El Día de Ascensión conmemora la ascensión de Jesús al cielo. Es un día que nos da la esperanza de ser transformados y ascender como hizo Cristo. Antes de ascender al cielo, Jesús ordenó a sus discípulos guiar a todas las personas del mundo al camino de la salvación. Los santos de la iglesia primitiva que recibieron este sagrado mandamiento oraron fervientemente durante diez días a partir del Día de Ascensión, recibieron el Espíritu Santo de la lluvia temprana y comenzaron a predicar el evangelio al mundo entero.
La misión que debemos completar los que vivimos en la época del Espíritu Santo es la misma: la evangelización mundial. Reflexionemos sobre la gloria y la bendición que Dios prometió dar a través del Día de Ascensión y averigüemos cómo culminar la evangelización mundial.
En la época del Éxodo, hace tres mil quinientos años, Dios llamó a Moisés para que subiera al monte Sinaí. Moisés subió al monte el primer día del tercer mes según el calendario sagrado, el día cuarenta después de que los israelitas cruzaron el Mar Rojo. En ese momento, Dios prometió que si los israelitas obedecían su palabra y guardaban su pacto, serían su pueblo escogido y los exaltaría sobre todas las naciones.
“En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí. Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte. Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” Ex 19:1-6
La Biblia se refiere a Jesús como “un profeta como Moisés”. Esto muestra que la relación entre Moisés y Jesús es como una sombra y su realidad (Dt 18:18, Hch 3:20-24). Por ejemplo, la entrada de Moisés en el Mar Rojo representa la entrada de Jesús en el sepulcro, y la salida de Moisés del Mar Rojo representa la resurrección de Jesús saliendo del sepulcro. Además, el hecho de que Moisés ascendiera al monte Sinaí el día cuarenta después de cruzar el Mar Rojo muestra que Jesús ascendería al cielo el día cuarenta después de su resurrección.
“[…] a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. […] Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. […] he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” Hch 1:1-11
Hace dos mil años, Jesús prometió a sus discípulos que les concedería el poder del Espíritu Santo. Después de pedirles que predicaran el evangelio en Samaria y hasta lo último de la tierra, ascendió. Como Jesús dijo: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Jn 13:15), la ascensión de Cristo sirve como un ejemplo vivo de que quienes lo sigan también serán transformados y ascenderán al cielo.
Una vez que el evangelio sea finalmente predicado al mundo entero y se complete la obra de la redención de Dios, los santos que vivan en los últimos días y concluyan su misión recibirán la misma gloria que Jesús, siendo llevados vivos al cielo. La Biblia testifica que al sonido de la final trompeta, los muertos en Cristo resucitarán y los que aún estén vivos en Cristo serán transformados en un abrir y cerrar de ojos y subirán al cielo en gloria.
“Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.” 1 Co 15:50-53
Las libélulas comienzan su vida como larvas sumergidas bajo el agua, pero se transforman cuando se vuelven adultas y vuelan libremente por el cielo con alas transparentes y plateadas. Si esas criaturas insignificantes creadas por Dios son así, ¿cómo serán los hijos de Dios en el futuro? Dado que Dios prometió restaurarnos a nuestro estado y apariencia originales, ciertamente llegará el día en que nuestros cuerpos físicos serán transformados en cuerpos espirituales y celestiales.
“[…] Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” 1 Ts 4:13-18
Dios prometió que seremos arrebatados en las nubes para recibirlo en el aire y disfrutar de la vida y la felicidad eternas en el reino de los cielos. Pensando en el momento glorioso en que nuestros cuerpos serán transformados para ser como el cuerpo glorioso de Cristo y ascender al cielo, continuemos nuestro viaje de la fe por el desierto espiritual con gozo y esperanza.
Otro significado importante del Día de Ascensión es que Cristo declaró por primera vez la misión de la evangelización mundial en ese día. El Día de Ascensión es un día muy significativo, en el que se inició la evangelización mundial cuando Dios despertó a su pueblo a la misión de guiar a toda la humanidad al arrepentimiento y la salvación. En este día, Jesús mostró la gloria de la ascensión a los discípulos y les ordenó: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, y predicad las buenas nuevas de salvación”.
“Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mt 28:16-20
Los discípulos oraron ansiosamente durante diez días desde el Día de Ascensión para completar la santa misión que Cristo les había encomendado, y recibieron el Espíritu Santo de la lluvia temprana el Día de Pentecostés (Hch 2:1-4). Como resultado, el mensaje del nuevo pacto para la salvación de la humanidad comenzó a predicarse rápidamente a todas las naciones del mundo, trascendiendo incluso Jerusalén y Judea.
Los miembros y apóstoles de la iglesia primitiva fueron llenos del Espíritu Santo y ya no permanecieron en silencio; comenzaron a predicar la palabra de Dios con todo su corazón, mente y pasión.
