Mis dedos feos

Lee Je-bong, de Ciudad de Hwaseong, Corea

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—Desearía haberte encontrado antes, cuando sucedió eso. Debí haber hecho que te operaran…

Hoy también, los ojos de mi madre se llenan de lágrimas, mirando mis dedos.

Cuando era pequeño, mi madre se quedaba hasta altas horas de la noche en el frío invierno, preparando pastel de arroz para los feriados nacionales. Yo, un niño curioso de siete años, tomé a escondidas unos palillos de acero de la cocina, mientras mi madre estaba preparando la comida. Mientras llevaba los palillos de acero al dormitorio en silencio, me llamaron la atención dos agujeros pequeños en la pared. Los miré de cerca por un rato, y metí los palillos en esos agujeros. —¡Bum!

Sentí un gran impacto, como si alguien me hubiera golpeado la cabeza con un martillo. Después, lo que recuerdo vagamente sobre lo que sucedió es que yo estaba en brazos de mi madre y mis manos estaban en alcohol.

Recopilando información más tarde, me enteré de que sufrí una descarga eléctrica cuando metí los palillos de acero en el enchufe. Mi madre encontró demasiado tarde a su hijo menor, que yacía inconsciente con la electricidad fluyendo en el cuerpo debido a los palillos, que todavía sostenía con ambas manos. Pateó los palillos con fuerza para quitármelos.

Al ver mis manos quemadas, mi madre salió corriendo, llevándome en brazos y llorando. En aquel tiempo, mi casa estaba en un lugar muy remoto, sin vecinos a quienes pedir ayuda. Mi madre corrió durante un hora, llevándome en sus brazos, hasta llegar a la casa de la vecina más cercana.

La vecina se sorprendió al vernos irrumpir de repente, pero trajo alcohol para quitarme el calor de las manos. No había transporte para el hospital, ya que era muy de noche. Mi madre pasó toda la noche viendo mis manos y esperando que el alcohol me quitara el calor.

Tan pronto como amaneció, me llevó a un pequeño hospital en autobús. El médico examinó mis manos y le dijo que me llevara a un hospital especializado. Sin embargo, las circunstancias de mi familia no eran tan buenas como para llevarme a un hospital de ese tipo. Tuve que regresar a casa después de recibir un tratamiento simple. Después de eso, mi madre quería quedarse conmigo todo el tiempo, y me llevaba en su espalda incluso cuando salía al campo para trabajar.

A medida que el tiempo pasaba y las quemaduras sanaban, mis dedos comenzaron a cambiar. En mi mano izquierda quedó una pequeña marca de quemadura, pero el problema era mi mano derecha. El dedo medio se volvió más grueso, y la primera articulación de mi dedo meñique se dobló hacia adentro. El músculo debe de haberse contraído; no podía abrir la mano por completo. Mi madre se culpaba por no haberse esforzado para someterme a una cirugía.

Cuando estaba en la escuela, cada vez que mis compañeros se burlaban de mis dedos, llamándolos “dedos feos”, me avergonzaba y escondía mi mano derecha. Pero como sostenía un lápiz y practicaba dibujando todo el día para mover mi mano libremente, pude usarla sin problemas. Además, mis habilidades en el dibujo progresaron cada día. Luego, incluso escuché un elogio, que mi mano era perfecta para dibujar, porque mi dedo medio grueso no se cansaría de sostener el lápiz en un buen rato. Gracias a mis dedos feos pude conseguir un empleo de diseño.

Sin embargo, mi madre siempre dice: “Lo siento, lo siento mucho”, cada vez que mira mi mano. Ya no me avergüenzo de mi mano. Solo me avergüenzo de mí mismo y lamento haber hecho que mi inocente madre se disculpara toda su vida debido a mi acto imprudente e inmaduro.