Antes de la ceremonia de la Pascua, Jesús se levantó y se ciñó una toalla. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos. Pedro no sabía dónde meterse y dijo:
—Señor, ¿tú me lavas los pies?
—Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.
—No me lavarás los pies jamás.
A Pedro, que se resistía, Jesús respondió:
—Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.
Después que les hubo lavado los pies, volvió a la mesa y les dijo:
—Puesto que he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
Generalmente, una persona de posición baja lava los pies de una persona de posición alta. Así que Pedro no pudo entender la voluntad de Jesucristo que dio el ejemplo de servir a otros como una persona de posición baja. Sin embargo, tan pronto como Jesús dijo: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”, él dejó de resistirse y lo obedeció.
Llevando la vida de la fe, podemos encontrar que nuestro pensamiento es diferente de la enseñanza de Dios. Entonces, debemos obedecer las enseñanzas de Dios, dejando a un lado nuestros propios pensamientos y obstinación como lo hizo Pedro. Aunque no podemos entenderlo plenamente en la actualidad, nos daremos cuenta más tarde de que es definitivamente el camino de la bendición.
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”Is. 55:8-9