Las palabras que hicieron cambiar el corazón de Naamán

2 Reyes 5:1-14

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Naamán, general del ejército del rey de Siria, que tenía lepra, llegó a las puertas de la casa del profeta Eliseo. Vino para ser curado de la lepra. Sin embargo, Eliseo no salió a Naamán sino que le envió un mensajero, diciendo:

“Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.”

Naamán se fue enojado porque pensaba que el profeta de Dios invocaría el nombre de Dios, y alzaría su mano y tocaría el lugar, y sanaría la lepra.

No pudo tolerar lavarse en el sucio río Jordán habiendo otros ríos limpios. Pero los pensamientos de sus criados eran diferentes:

“Si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? Por favor, no te enojes; ¿más bien no sería mejor intentarlo?”

Por las palabras de los criados, Naamán cambió su corazón e hizo lo que el profeta de Dios le había dicho, y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.

Eliseo ni siquiera se presentó delante del general del ejército de un reino, y le dio el tratamiento de lavarse en un río sucio. Con el orgullo herido al ser tratado impropiamente para su posición social, Naamán se quejó severamente. Sin embargo, por las palabras de sus siervos que interpretaron la situación positivamente, cambió de opinión y pudo ser curado de la lepra. ¿Qué habría pasado si los criados hubieran asentido a las palabras de su amo enojado, para congraciarse con él? Naamán habría regresado sin ninguna recompensa después de haber recorrido una gran distancia, y habría padecido la enfermedad toda su vida.

Nunca debemos dudar por las palabras y obras negativas de los que nos rodean, sino más bien buscar lo que es digno de gratitud y despertarlos con palabras. Esta es una de las importantes misiones encomendadas a los hijos celestiales. Tengamos en cuenta que las palabras pueden matar o salvar una vida.