Un fruto más dulce que la miel y más precioso que el oro puro

Iglesia de Dallas, TX, EE. UU.

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En la Sion de Dallas, tenemos un hermano señor que es bombero. Dado que es un bombero enviado asiduamente a escenas de accidentes, siente en carne propia la protección de Dios. Por eso ha estado predicando constantemente a sus compañeros de trabajo las buenas nuevas de salvación durante los últimos años. Sin embargo, la mayoría de ellos no querían escuchar lo que el hermano les predicaba, o discutían con él. Algunos se interesaban ​​en el estudio de la verdad, pero pronto cerraban sus corazones debido a la reacción negativa de las personas de su entorno.

El hermano se sentía muy desconsolado, pero al mismo tiempo ofreció un profundo agradecimiento al Padre y a la Madre por abrir sus ojos y oídos espirituales para comprender la verdad. Continuó intentando salvar a sus colegas por quienes se preocupa. A medida que el brote del coronavirus empeoraba, el hermano se sentía más ansioso por salvarlos.

Mientras predicaba con sinceridad la palabra a cada uno de sus compañeros de trabajo, un jefe mostró interés. Desde entonces, estudió en el trabajo durante el tiempo de descanso casi todos los días por tres semanas. Incluso participó en la reunión de estudio del área de señores que se realizó en línea debido a la COVID-19, y pudo sentir indirectamente la calidez de Sion. Y finalmente recibió la bendición de convertirse en hijo de Dios.

Le preguntamos cómo se sentía ahora que se había convertido en hijo de Dios. Afirmó: “Ni siquiera puedo describirlo. Se me puso la piel de gallina”, y luego nos hizo reír mostrando la piel de gallina en su brazo. El hermano ya está mostrando su ferviente voluntad de predicar.

“Había estado asistiendo a la Iglesia Católica durante cinco décadas, pero nunca supe que un misterio tan asombroso estaba escondido en la Biblia. Nadie puede enseñar esta verdad, excepto Dios. Realmente doy gracias a Dios por permitirme entender esta verdad. Quiero aprender las palabras de la verdad rápidamente y predicarle a mi familia y a otras personas.”

El hermano bombero, que guio un alma tan hermosa a Dios, no pudo ocultar su alegría después de llevar el primer fruto del evangelio en su trabajo. Aunque nadie escuchaba las palabras de la Biblia que predicaba, no se desanimó ni se rindió. En cambio, se armó de valor para predicar incluso a su jefe, cuyo rango es mucho más alto que el suyo. Nos sentimos profundamente conmovidos por su sinceridad.

A través de esto, Dios nos permitió comprender que sin duda podemos llevar fruto si no nos rendimos, y que el fruto de la paciencia es más dulce que la miel y más precioso que el oro puro. Muchos hermanos que se han esforzado por guiar a sus familias y conocidos por mucho tiempo, pudieron renovar sus fuerzas. Todos cumpliremos la misión del evangelio con una fe que no se rinde.