Hermana, perdóneme

Song Ji-su, desde Jeonju, Corea

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Una mañana, estaba retrasada. Salí de casa cuando ya casi se acercaba la hora de clases. Apresurándome con ansiedad, perdí el equilibrio en las escaleras. Afortunadamente, no resulté muy herida. En el hospital me dijeron que mejoraría pronto si me abstenía de las actividades, así que no creí que fuera un problema en mi vida diaria.

No obstante, a diferencia de lo que pensaba, mi vida se llenó de inconvenientes después de torcerme el tobillo. Los diez minutos que eran suficientes para ir a la escuela se volvieron veinte o treinta minutos, y era complicado usar las escaleras como antes. Además del dolor, era difícil hacer todo sin la ayuda de alguien, porque vivía sola.

Entonces mi hermana menor me llamó. Parecía que mi mamá le había contado lo sucedido y dijo que entendía cómo me sentía porque ella también se había lastimado antes, y me consoló con palabras reconfortantes. Mientras conversaba con ella, sentí ganas de llorar; la tristeza que estaba reprimiendo estalló y me sentí apenada por mi hermana al mismo tiempo.

Hace unos años, ella fue hospitalizada debido a que se lastimó en un accidente automovilístico. Durante ese tiempo, iba al hospital todas las mañanas para darle algunos bocadillos en nombre de mi mamá, quien estaba ocupada. Me sentía fastidiada por el recado ya que tenía que despertar más temprano de lo usual para pasar por el hospital. Incluso después de llegar, mostraba lo irritada que estaba. Aunque estaba de mal humor, ella siempre me sonreía.

Solo después de lastimarme, pude comprender qué inmaduras fueron mis acciones y palabras. Era ella quien debía sentirse irritada, pero yo me quejé por tener que despertar temprano. Mientras más pensaba en ello, más avergonzada de mí misma me sentía.

También pude reflexionar sobre mi estado espiritual. Comprobé si estaba siguiendo las palabras de Dios sobre amar a nuestros hermanos y hermanas como a nosotros mismos. Aunque pensé que estaba siguiendo las palabras de Dios, en realidad nunca expresé palabras de ánimo ni mucho menos mi simpatía hacia ellos cuando estaban enfermos o atravesando un momento difícil. A pesar de ser la mayor, era muy inmadura espiritual y físicamente.

Deseo cambiar a partir de ahora. Dado que he aprendido una lección valiosa, renaceré como una hermana mayor madura y confiable, y cuidaré de mis hermanos y hermanas menores espirituales y físicos con amor.