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Sucedió en un cruce de caminos hace varios años. Tarde por la noche, un camión de carga que estaba estacionado en un camino inclinado frente a un centro comercial, de repente comenzó a moverse. Fue porque el conductor no había ajustado bien el freno de estacionamiento. El camión se deslizó lentamente cuesta abajo, comenzó a acelerar y se detuvo después de atropellar a una mujer de unos cuarenta años y chocar contra un centro comercial. La señora que había salido a comprar gimbap (comida coreana) con su hijo, fue aplastada por el camión sin tener tiempo de escapar.
Unos veinte ciudadanos que presenciaron el accidente corrieron hacia el camión sin dudar. Luego lo levantaron con todas sus fuerzas y salvaron a la señora. Les tomó cincuenta y cinco segundos rescatarla. Al ver que la señora era llevada a la ambulancia, los ciudadanos que participaron en el rescate siguieron su camino sin esperar nada a cambio.
Los que levantaron el camión no eran superhombres ni personas con fuerza hercúlea, sino gente común. Su buen corazón no pasó de largo de una persona moribunda y salvaron una vida que es más preciosa que cualquier otra cosa del mundo.