La Fiesta de los Panes sin Levadura se celebra el día siguiente de la Pascua. En el Nuevo Testamento también se conoce como el Día de Aflicción para conmemorar la crucifixión. La Fiesta de los Panes sin Levadura se asocia con la agonía y el dolor, como se ve en el sufrimiento de Cristo en el Nuevo Testamento, así como con la aflicción de los israelitas en el Antiguo Testamento.
Como su nombre lo indica, es una fiesta en la que se come pan hecho sin levadura, que representa el sufrimiento. En el Antiguo Testamento la ceremonia de la Fiesta de los Panes sin Levadura se celebraba comiendo panes sin levadura durante siete días, mientras que en el Nuevo Testamento participamos del sufrimiento de Cristo mediante el ayuno.
Dios designó esta fiesta del sufrimiento como un mandamiento que debemos guardar, con el fin de que no solo recordemos el sufrimiento de Cristo y los israelitas, sino que también entendamos la mentalidad que debemos tener al recorrer el camino de la fe. Entre las fiestas solemnes de Dios, entendamos mediante la Biblia el verdadero significado de la Fiesta de los Panes sin Levadura.
Después de trasladarse a Egipto debido a la sequía en Canaán, los israelitas se vieron obligados a realizar trabajos duros y peligrosos por más de cuatrocientos años; construyeron Pitón y Ramesés, las ciudades de almacenamiento en Egipto. Cuando su clamor llegó al cielo, Dios envió al profeta Moisés y los salvó mediante el gran poder de la Pascua.
Cuando murió el primogénito de cada familia egipcia en la terrible plaga, Faraón, rey de Egipto, finalmente se sometió al poder de Dios y dejó ir a los israelitas. Los egipcios apremiaban a los israelitas a marcharse a toda prisa, de modo que no pudieron agregar levadura a la masa y la llevaron sobre sus hombros en artesas envueltas en sus sábanas. Puesto que no tenían tiempo para preparar ningún otro alimento, hornearon hogazas de pan sin levadura elaboradas con la masa sin levadura (Ex 12:29-39).
Los israelitas partieron de Ramesés la noche de la Pascua y acamparon junto al Mar Rojo. No obstante, Faraón, que había perdido repentinamente la enorme fuerza laboral de seiscientos mil hombres, cambió de opinión y dio la orden de traer a los israelitas de regreso a Egipto. Incluso el mismo Faraón montó su propio carro y persiguió a los israelitas.
“Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto, y él siguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa. Siguiéndolos, pues, los egipcios, con toda la caballería y carros de Faraón, su gente de a caballo, y todo su ejército, los alcanzaron acampados junto al mar, al lado de Pi-hahirot, delante de Baal-zefón. Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová. […] Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco. Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios para que los sigan; […]” Ex 14:8-18
Cuando los israelitas vieron que Faraón y el ejército egipcio estaban pisándoles los talones, temblaron de miedo. Los israelitas no podían moverse rápidamente debido a la gran cantidad de personas (hombres, mujeres, niños y ancianos) que cargaban sus posesiones y viajaban con mucho ganado. Para empeorar las cosas, se enfrentaron a un gran dilema al verse rodeados por el Mar Rojo desde el frente y el ejército egipcio por detrás. Fueron presa del miedo, la ansiedad y la tensión hasta que Dios dividió el Mar Rojo con su gran poder y cruzaron sobre tierra seca.
A través de la historia de los israelitas, Dios estableció la Fiesta de los Panes sin Levadura. Cada año, en esta fiesta, Dios hacía que el pueblo comiera panes sin levadura durante siete días para recordar el sufrimiento de los israelitas desde que salieron de Egipto hasta que cruzaron el Mar Rojo. Por eso, al pan sin levadura también se le llama pan de aflicción (Dt 16:3).
La regla ceremonial de la Fiesta de los Panes sin Levadura en el Antiguo Testamento era una profecía que Jesús debía cumplir en el Nuevo Testamento. Jesús sufrió desde el momento de su arresto en la noche de la Pascua hasta su muerte en la cruz al día siguiente, en la Fiesta de los Panes sin Levadura.
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto […]. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; […]” Is 53:3-8
Como profetizó Isaías, Jesús fue oprimido, interrogado, azotado, traspasado y molido. Mientras celebraba la Pascua con los discípulos, Jesús selló el nuevo pacto con su carne que sería desgarrada y su sangre que sería derramada en la cruz. En la noche de la Pascua, fue arrestado y sufrió severamente hasta que murió en la cruz al día siguiente, que era la Fiesta de los Panes sin Levadura.
La Biblia describe esta escena de manera muy simple; sin embargo, la película La Pasión de Cristo describe vívidamente el sufrimiento de Jesús ese día. Cuando se estrenó la película, muchos se sorprendieron al ver las escenas trágicas y desgarradoras del sufrimiento de Cristo. Para ayudarnos a comprender el sufrimiento de Cristo más profundamente, Dios permitió que los israelitas celebraran la Fiesta de los Panes sin Levadura comiendo panes sin levadura durante el largo tiempo de más de mil quinientos años. Después de que Jesús cumplió la profecía de la Fiesta de los Panes sin Levadura en el Nuevo Testamento, los santos conmemoraron el sufrimiento de Cristo ayunando en este día.
“Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.” Mr 2:19-20
El momento “cuando el esposo les será quitado” se refiere a la Fiesta de los Panes sin Levadura, el día en que Jesús murió en la cruz. En la Fiesta de los Panes sin Levadura, Dios nos permite experimentar sufrimiento físico, aunque sea temporal, mediante el ayuno. De esta manera, podemos comenzar a comprender cuánto sufrió Jesús y también participar en su sufrimiento.
