El amor, la familia y el sentido de la vida que aprendí en Sion
Lee Guk-cheol, desde Jeju, Corea

Pensaba que ganar mucho dinero era todo lo que tenía que hacer como jefe de familia. Administraba un restaurante en Shenyang, China, donde nací y crecí, pero me mudé a Shanghai, a dos horas de distancia en avión, para comenzar a trabajar como guía turístico y ganar más dinero. Cuando mi esposa embarazada regresó a Shenyang para tener cuidados apropiados, tuve que quedarme solo. Sin embargo, tenía más sentido de responsabilidad que de añoranza.
Cuatro años pasaron deprisa mientras me mantenía alejado de mi esposa e hijo, reuniéndome con ellos solo durante los feriados nacionales. Me enfrenté a una situación desafiante y otra vez tuve que elegir entre continuar trabajando allí, recibiendo ayuda de conocidos, o ir a Corea, donde mis padres se establecieron. Después de considerarlo, elegí ir a Corea.
Me quedé un tiempo en Suwon, Corea, donde vivían mis padres, y luego fui a Jeju a trabajar. Es una hermosa isla visitada por muchos coreanos y extranjeros. Sin embargo, no pude estar entusiasmado con el nuevo estilo de vida por mucho tiempo. Antes de que transcurriera una semana de trabajo, escuché que mi madre tenía cáncer de estómago. Se me partió el corazón.
La cuidé, yendo y viniendo entre Suwon y Jeju, y trabajé como esclavo. Quería preparar los gastos de la cirugía y traer a mi esposa e hijo a Corea para vivir juntos lo antes posible. Afortunadamente, la cirugía de mi madre fue un éxito, y al año siguiente, finalmente pude vivir con mi familia en una casa pequeña y acogedora.
Contrariamente a mis expectativas de que simplemente seríamos felices, mi esposa a menudo se angustiaba ya que yo no era considerado con ella, que cuidaba de nuestra casa y a nuestro hijo en una ciudad extranjera desconocida. Quizá me había acostumbrado mucho a vivir solo; me reunía con mis amigos y me divertía hasta altas horas de la noche. Me sentía apenado por mi familia, pero los malos hábitos eran persistentes.
Mi esposa soportó momentos difíciles y solitarios. Desde que asistía a la Iglesia de Dios por recomendación de su vecina, ella era amable conmigo y con nuestro hijo y llevaba una vida religiosa, lo que me hizo meditar: “Así es como debe comportarse un creyente”. Unos meses después, recibí la bendición de convertirme en hijo de Dios, siguiéndola. Fue porque pensaba que debía tener una religión, y quería retribuir a mi esposa por no mostrar signos de disgusto cuando la decepcioné.
Sin embargo, durante algunos años después, mi personalidad se retorció ya que todo lo que intentaba se arruinaba. No era su culpa que las cosas salieran mal, pero culpé a su religión. Cuando ella me pidió que guardara la Pascua, la lastimé yendo a China con la excusa de encontrar oportunidades de negocios.
Fue cuando le hice pasar momentos difíciles, viajando solo a China sin consultarle, obsesionado con mis asuntos de negocios. Ella me llamó y de repente me hizo una pregunta. “¿Y si tuvieras solo un año de vida?”. Le respondí que sin duda me quedaría con mi familia. Pero entonces tuve una sensación extraña. ¿Qué es la familia? ¿Qué es el amor? ¿Qué es la vida? Era la primera vez que pensaba que podía estar equivocado. Quería ganar mucho dinero y tener éxito para mi familia, pero en realidad, no había puesto a mi familia como mi principal prioridad. Sentí que perseguía el viento.
Aun así, nada parecía cambiar drásticamente, aunque regresara a Corea de inmediato. No tomaba ninguna decisión y el tiempo pasó. Vine a Corea durante el Chuseok (feriados de otoño) y le pedí que me enseñara la Biblia. Quería encontrar un camino en las Escrituras. El sermón sonaba difícil en los cultos, pero ahora que me enfocaba en la palabra, podía prestarle atención y se quedaba en mi corazón. El significado de la vida, el deber de los seres humanos, la actitud hacia la vida, el principio del mundo espiritual, el cielo adonde debo ir con mis seres queridos, cómo llegar allí, ¡y Dios Padre y Dios Madre que enseñaron todas estas verdades! Todo estaba testificado en la Biblia. No había lugar para la duda. Me sentí aliviado y amargado al mismo tiempo. Aunque todo lo necesario en la vida estaba justo frente a mí, solo había estado flotando sobre ello.
