el arca; porque es difícil, pero posible para Dios.
Solo necesitamos entrenarnos y renacer para cumplir nuestro objetivo. En mi caso, tuve que cambiar mucho. Antes, no sonreía mucho, no era muy sociable y siempre quería evitar a la gente. Además, tenía un carácter áspero. Al poco tiempo de haber recibido la verdad, en una ocasión vi comportamientos groseros de mi hijo y me preocupé mucho. Me preguntaba dónde había aprendido ese mal comportamiento.
—Se parece a ti. Antes eras como él —me dijo mi esposo, ante lo cual quedé muy sorprendida.
Mi conducta no era lo suficientemente buena para entregar amor al mundo y cuidar de los hermanos y hermanas. Sin embargo, cambié al seguir la Lección de la Madre. Dar amor, sacrificarse, ser humilde, elogiar, servir, conceder, ser paciente y cubrir los errores de los hermanos y hermanas… Las lecciones de la Madre, que Ella misma nos ha dado como ejemplos, están cambiándome para hacerme digna de ir al cielo.
Todavía tengo muchas cosas que aprender. Pero Dios me refinará más a través de las cosas que experimente con quienes me encuentre. Sin quejarme, me humillaré y obedeceré la Lección de la Madre. Oro con ansiedad para que sus lecciones se muestren a través de mis obras, para que las personas de mi alrededor puedan entender el amor de la Madre a través de mí.
Hoy en día, muchas personas están corriendo a Sion gracias al cálido amor y el sacrificio de la Madre que está derritiendo el mundo congelado. Quiero cumplir el amor perfecto como la Madre hace. Oro ansiosamente poder comprender el corazón de la Madre que se complace más con la salvación de un alma, y me pareceré a Ella.
Madre, todos sus hijos e hijas de México y de todo el mundo estamos esperando ansiosamente el día en que vivamos con Usted para siempre en nuestro hogar celestial, sin separarnos de nuevo. Así como Noé fue paciente durante mucho tiempo y puso todo su esfuerzo para hacer el arca, pondré toda mi fe y amor en la finalización del evangelio.