
El protagonista, un estudiante de secundaria, llega a casa después de la escuela y encuentra dos bollos de judías rojas y una nota que su madre dejó sobre la mesa de la cocina.
—Compártelos con tu hermana menor. Tomen uno para cada uno.
Después de leer la nota, se come de inmediato uno de los bollos. Sin embargo, no se siente satisfecho y termina comiéndose el otro, que era para su hermana, a pesar de la nota de su mamá. Para eliminar la prueba, tira a la basura la nota de su madre.
Poco después, su hermana menor regresa a casa y encuentra la nota de su madre tirada. Se enoja y comienza una discusión. El hermano piensa que es un asunto simple que se resolverá si se disculpa y le compra un bollo de judías rojas, pero el problema no es tan simple. Exigiendo su bollo, la hermana menor dice:
—¡Te comiste dos, así que yo también necesito comer dos! Cómprame dos bollos.
El hermano no se deja convencer por la insistencia de su hermana.
—Uno era mío. Así que solo necesito darte uno. Solo tengo que comprarte uno y eso es incuestionable.
Mostrando una evidente diferencia de opinión, los hermanos no aceptan la opinión del otro. Continúan insistiendo en paralelo sin llegar a un acuerdo. Entonces, ¿cómo se resolvió su discusión? La historia termina cuando la hermana se queda dormida en el escritorio mientras estudia, y el hermano deja secretamente dos bollos de judías rojas al lado de ella.
Esta es la historia de un cortometraje titulado “Teoría del bollo de judías rojas”. Es posible que todos se hayan molestado por la diferencia de opiniones con sus familiares, amigos o extraños. Si no hay una respuesta clara y es difícil decir qué está bien y qué está mal, la discusión se prolonga ya que ambos siguen insistiendo en sus opiniones. Esto se debe a que las emociones de las personas son complejas, y lo correcto o incorrecto de muchas cosas que suceden entre las personas no se puede determinar perfectamente como si estuvieran cortando tofu en cubos. Pero si aún trata de confrontar a la otra persona con una actitud obstinada para demostrar quién tiene la razón y solo persiste en su insistencia, entonces no solo el problema no se resuelve, sino que los sentimientos de ambos resultan lastimados. A veces, una buena clave para resolver el problema no es demostrar quién está equivocado y quién tiene la razón, sino humillarse primero y extender la mano. Es como la historia del cortometraje, donde la concesión y la consideración, y no la cantidad de bollos, resolvieron el problema.
La Biblia enfatiza la importancia de amar y respetar a los hermanos primero (Ro. 12:10). Aunque no estemos de acuerdo, si concedemos primero con consideración y palabras conmovedoras, brota el amor fraternal y florece la unidad. Y allí Dios concede su bendición, incluso la vida eterna.