Ahora gente de todas las naciones se reúne y viene a Sion según la profecía de la Biblia. Por eso el número de hermanos y hermanas en Sion se está incrementando día tras día. Algunos de ellos todavía no entienden los hábitos lingüísticos de Sion y las enseñanzas de la Biblia, manteniendo el hábito de hablar palabras que han aprendido del mundo. Iniciando el año nuevo 2016, tomemos un tiempo para pensar en cómo podemos decir solo palabras del cielo, palabras que traigan la salvación.
Hace poco recibí un mensaje de correo electrónico de una miembro de una iglesia local. En su mensaje dijo que el miembro del personal pastoral de la iglesia y su esposa estaban llevando una hermosa vida de la fe de acuerdo con las palabras de Dios, y que quería permanecer siempre en esa iglesia.
Por supuesto, ella recibió mucha gracia mientras permanecía en la iglesia anterior, pero especialmente en la actual iglesia siempre escuchaba a los líderes de Sion expresar que están felices en su trabajo. La esposa del miembro del personal pastoral decía mientras lavaba los platos y los arreglaba: “Ahora estoy acumulando bendiciones en el cielo. ¡Estoy muy feliz!” Ella siempre se sentía feliz al servir en la iglesia, diciendo: “Ahora estamos acumulando bendiciones en el cielo. ¡Qué benditos somos!” Así, decía continuamente a los que la rodeaban: “Dios ha venido a esta tierra para darnos la verdad del nuevo pacto y para abrir el camino al cielo para nosotros, y siempre está con nosotros. ¿Existe algo más bienaventurado que esto?”
Como la miembro seguía escuchando lo que decía la esposa del miembro del personal pastoral, también sintió calidez y felicidad en su corazón, y por otra parte se sentía avergonzada ante Dios.
“Ah, he estado viviendo entre estas preciosas bendiciones de Dios, pero no le he agradecido lo suficiente. Sin comprender lo feliz que soy, he estado trabajando solamente con un sentido de obligación. El solo hecho de ser salva es la felicidad misma. Además, Dios me ha confiado el evangelio que incluso los ángeles envidian. He sido muy mezquina en expresar mi gratitud por las bendiciones y la felicidad que he recibido de Dios, por eso no podía entenderlas completamente.”
Desde entonces, comenzó a expresar su felicidad a los de su alrededor. Yo también me sentí muy complacido al escuchar que todos los miembros líderes de esa iglesia estaban viviendo felizmente juntos, continuamente compartiendo y difundiendo la felicidad en su vida diaria, diciéndose entre sí: “¡Soy feliz!”
Ya que hemos recibido la gran bendición de la salvación de Dios, ¿no debemos estar siempre agradecidos y felices en todo? En Sion, la tristeza y el gemido huirán, y Dios renueva nuestra alegría y felicidad cada día. Sin embargo, si no nos hemos sentido felices en Sion hasta ahora, todo es a causa de una cosa: el hábito de pensar y hablar de la forma equivocada, que nuestro enemigo el diablo ha inculcado en nosotros para bloquear nuestro camino al cielo, por lo cual no logramos comprender la felicidad que Dios nos ha dado o nos sentimos menos felices. Cuando vivimos con una visión sesgada y distorsionada y con hábitos de hablar inadecuados, no podemos entender la gracia de Dios y llegamos a murmurar y a quejarnos.
Somos personas felices que van al cielo hoy también. Dios nos ha dado el tiempo de la oportunidad de tener el perdón de los pecados en esta tierra, y está esperando que todos nosotros despertemos y regresemos al cielo.
La gente se alegra cuando viaja a otro país en avión, especialmente si es su primer viaje. Pero en realidad no es tan emocionante estar en un avión. Los que nunca han viajado en avión podrían pensar que volar en avión es muy divertido. Sin embargo, los asientos de la mayoría de los aviones son tan estrechos que es difícil para los pasajeros estirarse o hacer ejercicio. Durante todo el vuelo, apenas pueden moverse en sus asientos. A pesar de todas estas incomodidades, sus corazones se llenan de esperanza y felicidad por la emoción y la expectativa de ver un mundo completamente diferente.
Fue igual cuando hice mi primer viaje para la misión en el extranjero en los Estados Unidos. Mientras estaba en el avión, me sentía muy emocionado. A pesar de ser un viaje largo, mi cuerpo no se sentía cansado, y estaba lleno de gozo y emoción pensando: “El evangelio de Dios finalmente se predicará aquí también”. No tenía idea de qué me pasaría allí, pero como tenía la palabra de bendición de que Dios estaba conmigo, no me sentía cansado en absoluto mientras viajaba, aunque estaba atrapado en el avión sin poder moverme durante casi doce horas.
De la misma manera, ahora estamos en una gran aeronave llamada Tierra, volando hacia el cielo. La Tierra gira alrededor del Sol una vez al año a una increíble velocidad, aunque no lo sentimos. Durante nuestro vuelo por el universo, qué felices seremos si anhelamos el reino de los cielos que el Padre y la Madre han preparado para nosotros y si estamos llenos de expectativa de ser el “sacerdocio real” (1 P. 2:9).
