Dando amor en una fiambrera

Lee Si-won, desde Seúl, Corea

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Soy joven, un joven como el rocío del alba lleno de energía. Pero esto a veces me avergüenza y me siento apenado con la gente que me rodea. En casa, solo como en la mesa que mi mamá prepara, y en Sion, los miembros mayores cuidan de mí. La Madre dice que dar amor a los demás tiene más bendiciones que recibir amor de los demás. Sin embargo, estaba acostumbrado a recibir y por eso me sentía avergonzado.

En todo momento, quería compartir con muchos el amor que había recibido más de lo que merecía. En marzo pasado, finalmente tuve una oportunidad. Los jóvenes de mi Sion organizaron el equipo de servicio voluntario Wow Mom y planearon hacer fiambreras generosas para dieciocho ancianos que viven solos.

Primero, necesitábamos decidir qué cocinar. Juntamos e intercambiamos ideas, y decidimos cocinar calabacines fritos, raíces de deodeok sazonadas con pasta de pimiento rojo, y sopa de soja con bolsa de pastor. Estos son platos coreanos que a los ancianos les gustarían. Hasta decidir qué platillos preparar, estuvimos muy emocionados.

Cuando estábamos a punto de cocinarlos, sin embargo, nos preocupamos: no sabíamos cómo cortar y lavar los ingredientes, qué clase de condimento debía añadirse ni cuánto, y si se adecuaría al gusto de los ancianos. Como ninguno de nosotros había cocinado raíces de deodeok, cuyo nombre en sí ya suena difícil, era más preocupante.

Después de orar a Dios para que nos ayudara a que nuestros esfuerzos tuvieran éxito, fuimos al mercado. Pedimos algunos consejos a otros miembros, navegamos por Internet buscando buenas recetas, y finalmente terminamos de cocinar. Como empacamos las fiambreras con arroz cocido y guarniciones en una presentación apetitosa y las envolvimos, nos sentimos muy aliviados.

Al final, llevamos las fiambreras y visitamos a los ancianos. Apenas abrimos la puerta y entramos en la primera casa, una anciana derramó lágrimas, tomando nuestras manos con sus manos ásperas y agrietadas. Parecía haber extrañado más a las personas que una fiambrera. ¡Qué sola debe de haber estado! Esta idea me impactó y brotaron lágrimas de mis ojos.

Muchos de los ancianos que visitamos han llevado una vida dura. Una anciana fue abandonada por su familia política porque no podía tener hijos. Desde entonces, ha tenido que vivir sola durante décadas. Otro anciano estaba atravesando dificultades debido a que tenía un problema con sus piernas y no podía moverse. Se me partió el corazón. Una anciana había criado sola a sus cuatro hijos después de la muerte de su esposo, pero no había escuchado mucho de ellos en estos días; ella dijo que cuando caminaba hacia el mercado, deseaba comprar alimentos y preparar comida, pero no podía porque había olvidado cómo cocinar debido a su edad.

Al hablar con ellos, recordé a mis padres y mi inmadurez; no había hecho nada por ellos aunque yo siempre había recibido de ellos, e hice lo mismo con mis Padres espirituales. Reflexioné en mi pasado para ver si solo había disfrutado del amor de Dios esforzándome poco por predicar su amor con la excusa de estar ocupado.

Ofrecí un regalo pequeño a los ancianos pero pude recibir un entendimiento aún mayor. Estaba muy agradecido. Ahora estoy planeando agradar al Padre y a la Madre celestiales detalladamente. Amaré a las personas que me rodean hasta con cosas pequeñas, teniendo el cálido corazón de la Madre.