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. […] Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. […] Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” Hch 2:38-47
“Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.” Hch 4:1-4
La iglesia primitiva experimentó un crecimiento extraordinario y abrió la puerta para la evangelización mundial porque todos confiaban plenamente en el poder de Dios, en lugar de la sabiduría o el poder del hombre. Estando unidos, predicaron el evangelio confiando únicamente en el Espíritu Santo dado por Dios. Posteriormente, Dios añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
Lo mismo sucede ahora. La evangelización mundial nunca se puede lograr con nuestras propias habilidades. Sin embargo, con el poder de Dios, seguramente se puede lograr. Podremos salvar a tres mil o incluso cinco mil personas en un día, cuando tengamos la confianza de que todo será hecho porque Dios Elohim Todopoderoso está con nosotros.
Mirando la historia de la Iglesia de Dios primitiva, que levantó el estandarte para la evangelización mundial en obediencia a la misión que Dios les había dado, nosotros también corramos juntos hacia la culminación de la obra del evangelio en estos últimos días. Estando llenos del Espíritu Santo, debemos proclamar diligentemente la salvación del Padre y la Madre celestiales dondequiera que aún no se haya predicado el evangelio.
Los líderes religiosos que persiguieron a Jesús quedaron absortos por la rapidez con que se difundía el evangelio de Cristo, y utilizaron todos los medios posibles para impedir la predicación del evangelio. Sin embargo, por más que lo intentaron, no pudieron detener al pueblo de Dios que estaba lleno del Espíritu Santo.
“Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan […]. Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre. Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho.” Hch 4:13-21
“Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Je-rusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.” Hch 20:22-24
Los apóstoles Pedro y Juan proclamaron con denuedo: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. El apóstol Pablo no estimó preciosa su vida para sí mismo a fin de acabar la tarea de predicar el evangelio. Estas escenas del libro de Hechos muestran cuánto amaban a Dios los miembros de la iglesia primitiva. Soportaron sufrimientos temporales en la tierra mientras esperaban la gloria eterna del cielo. A pesar de las dificultades y persecuciones, predicaron el evangelio con valentía y avanzaron juntos hacia el cielo, abrazándose y cuidándose mutuamente.
Satanás no se limita, tampoco en esta época, a sentarse y mirar mientras predicamos el evangelio al mundo entero. En estas situaciones, debemos tener presente que Dios obra aún más fuerte frente a las adversidades. En tiempos de calma y paz, no pensamos demasiado en el viento, pero cuando vemos las hojas de los árboles ondeando en el viento, cavilamos en su existencia. De la misma manera, en una situación tranquila y pacífica, somos incapaces de comprender que Dios nos está ayudando; no obstante, a medida que enfrentamos dificultades y desafíos, percibimos que Dios nos ayuda en cada momento en el que pasamos por obstáculos.
La Biblia nos enseña que todo en la vida es vanidad, pero nuestro trabajo en Dios nunca es en vano (Ec 1:2, 1 Co 15:58). Para nosotros está preparada la gloria eterna del cielo, no la gloria vana y pasajera de este mundo. Anhelando el reino de los cielos, nuestro eterno hogar, pensemos en dónde debemos invertir nuestro tiempo, para que podamos usarlo de la manera más valiosa, y esforzarnos al máximo por cumplir nuestra misión restante, como profetas del evangelio de la época del Espíritu Santo.
Todavía hay muchas personas en este mundo que viven sin esperanza porque aún no conocen la existencia del mundo glorioso donde no hay muerte, dolor ni tristeza. Expliquémosles la gloria de la ascensión y el reino de los cielos, nuestro hogar eterno.
“Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria [‘nos jactamos’, NTV]. Ellos flaquean y caen, mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie. Salva, Jehová; que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos.” Sal 20:7-9
Nosotros también tenemos a alguien de quien podemos jactarnos: Dios Elohim, el Salvador de toda la humanidad, que está con nosotros para siempre.
Incluso en este momento, muchas personas creen en el Espíritu y la Esposa, los Salvadores de esta época, y los alaban fervientemente. Esta asombrosa obra se está llevando a cabo en todo el mundo. Recordando la última petición de Cristo: “Me seréis testigos en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, seamos fieles mensajeros de Dios, sigamos el sonido de la trompeta de la profecía y prediquemos las buenas nuevas de salvación al mundo entero.
Si Dios nos confía una misión, también nos da la capacidad de cumplirla. Los padres no envían a sus hijos a hacer un recado sin darles los medios para llevarlo a cabo con éxito. Asimismo, cuando Dios nos dice “id”, indudablemente nos dará el Espíritu Santo. Armémonos completamente del Espíritu Santo que nos dan el Padre y la Madre celestiales y prediquemos diligentemente el evangelio en todo el mundo. Haciendo esto, participemos en la gloria de la ascensión y recibamos al Señor en el aire, sin dejar a nadie.