Dios nos ha salvado

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El tiempo no nos espera, y corre hacia la eternidad. Al mirar en el pasado, no debemos olvidar dar gracias y gloria a Dios por la salvación y su amor hacia nosotros.

Los hijos no saben cuánto se sacrifican sus padres por ellos. Incluso cuando han crecido, olvidan fácilmente el amor a sus padres, como si hubieran crecido por sí mismos, sin la dedicación de ellos.

De la misma manera, los hijos de Dios difícilmente podemos comprender cuán largo, ancho, alto y profundo es el amor de nuestro Padre y nuestra Madre celestiales, que nos han dado la vida eterna y nos guían al reino de los cielos. Como hijos celestiales, debemos comprender el abundante amor de Dios que ha salvado nuestras almas, y darle gracias estando siempre gozosos.

La amplitud y profundidad de la gracia de la salvación de Dios

Supongamos que un hombre empleó todas sus fuerzas para salvarnos de ser arrastrados por una inundación. Todos estaban tan solo mirando cómo estábamos a punto de morir, sin preocuparse, pero él ni siquiera pensó en su propia seguridad y nadó hacia nosotros en contra del agua. En dicha situación, ¿qué deberíamos sentir hacia la persona que nos salvó la vida?

Supongamos que unos niños se estaban asfixiando en una casa en llamas. Nadie se atrevía a entrar en la casa para salvar a los niños, por temor de poner en riesgo su propia vida al entrar. Entonces un hombre corrió adentro atravesando el fuego, para salvar la vida de los niños. Afortunadamente, todos salieron ilesos, pero el hombre se hirió cuando saltó por la ventana después de rescatar a los pequeños, y tuvo que ser hospitalizado para tratar sus heridas. Además, no pidió ninguna recompensa o pago. Pero cuando los niños crecieron, olvidaron cómo tal hombre los había rescatado, traicionando incluso a su benefactor. En este caso, ¿qué fallo emitiría usted si fuera un juez? Si una persona no es agradecida con su benefactor, merece ser culpado por todas las personas y ser castigado severamente, ¿no es verdad?

Dios nos ha concedido una gracia mucho más grande: la bendición de la salvación. Como dice la Biblia: “La paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23), nosotros estábamos destinados a morir por haber pecado en el cielo, y fuimos arrojados a esta tierra. Cuando nadie se preocupaba por estos pecadores y tan solo nos miraban, solo Dios se preocupó por la seguridad de nuestras almas y hasta vino a esta tierra a salvarnos.

Los seres humanos estamos obligados a ser agradecidos con la persona que haya salvado nuestra vida física, aunque nuestra vida sea corta, y a no olvidar a nuestro benefactor nunca en la vida. Entonces, ¿cómo podríamos traicionar a nuestro Benefactor que nos dio la vida eterna a los que estábamos condenados a morir eternamente?

Dios es nuestro Benefactor que nos ha salvado. La vida que Dios nos ha dado no es temporal, sino eterna. Solo para salvar a sus hijos condenados a sufrir el castigo del fuego eterno en el infierno, él vino a este mundo lleno de pecado y nos salvó, permitiéndonos su carne desgarrada y su sangre derramada por nosotros.

No obstante, la mayoría de los seres humanos no son conscientes de la gracia de Dios, y no lo buscan. E incluso nosotros, los hijos de Dios, no hemos entendido completamente el amor sacrificado de Dios, como la Biblia dice: “Cada cual se apartó por su camino”, y: “No lo estimamos” (Is. 53:3-6).

El verdadero significado de la pascua del nuevo pacto

No debemos olvidar el amor de Dios, ni traicionar neciamente al Salvador de nuestra vida o volvernos de su amor.

Escribiendo de nuevo el amor de Dios en nuestros corazones, encontremos en la Biblia a Dios nuestro Benefactor, que ha librado nuestras almas de la muerte eterna.

『Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.』 Jn. 6:53-57

¿Quién sobre la tierra se sacrificaría voluntariamente para salvar a los pecadores, dándoles su propia carne y sangre? Sin embargo, Dios mismo ha llegado a ser una promesa de salvación por nosotros, sacrificándose en lugar de nosotros. Él nos ha liberado de la muerte eterna al darnos a comer su carne rasgada, y a beber su sangre derramada por nosotros. Con este gran sacrificio de amor para la expiación de nuestros pecados, Dios nos ha liberado del pecado y nos ha sacado de la sombra de muerte.

『El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decid-le: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. […] Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.』 Mt. 26:17-19, 26-28

En la pascua, Jesús dio pan a sus discípulos, diciendo: “Esto es mi cuerpo”, y también les ofreció vino, diciendo: “Esto es mi sangre”. Y les dijo que recordaran su santo sacrificio cada vez que comieran el pan y bebieran el vino (Lc. 22:19-20, 1 Co. 11:23-26).

No solo debemos regocijarnos de haber recibido la vida eterna por comer del pan y beber del vino de la pascua, sino que en ellos debemos encontrar a nuestro Padre y a nuestra Madre que nos dan su preciosa carne y sangre y nos cuidan constantemente con ojos llenos de compasión y piedad. Dios Padre y Dios Madre se han sacrificado por nosotros, como el cordero de la pascua. Ellos nos han dado a comer su carne y a beber su sangre, y como resultado de tan grande sacrificio nos han salvado a sus hijos. No debemos olvidar el precioso amor de nuestro Padre y nuestra Madre.

El entendimiento de los apóstoles

El apóstol Pablo comprendió rápidamente el amor sacrificado de Cristo. Aunque nunca se encontró con Jesús cara a cara, él recibió a Cristo cuando oyó su voz en el camino a Damasco. Después de recibir la verdad, él comprendió que Cristo había soportado el dolor de la cruz para salvarlo, y escribió su firme decisión de nunca traicionar el amor y la gracia de Cristo, en el libro de Romanos.

『¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? […] Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.』 Ro. 8:35-39

El apóstol Pablo entendió el sublime amor de Dios, por eso nunca traicionó su amor. Él comprendió que no era nada, y lo tuvo todo por basura, incluso su honra terrenal, sus riquezas y sus logros académicos. Llevando las marcas del sufrimiento de Cristo, él trabajó muy duro por los hermanos y hermanas, y jamás descuidó la predicación del evangelio que Cristo le había confiado.

『Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. […] De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.』 Gá. 6:14-17

Pablo comprendió qué clase de sacrificio había hecho Cristo para salvarlo, y consideró su vida como nada, solo para salvar a su prójimo y al mundo. Cinco veces recibió cuarenta azotes menos uno, tres veces fue azotado con varas, una vez apedreado, tres veces padeció naufragio, una noche y un día estuvo como náufrago en alta mar, y atravesó toda clase de peligros. A pesar de todas estas aflicciones, no dudó en predicar el evangelio en obediencia a la voluntad de Cristo.

Así también fue Pedro. Él comprendió que Cristo era el Salvador de su vida y determinó obedecer su santa voluntad hasta el fin. Cuando las más de cinco mil personas que seguían a Jesús al ver los milagros y señales que hacía, se volvieron y ya no le seguían, Jesús preguntó al resto de discípulos: “¿Queréis acaso iros también vosotros?” Entonces Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. 6:66-68).

Como ellos, nosotros debemos comprender plenamente el amor de Dios. Apóstoles como Pedro y Pablo dejaron todas las cosas y se dedicaron con pasión a predicar el evangelio. Sin el mismo entendimiento que tuvieron los apóstoles, caminaremos lejos de la fe y no tendremos una fe verdadera, teniéndola como un mero ornamento. Cuando comprendamos profundamente el amor de Cristo y permanezcamos en la fe, podremos ver a Dios.

Cristo ha venido por segunda vez para salvar a sus hijos

Nuestro Padre y nuestra Madre celestiales, que son los Salvadores de nuestra vida, han venido a esta tierra en carne por segunda vez, para salvarnos.

『Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.』 He. 9:27-28

Estaba profetizado que Cristo vendría a esta tierra por segunda vez para salvar las almas que, de haber sido dejadas solas, habrían muerto. El profeta Isaías describe el proceso por el cual Dios salva a sus hijos cuando viene a esta tierra por segunda vez, como sigue:

『Y Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados, de gruesos tuétanos y de vinos purificados. Y destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. Destruirá a la muerte para siempre […]. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.』 Is. 25:6-9

El “vino refinado” con el que Dios destruye a la muerte para siempre, significa el vino de la pascua prometido por Cristo. Fue nuestro Dios quien nos sacó de la sombra del pecado y de la muerte, y nos guió a la vida eterna mediante la pascua del nuevo pacto.

La pascua es el día en que Dios nos da vida al darnos a comer su carne y a beber su sangre. Para nosotros, este es el día de gozo en que recibimos la vida eterna, pero para nuestros Padres celestiales, es el día más doloroso. A través del sufrimiento y el sacrificio extremos de nuestro Padre y nuestra Madre celestiales, somos curados y disfrutamos de la paz.

Predicamos no solo la ceremonia en que se come el pan y se bebe el vino de la pascua, sino también el amor de nuestros Padres celestiales que se han sacrificado para salvar nuestra vida. Este es el verdadero evangelio.

『Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.』 Ap. 22:17

Para guiar a la vida a los que viven en la sombra de muerte, el Espíritu y la Esposa han venido a esta tierra en los últimos días, en la época del Espíritu Santo. Dar vida es imposible sin dolor y sacrificio extremos. Por eso Dios asemejó el sufrimiento del proceso de salvar un alma, con el dolor de un nacimiento. Con esto, Dios nos enseña que, así como un niño nace a través de la agonía del nacimiento, del mismo modo una vida espiritual puede nacer a través del sacrificio.

Den gracias, gloria y honra a Dios

Debemos proclamar a todas las naciones del mundo el maravilloso amor y sacrificio del Espíritu y la Esposa, que nos han salvado. Ninguno de nosotros debe olvidar su amor o murmurar en contra de ellos, en lugar de dar gracias. Averigüemos en la Biblia cuál es la voluntad de Dios para nosotros.

『Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal.』 1 Ts. 5:16-22

Estar siempre gozosos, orar sin cesar, dar gracias en todo, no olvidar al Salvador de nuestra vida; realmente esta es la voluntad de Dios para nosotros. El Salvador vino para dar vida al mundo, pero el mundo no lo recibió, sino que lo rechazó y traicionó, en lugar de darle gracias. Aun en esta situación, Dios soportó en silencio todos los dolores del nacimiento para la salvación de nuestras almas. Él nunca nos pidió algo para su propio beneficio, solamente nos dijo que vivamos de acuerdo a la Biblia y tengamos la mente lo suficientemente amplia para abrazar al mundo entero como un océano, considerando a los demás mejores que nosotros.

Ya que nuestro Padre y nuestra Madre celestiales nos aman más que a sí mismos, soportaron voluntariamente la agonía de la cruz en lugar de nosotros, pecadores rebeldes. No debemos olvidar su amor. El reino de los cielos es para los que constantemente dan gracias a Dios por su amor. Es por esto que en el cielo, todas las huestes celestiales y ángeles siempre dan gracias y gloria a Dios sinceramente y de corazón.

『Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.』 Ap. 4:9-11

Las palabras no pueden expresar completamente las profundidades del precioso sacrificio de Dios. Visto desde el cielo, el sacrificio de Dios está mucho más allá de nuestra comprensión. Solo Dios puede hacer realidad la gran obra de salvar almas con el amor infinito. Por esta razón los seres espirituales del universo dan gracias, alabanza, gloria y honor solamente a Dios.

Pensemos acerca de por qué el apóstol Pablo era tan fiel al evangelio, y por qué Pedro siguió a Cristo hasta el final, hasta ser martirizado y crucificado de cabeza. Entendiendo la gracia del Espíritu y la Esposa que nos han salvado, obedezcamos su voluntad y seamos la sal y la luz del mundo con nuestras buenas obras. Espero que mis hermanos y hermanas de Sion salven muchas almas predicando diligentemente estas buenas nuevas, para que todos sean bendecidos por Dios en el eterno reino de los cielos.