“¡Oye amigo, finalmente encontré a alguien que desea comprar tus pinturas!”
Un pintor anónimo se alegró al escuchar las palabras de su amigo, pero por otro lado surgieron dudas, porque sus pinturas con paisajes de un simple campo habían sido rechazadas por otros pintores.
“Incluso me pidió escoger una pintura en su lugar, pagando el depósito. Aquí tienes.”
El amigo entregó un fajo de billetes al pintor y regresó con una pintura. Ese dinero no solo sirvió para salvar a la familia del pintor anónimo que sufría una vida de pobreza, sino que también le dio esperanza en el tiempo difícil que atravesaba.
Desde entonces, sus obras empezaron a recibir comentarios favorables del mundo artístico y su vida se estabilizó. Un día, el pintor visitó la casa de su amigo. Entonces encontró una pintura colgada en su casa y no pudo evitar sorprenderse. La pintura era la que su amigo había comprado hacía un tiempo a petición de una persona.
Esta es una anécdota del artista francés representativo Jean-François Millet, quien dejó obras maestras como El Ángelus y Las espigadoras, y su amigo cercano y compañero pintor, Théodore Rousseau. Rousseau, que quería ayudar a su amigo en dificultad, fue muy considerado incluso con sus sentimientos.