El recuerdo del amor

Ryu Mi-gyeong, desde Busan, Corea

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Cuando era pequeña, siempre era la encargada de hacer los mandados de mi madre, ya que era la última de mi familia. Cuando mi mamá anotaba las cosas para comprar, yo iba por todo el mercado, cerca de mi casa, sosteniendo el papel en mi mano.

Un día, vi unos lindos cachorros que una señora de mediana edad estaba vendiendo. Los tres o cuatro cachorros que estaban en una pequeña caja tenían listones de diferentes colores en el cuello. Sus ojos y narices negros y redondos, y sus orejas ligeramente dobladas, eran muy adorables, por lo que me senté y comencé a acariciarlos, olvidando el mandado.

“Disculpe, señora, ¿qué edad tienen estos cachorros, y cuánto cuestan?”

Entre ellos, el que tenía un listón verde limón comenzó a seguir mi mano más que los demás. El cachorro tenía pelaje blanco en el pecho y las patas. Era adorable, por lo que le pedí a la señora repetidas veces que no lo vendiera hasta que yo regresara, y corrí rápidamente a casa.

“¡Mamá! ¡Mamá! ¡Una señora está vendiendo cachorros en el mercado, y son realmente bonitos! Uno de ellos tiene un listón verde limón y es el más lindo de todos. ¡Cuestan treinta dólares cada uno! ¡Comprémoslo y criémoslo!”

Inmediatamente mi mamá dijo que no. Hablando con exageración, me decía cien razones por las que no podíamos criar un perro, comenzando por: “¿Quién limpiará el excremento del perro?”. Le supliqué, pero fue inútil.

Me resentí y no dije una sola palabra. Me salté el almuerzo y la cena. Estaba un poco preocupada de que mi mamá se enfadara si seguía haciendo lo mismo, pero continué con mi obstinada actitud, pues los ojos del cachorro me miraban como diciendo: “Por favor, llévame”. Finalmente obtuve el permiso para comprar el cachorro.

Al día siguiente, fui al mercado. Afortunadamente el cachorro con el listón verde limón seguía allí esperando por mí. Lo llevé a casa, sosteniéndolo con fuerza, y primero preparé un lugar para él, y lo llamé Aarong. Desaté su listón y le puse una nueva correa roja.

Aarong me seguía dondequiera que iba, y me gustaba mucho. A veces hacía una carrera con él, y también lo llevaba al mercado.

Sucedió que cuando estaba camino al mercado, como siempre, para hacer los mandados, hice una carrera con Aarong. Él estaba corriendo conmigo hasta que llegamos a la entrada del mercado, pero de repente, me sobrepasó y corrió hacia alguna parte. Sorprendida, lo perseguí llamando su nombre. Afortunadamente paró dentro de poco frente a una señora y saltó hacia ella. Estaba confundida, pero pronto entendí la situación. Era su antigua dueña.

Luego, comenzó a correr hacia otro lugar. La señora miró sorprendida y dijo: “Oh, es increíble. Él no ha olvidado el lugar donde nació. Debe de estar yendo a ver a su madre”. Fuimos juntas detrás de Aarong.

Como imaginamos, fue a la casa de la señora donde estaba su mamá. Aarong y su mamá, quienes no se habían reunido por mucho tiempo, se reconocieron mutuamente, y frotaron sus rostros contra el pecho del otro agitando sus colas. Estaba indescriptiblemente conmovida.

Aún recuerdo vívidamente cómo Aarong no olvidó a su mamá, quien lo dio a luz, lo alimentó con leche y cuidó de él con esmero, y fue a reunirse con ella. En este mundo, hay muchos tipos de amor, pero creo que el mejor de todos es el interminable amor de una madre.

Estoy sorprendida por la increíble providencia de Dios, quien puso el amor que hemos recibido de la Madre en la naturaleza de toda la creación y nos ayuda a recordar y encontrar ese amor. Me he encontrado con la Madre celestial y estoy en sus brazos gracias a la profunda providencia de Dios. Ahora estoy verdaderamente agradecida y feliz.