La preocupación que tuve por diecinueve años se ha convertido en un gozo que no puedo contener
Seo Mi-gyeong, desde Seúl, Corea
“[…] aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.” Jn. 16:20-21
“La tristeza se convierte en gozo”, “el dolor de dar a luz es enorme, pero cuando el niño nace, ya no se acuerda de la angustia por el gozo”. Estos son los versículos que me gustan y leo a menudo. Experimenté el poder de estas palabras a través de mi madre que renació como hija de Dios Elohim diecinueve años después de escuchar la verdad por primera vez.
Mi mamá era tan apasionada en su fe que incluso era líder de un grupo de predicadoras en una iglesia protestante. Mi tío, que no conocía a Dios, se convirtió en pastor porque ella le predicó. Pero después, se sintió decepcionada de la iglesia y se convirtió al budismo. Antes de ello, era más apasionada que cualquiera.
Solía tener ideas fijas sobre la Iglesia de Dios con su propio conocimiento bíblico, pero después de participar en eventos para la familia que se realizaron en el Instituto de Formación Go&Come de Okcheon justo después de mi matrimonio, recibió la bendición de una nueva vida. Fue un gran milagro, pero el milagro parecía haberse detenido allí; mi suegra, que aceptó la verdad junto con mi mamá, se convirtió en obrera del evangelio; pero mi mamá no asistía a Sion.
Mi mamá nunca cambió de parecer, pero alrededor de la Pascua del año pasado decidió guardar los mandamientos de Dios. Un día, me quejé de algo ante ella, lo cual tuvo un rol decisivo en el cambio de su mentalidad.
“Cuando alguien me pregunta si mi familia también viene a la iglesia, tengo que decir que nadie en mi familia viene conmigo. Eso me entristece.”
Mis palabras se grabaron en su mente. Dijo que había tomado una decisión, pensando: “No sé lo que sucederá con mi alma, pero tengo que ir a la Iglesia de Dios con mi hija”. Ella vino a la iglesia solo por consideración hacia mí, así que su fe no era firme a pesar de guardar los cultos. No decía “amén” ni podía creer en Jesús en su segunda venida en su corazón. No obstante, el refrán: “Muchos pocos hacen un mucho”, estaba en lo correcto. A medida que guardaba los cultos, aceptó a Cristo Ahnsahnghong —quien había traído el vino añejo de la Pascua— como el Salvador de esta época según la profecía de Isaías 25.
La fe se arraigó en su corazón y comenzó a crecer con rapidez. Mi mamá comprendió el amor y el sacrificio del Padre y la Madre celestiales en lo profundo de su corazón, y experimentó el gozo de creer en Dios.
Un día, alguien en su centro laboral preguntó: “¿Por qué tenemos que creer en Dios?”, a los cristianos que se reunían allí. Nadie pudo contestar, pero mi mamá le explicó:
“Todos incluyendo nuestra familia y amigos nos dejan cuando no les agradamos, pero Dios no. Él es fidedigno. Dado que Dios me ama hasta el final, siento confianza y felicidad en todo lo que hago.”
Como lo dijo con una fe segura, todos asintieron. Al escuchar lo que dijo, sentí una vez más que soy una persona feliz de ser amada por Dios.
Jactarse del Padre y la Madre celestiales ante quienquiera que conozca y guiarlos a Sion, se ha convertido en su placer. Las fragancias de Sion sobre las personas que guio, abundan: una de sus colegas iba a la iglesia porque su sed espiritual no se sació incluso después de leer la Biblia setenta veces, pero solo fue herida allí y finalmente fue guiada a la verdad; una de sus conocidas abrió su corazón a través de las constantes visitas de mi mamá a pesar de la larga distancia, etc.
Cuando veo a mi mamá decir: “Estoy contenta de ser hija del Padre y la Madre celestiales”, y alabarlos dichosamente con cánticos nuevos, se siente como un sueño. Siempre había orado a Dios para que mi mamá creyera en Dios Elohim al cien por ciento, amara a Dios al cien por ciento, y se convirtiera en obrera del evangelio. Dios escuchó todas mis oraciones y concedió mi deseo.
Padre y Madre celestiales, realmente les agradezco por convertir mis preocupaciones en un gozo que no puedo contener. Oro con sinceridad una vez más para que me permitan entrar en el reino de los cielos con mi mamá.