Muchas personas del mundo dicen que se sienten vacías cuando envejecen. Si viven sin conocimiento de la verdadera felicidad, no pueden evitar sentirse vacíos. Sin embargo, nosotros somos diferentes; Dios, que ha venido a esta tierra en la carne para darnos y enseñarnos la eterna felicidad, está con nosotros. Dios da solo buenos y beneficiosos regalos a sus hijos que ama más que a su propia vida; algunos los reciben con gratitud y gozo, y otros se quejan contra Dios: “¿Por qué les da más a otros y menos a mí?” De ahora en adelante, siempre tratemos de recibir las bendiciones de Dios con gozo.
Creo que muchos de nuestros miembros en Sion tienen entendimiento y siguen recorriendo el camino de la fe con un corazón feliz cada día. Sin embargo, aquellos a los que les falta entendimiento dicen que les resulta difícil hacer la voluntad de Dios.
En el momento en que dicen que es difícil, las puertas de la felicidad se cierran para ellos. Tanto el desastre como la bendición salen de nuestra boca y de nuestras palabras. Es por eso que la Madre nos enseñó que siempre hablemos lo que sea útil para edificar a los demás, es decir, las palabras que traen bendiciones.
“Oye, tierra: He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos; porque no escucharon mis palabras, y aborrecieron mi ley.” Jer. 6:19
Tanto los desastres como las bendiciones son el resultado de los pensamientos de la gente. Durante el viaje de cuarenta años de los israelitas en el desierto, Dios les proporcionó el mismo ambiente y los mismos bienes materiales. No obstante, mientras algunos pronunciaban palabras de gratitud, otros lanzaban quejas. Esto también fue el resultado de sus pensamientos.
A diferencia de los que se dirigen por el camino al infierno, estamos recorriendo el camino hacia el cielo, vestidos con la gracia del perdón de los pecados que nos da Dios. Tanto los que predican el evangelio como los que los apoyan son bendecidos; Dios les da bendiciones conforme a sus obras.
La Biblia nos compara con los soldados del evangelio. En el ejército no solo hay soldados con fusiles sino también soldados encargados de suministrar los alimentos y otros de abastecer de materiales. Asimismo, todos nuestros miembros de Sion en todo el mundo están llevando a cabo diligentemente sus propios roles confiados por Dios en cada campo. Cuando todos ellos sean uno, obtendrán la victoria en la batalla espiritual.
Todos somos miembros del cuerpo de Cristo. Toda misión encomendada a cada uno de nosotros en Sion es muy importante. Así que no debemos pensar: “¿Por qué debo hacer esto?” En cambio, si pensamos: “¡Estoy acumulando bendiciones en el cielo!”, seremos bendecidos como resultado de nuestros pensamientos. Lo que Dios nos ha confiado es algo verdaderamente bendito y feliz. Aun así, si no lo comprendemos y frecuentemente nos quejamos, Dios nos quitará nuestras bendiciones.
Pensemos en el caso de Job. A causa del impedimento de Satanás, Job pasó por una gran prueba de sufrimiento: perdió todas sus propiedades y hasta a sus amados hijos en un día. Incluso en esta desesperante situación, Job dijo lo siguiente:
“Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.” Job 1:20-22
Job tuvo tanta fe que Dios se jactaba de él ante Satanás. Él creía firmemente en Dios y llevaba una vida de la fe sin defecto. Entonces un día Satanás atacó a su familia. Cuando Satanás tentó a Job, su esposa le dijo que dejara de creer en Dios: “Si el Dios en quien crees en realidad existiera, ¿por qué no te ha ayudado? Él no existe. ¡Así que maldice a tu Dios y vuélvete de Él!”
En esa misma situación, no obstante, Job no pensaba de esa manera. Él reprendió a su esposa, diciendo: “Hemos venido a la tierra sin nada. Dios es el dueño de todo, y Él me dio todas estas cosas. Ya que el dueño ha retirado a su debido tiempo lo que había confiado a sus siervos temporalmente, no tenemos ningún derecho de quejarnos. Dios dio y Dios quitó. ¡Sea el nombre de Dios bendito!”
Supongamos que Job se hubiera dejado inducir por su esposa y dicho: “¡Es verdad! Hasta ahora he sido muy fiel a Dios; he ofrecido sacrificios regularmente en el altar todos los días, y también he orado a Dios fervientemente. ¿Cómo Dios pudo hacerme esto?” Entonces quizá cuando volvamos al cielo, no veríamos a Job allí. Sin embargo, cuando su esposa habló impulsivamente, él la amonestó. Por eso, después Job y su familia recibieron bendiciones aún mayores de las que habían tenido. Podemos confirmarlo en el libro de Job.
Cuando Jesús vino a esta tierra hace dos mil años, reprendió a los fariseos por hablar palabras malas, señalando su hipocresía e iniquidad.
“¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” Mt. 12:34-37
La boca habla de la abundancia del corazón. Los que han acumulado buenas cosas en sus corazones, hablan buenas palabras, y los que han acumulado malas cosas ensus corazones, hablan malas palabras. Jesús dijo: “De toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.
