La bella obra del evangelio en La Paz

Liliam Martínez Molina, desde Tijuana, México

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Los miembros de Tijuana y yo habíamos deseado ansiosamente participar en una misión de corto plazo. Dios conocía nuestro corazón y abrió el camino para predicar en La Paz. Estuvimos muy felices de escuchar esa noticia. El fervor brotó en todos nosotros al pensar que estábamos participando en la gran obra de Dios a través de la misión de corto plazo.

Tijuana se encuentra en el extremo norte de Baja California y limita con los Estados Unidos, y aparece La Paz cuando continúa hacia el extremo sur de la península de Baja California desde Tijuana. Después de conducir dieciocho horas sin parar, llegamos a la hermosa ciudad de La Paz.

El primer día del viaje misionero, la gente se asombraba y recibía la verdad cálidamente; sin embargo, nadie recibió una nueva vida. Mi corazón se sentía lleno de anhelo porque no tenía frutos, aunque había predicado muchas horas. Cuando me había puesto muy ansioso, una señora se acercó a la hermana Lía y a mí. Cuando escuchó acerca de Dios Madre y de la verdad de la Pascua, aceptó la bendición de la salvación sin dudar. El equipo misionero y los miembros locales estaban emocionados.

Al día siguiente, los hermanos y las hermanas estábamos muy ansiosos de seguir predicando el evangelio al ver que mucha gente estaba interesada en escuchar la palabra de Dios. En La Paz, el calor era extremo, pero a pesar de las adversidades, nada nos detenía para seguir con la voluntad de Dios que se nos había encomendado.

En menos de una semana, treinta y ocho hermosas almas recibieron una nueva vida. En el culto del Tercer Día, la iglesia estaba tan llena que no quedaba espacio, y el milagro de la nueva vida continuaba. Fue un hermoso milagro.

Los nuevos miembros se conmovieron hasta las lágrimas de felicidad, escuchando el sermón del culto del Tercer Día. Al ver a muchos miembros nuevos llenos de alegría a través del agua de la vida que Dios Elohim concedió, yo también recibí mucha gracia. Los hermanos y hermanas intentaron recorrer el camino de la fe según las enseñanzas de Dios; fue magnífico ver que se cumplía la profecía de la Biblia, que solo conocía en sentido literal. Llegué a pensar que todos deben de ser hijos de Dios.

A la hora de despedirnos de los miembros de La Paz, sorprendentemente una hermana que recién había recibido la verdad, dijo: “Encontraremos a nuestros hermanos perdidos en La Paz rápidamente’’. Fue realmente asombroso ver cómo Dios Elohim estableció rápido a los grandes guerreros del evangelio y fortaleció la Sion de La Paz. Estábamos muy felices de poder cumplir la voluntad de Dios predicando en La Paz. Cuando nos separamos de los hermanos de La Paz, pude comprender un poco el dolor de la Madre celestial, que tuvo que separarse de sus hijos.

Damos gracias al Padre y a la Madre celestiales por permitirnos la bendición de predicar este hermoso evangelio en la ciudad de La Paz. No tenemos palabras para describir nuestra gratitud por permitirnos predicar hasta lo último de la tierra. Padre y Madre, por favor bendigan a tantas almas en México para que vengan a Dios y se conviertan en grandes obreros del evangelio.