Mucha gente en el mundo sufre a causa de su propia codicia y vanidad; no obstante, Jesús sufrió para salvar a sus hijos que merecían morir. Por su profundo y desinteresado amor para salvarnos, Cristo llevó voluntariamente la carga de nuestros pecados.
Jesús soportó todo tipo de sufrimientos hasta la muerte, lo cual contiene la voluntad de hacernos seguir el hermoso camino del sufrimiento, además de la gran providencia para salvarnos. Antes solíamos vivir solo para nosotros. Sin embargo, ya que Cristo recorrió el camino del sufrimiento por nuestra salvación, ahora Dios quiere que sigamos los mismos pasos valiosos de la fe para salvar a nuestros hermanos.
“Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;” 1 P 2:19-21
Seguir las huellas de Cristo no es un camino glorioso ni cómodo. Es un camino difícil donde el sufrimiento es inevitable. Por esta razón, la Biblia enseña que todo el que quiera llevar una vida piadosa, siguiendo las enseñanzas de Cristo, sufrirá persecución.
“Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor. Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;” 2 Ti 3:10-12
Los apóstoles de la iglesia primitiva que siguieron la vida de Cristo eran perseguidos severamente porque trataron de predicar el evangelio de acuerdo con las enseñanzas de Jesucristo. Asimismo, los santos de la iglesia de la verdad establecida por Cristo en su segunda venida también sufrirán si tratan de vivir de acuerdo con las enseñanzas de Dios. Entonces, ¿por qué Dios hace que recorramos el camino del sufrimiento?
Dios quiere convertirnos en los seres más perfectos. Como dijo Dios: “He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción” (Is 48:10), podemos entender que Dios no nos hizo tener una vida de fe tranquila, pacífica y complaciente, sino recorrer el camino de la fe en el horno del sufrimiento.
Estudiemos acerca de Job, quien soportó muchos sufrimientos y pruebas por su fe y fue grandemente bendecido al final.
“Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro.” Job 23:10
El destino al final de nuestro camino de sufrimiento es el reino de los cielos. Dios nos refina mediante numerosos sufrimientos para eliminar nuestras impurezas de modo que podamos estar frente a Él, brillando como oro puro. Dios organiza pruebas más pequeñas y más grandes de acuerdo con las necesidades de cada uno. Hasta este momento, Dios ha estado animándonos y ayudándonos a superar todas las dificultades.
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.” 1 P 5:8-11
“Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.” Ap 12:17
Cuando superamos todo tipo de sufrimientos bajo el cuidado de Dios, podemos volvernos suficientemente fuertes para luchar contra el diablo. A medida que nuestra fe se fortalezca a través del sufrimiento, finalmente seremos el resto de la descendencia de la mujer que podrá resistir al dragón que está de pie sobre la arena del mar, como está profetizado en la Biblia.
Por consiguiente, la profunda voluntad de Dios se encuentra en el sufrimiento. Cuando enfrentamos dificultades, no debemos quejarnos neciamente contra Dios ni abandonar nuestra fe por no comprender su voluntad. Por el contrario, debemos darnos cuenta del sincero amor de Dios, quien se sacrificó para guiarnos al cielo, donde viviremos con amor, gozo y felicidad para siempre.
Debido a que los apóstoles comprendieron el inmenso amor de Dios en lo profundo de sus corazones en medio del sufrimiento, llamaron a los sufrimientos que padecieron mientras predicaban el evangelio “sufrir haciendo lo bueno, lo cual es aprobado delante de Dios” (1 P 2:19-20). Además, estaban agradecidos por haber sido considerados dignos de sufrir; se sintieron orgullosos y honrados, considerando su sufrimiento como una medalla gloriosa.
“mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios. Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.” Hch 5:39-42
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. […] pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello.” 1 P 4:12-16
Siguiendo los pasos de Jesús, los apóstoles cargaron con alegría su propia cruz y recorrieron el noble y hermoso camino del sufrimiento para salvar a los hermanos. Estaban encantados de participar en el sufrimiento de Cristo y nunca dejaron de predicar y enseñar la palabra de Dios. Como resultado, fueron refinados como el oro puro en el horno de aflicción, y ahora finalmente disfrutan de la felicidad y el gozo eternos en el hermoso reino de los cielos, animándonos en nuestro camino de la fe.
Somos curados y podemos vivir en paz porque nuestros pecados han sido quitados por Dios, quien sufrió voluntariamente en la cruz. Él vino a la tierra una vez más y dejó atrás las huellas del sufrimiento para guiar a sus hijos al eterno reino de los cielos. Incluso en este momento, nuestra Madre celestial está asumiendo la carga pesada de nuestros pecados y recorriendo el camino del sufrimiento junto con nosotros.
Dios nos ha dado mucho amor, incluso más que el amor que se les dio a los apóstoles hace dos mil años. Por lo tanto, a partir de ahora debemos tener una fe madura. Mientras recorremos el camino de la fe, si desechamos la carga de sufrimientos, nuestra Madre celestial sin duda la llevará sobre sí misma en vez de nosotros. Al comprender esto, no debemos cometer el imprudente acto de hacer que la Madre cargue con nuestra cruz.
Sigamos los pasos del sufrimiento de Cristo con alegría y gratitud. Pensando en el momento en que estaremos ante Dios como oro puro y brillante, ofrezcamos incienso dulce con gratitud a Dios, quien fortalece y perfecciona a sus hijos a través del sufrimiento con amor. Hermanos de Sion, les pido sinceramente que salven al mundo entero recorriendo el camino de la fe que es noble y hermoso a los ojos de Dios, practicando el amor santo y sacrificado de Cristo contenido en su sufrimiento.