“Somos muy felices porque se nos ha permitido morar en Dios.”
“Somos muy felices porque somos colaboradores de Dios en el evangelio.”
“Somos muy felices porque regresaremos a nuestro hogar celestial que Dios ha preparado para nosotros.”
Debemos hacer que estas palabras de gozo y gratitud salgan continuamente de nuestra boca. La gente del mundo no conoce el reino de los cielos, y están viviendo sin esperanza en la salvación. Sin embargo, nosotros vivimos y permanecemos en Dios en todo momento, así que somos los miembros de la familia de Sion muy felices en todo.
“Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré. ¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela. Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. La ira de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos.” Sal. 34:11-16
La Biblia dice que si deseamos vida y muchos días para ver el bien, debemos guardar nuestra lengua del mal y nuestros labios de hablar engaño. También podemos entender el sentido de estas palabras a través de la enseñanza de los doce espías.
¿Seiscientos mil hombres de Israel fueron destruidos en el desierto debido al ataque de sus enemigos? De ninguna manera. Fue por causa de las malas palabras de los espías que habían regresado de explorar la tierra de Canaán.
Ellos no creían en la promesa de que Dios les daría la tierra de Canaán, y difundieron reportes negativos entre los israelitas: “Vimos gigantes allí. Nosotros éramos como langostas, y son hombres de gran estatura”, “Nunca podremos vencerlos”. Ese día y hasta la noche, todo el pueblo de Israel clamó y lloró en voz alta. Se quejaron contra Moisés y Aarón: “¡Si solo hubiésemos muerto en Egipto o en este desierto! ¿Por qué nos traes a este desierto para caer a espada?” Como resultado, Dios no permitió que ningún hombre de veinte años a más entrara en la tierra de Canaán, excepto Josué y Caleb. Sus pensamientos y palabras malas trajeron destrucción sobre los seiscientos mil hombres.
En la historia de nuestros antepasados que recorrieron el camino de la fe correctamente, podemos ver que estaban muy felices de estar con Dios. Ya que estaban muy felices, siempre daban gracias a Dios y ni siquiera temían a la muerte. Podían hablar con confianza como el apóstol Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o desnudez, o espada? Nada nos separará del amor de Cristo” (Ro. 8:35-39).
¿En qué parte del mundo podemos hallar la enorme e inmensurable felicidad? Incluso lavar un plato en Sion es algo para nuestros hermanos y hermanas espirituales; estamos haciendo los trabajos felices que el Padre y la Madre nos han mandado hacer. Ya que estamos trabajando donde mora Dios, debemos estar incluso más felices y regocijarnos más, y también necesitamos hablar solo palabras buenas, así como hicieron Josué y Caleb. Son las mismas palabras del cielo y las palabras de salvación que rescatan a la humanidad.
Todos y cada uno de los días que recibimos, son un proceso en el que Dios nos guía al reino de los cielos. En ese proceso, no debemos murmurar por los pequeños inconvenientes y cosas triviales, sino sentir expectativa y felicidad. Mientras caminamos con Dios, debemos estar siempre agradecidos y despertar también a los que no sienten felicidad.
Mientras los diez espías desanimaban a todos los israelitas con sus palabras malas, Josué y Caleb dijeron con énfasis: “¿Por qué se preocupan por asuntos triviales? El Dios Altísimo que dividió el Mar Rojo está con nosotros, y sus dioses se volvieron de ellos. Los comeremos como pan”. Estas fueron las palabras del cielo y las palabras de salvación para el pueblo de Israel. Las palabras de Job, que continuaba dando gloria a Dios sin dudar a pesar de lo que los demás decían para incitarlo, fueron también las palabras del cielo y las palabras de salvación.
Siempre pensemos en Dios y hablemos de Él, y démosle gloria y gracias todo lo que podamos. Espero que el año nuevo traiga más felicidad a todos ustedes, hermanos y hermanas de Sion, y también a su familia. Necesitamos mostrar nuestra felicidad y no esconderla. Cuando encontremos la felicidad en nuestros pensamientos y la confesemos con nuestra boca, Dios nos dará bendiciones como resultado de nuestros pensamientos. “Ya que Dios está con nosotros, podemos hacerlo todo. Estamos trabajando en Sion donde Dios reina. ¡Qué orgullosos debemos estar por lo que estamos haciendo!” Siempre pensemos así en nuestro corazón y demos gracias a Dios en abundancia comenzando con esta palabra: “¡Estamos muy felices porque Dios está con nosotros!”
Como miembros de la familia celestial, estamos muy felices porque tenemos tanto al Padre como a la Madre. Muchas personas llevan una vida inestable debido a su futuro incierto. Pero nosotros tenemos el eterno reino de los cielos que Dios ha preparado para nosotros. Corramos la carrera de la fe diligentemente hacia el mundo eterno, con un corazón agradecido y feliz. Les pido sinceramente, hermanos y hermanas de Sion, que desechen todos los pensamientos y palabras malos y que siempre hablen las palabras del cielo, las palabras de salvación, con un corazón gozoso; porque el reino de los cielos está justo delante de nosotros.