“Debo intentar vivir de acuerdo con la voluntad de Dios el Creador. El Padre y la Madre deben de haber dado todas estas palabras para que todo salga bien con sus hijos. ¡Puedo confiar en Ellos y seguirlos!”
Aprendía las enseñanzas de Dios escuchando sermones todos los días y guardaba los cultos de acuerdo con las reglas de Dios. Cada vez que había una oportunidad de servir en Sion, me ofrecía voluntariamente. Mientras nos saludábamos: “Dios lo bendiga mucho”, sentía que Dios realmente me estaba dando una bendición desbordante día tras día. No tenía idea de que confiar en alguien podía ser tan tranquilizador. Cuando vencí la codicia, pude reír más a menudo incluso con menos ingresos. Detuve los hábitos nocivos pronto. Mi personalidad áspera y mi forma de hablar se calmaron y suavizaron. Mi cambio fue tan grande que sorprendió a mi primo que se reunió conmigo después de unos diez años. Cuando le expliqué lo que había sucedido, recibió la bendición de una nueva vida de inmediato.
“¿[…] qué pide Jehová tu Dios de ti, […] que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?”Dt. 10:12-13
Ciertamente la palabra de Dios fue para nuestro propio bien. Aunque experimenté que la palabra es verdadera, había algo que era difícil de practicar: ¡la predicación! Me conmovió ver a los miembros dedicándose a la obra del evangelio, deseando guiar al cielo a los que deambulaban en el mundo, como yo lo había estado, pero me resultaba muy difícil predicar. Sin embargo, no podía quedarme atrás, sin hacer nada. Seguía a los miembros, pero no podía decir nada. Temía encontrarme con mis conocidos o que me preguntaran cosas que no pudiera responder.
Pensé que debía hacer algo al respecto. Cada vez que tenía un momento para sentarme, abría los libros de la predicación del sermón y los leía una y otra vez. Cuanto más repetía, más seguro me sentía de la verdad. Mi mentalidad cambió en cierto momento.
“¡No estoy cometiendo un crimen! ¡Estoy predicando la preciosa palabra de Dios! ¿Por qué tengo miedo? ¿Por qué tengo dudas?”
Hice todo lo posible por entregar la palabra de Dios, tanto como sabía. No era elocuente, pero los miembros perdidos de nuestra familia celestial reconocían el valor de la verdad. Un día, un miembro que no podía comunicarse con un chino me llamó para pedir ayuda. Recibió la verdad de inmediato después de escuchar las buenas nuevas por teléfono un largo rato. Cada vez que veía un alma arrepentirse ante Dios y nacer de nuevo, me emocionaba como si viera un milagro como la división del Mar Rojo. La alegría y sentimiento de ser recompensado, que nunca había sentido en ningún trabajo en el mundo, continuó todos los días.
No había visto crecer a mi único hijo mientras estaba lejos. Era un padre que no sabía lo que su hijo quería o necesitaba, aun después de estar juntos. Pensé que crecería naturalmente si tomaba todas las comidas y se acostaba cuando tuviera sueño, pero no era así como crecía un niño. Desde el momento en que abría los ojos por la mañana hasta que se iba a la cama en la noche, necesitaba amor y cuidado constante de su madre en todo. No era solo por un día o dos; era cada día hasta que creciera.
Viendo esto, comprendí que la enseñanza de la Biblia: “Deben tener amor en ustedes”, significa que debemos tener el corazón de la Madre. Orar con lágrimas arrodillándonos por los que no escuchan la palabra de Dios, predicar llueva o nieve para que abran sus corazones y entiendan cómo se puede salvar un alma, y esperar que entiendan los dolores desgarradores de la Madre, todo esto debe de ser la forma de practicar el amor, el deber de la familia celestial y la dirección de nuestra vida.
A veces me pregunto qué debería hacer si no me quedara mucho tiempo en este mundo. Estoy contento y agradecido de seguir el camino de la Madre al menos ahora. Si en el futuro alguien me pregunta sobre mi vida, quisiera decir: “Me di cuenta un poco tarde, pero gracias a eso, pude amar con más devoción”. Realmente anhelo una vida así.
Padre y Madre, gracias por permitirme saber qué es el amor, por qué doy sinceras gracias y qué felicidad debo perseguir. Como su hijo, me dedicaré a la santa misión de salvar un alma, para que no sea en vano su sacrificio y su gracia de esperar mucho tiempo para salvarme. ¡Por favor conceda a este hijo imperfecto el poder del Espíritu Santo!