
Steven Bradbury ingresó en el patinaje de velocidad sobre pista corta de 1000 metros en los Juegos Olímpicos de Invierno de Salt Lake City 2002. Apenas pasó el calificador, repitiendo el mismo error de moverse antes de la señal de inicio. En los cuartos de final, donde solo dos de cada cuatro patinadores pasan a la semifinal, terminó tercero en la carrera, por lo que parecía que la abandonaría. Pero el corredor del segundo lugar fue descalificado por haber incurrido en falta, y Bradbury pudo avanzar a las semifinales en el último instante.
En las semifinales había medallistas olímpicos esperándolo. Como se esperaba, Bradbury se retrasó desde el principio. Sin embargo, los principales corredores cayeron en la última recta mientras luchaban por la posición en la pista, lo cual hizo que él avanzara accidentalmente a la final. También en la final, Bradbury tuvo que disputar con grandes competidores y nuevamente se estaba alejando del grupo líder a medida que se acercaba al final de la carrera. Pero sorprendentemente, todos los patinadores que se adelantaron se estrellaron después de una feroz lucha por la posición. Esto permitió a Bradbury, que estaba en el último lugar, pasar la línea de meta sin prisas y llevarse la medalla de oro.
Como patinador de edad, tenía que considerar retirarse debido a una lesión grave durante el entrenamiento. No obstante, superó la dificultad con la única determinación de desafiar los Juegos Olímpicos una vez más. En consecuencia, obtuvo un resultado muy valioso. Tal vez su medalla quiere decir: “No te rindas, aunque no seas el mejor. Si haces tu mejor esfuerzo, algún día obtendrás un resultado valioso”.