Estén conscientes de Dios

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Pienso que cada uno de ustedes hace muchos planes cada vez que llega un nuevo mes o un nuevo año. Para hacer que todos los planes se hagan realidad, debemos confiar en Dios y no en nuestras propias habilidades, puesto que nosotros podemos hacer planes, pero es Dios quien los realiza. Podemos estar seguros de ello a través de la Biblia y de nuestra vida.

Piensen en la raíz cuando vean el fruto

Cuando las personas ven un árbol que ha dado muchos frutos, tienden a poner atención al fruto y a las ramas, que se pueden ver, pero no se percatan del rol y la mediación de la raíz que no se ve. Al observar un árbol, debemos considerar no solo su fruto y sus ramas, sino también la raíz que proporciona agua y alimentos hasta que el árbol produzca buenos frutos. Ningún árbol puede mantener la vida o llevar fruto sin raíz, por más fuertes que sean sus ramas.

Lo mismo pasa al llevar frutos del evangelio. A veces no estamos conscientes del poder y la ayuda invisibles de Dios, y solo nos damos cuenta de nosotros mismos como visibles ramas que llevan fruto. Lograr algo o no, depende totalmente de Dios, y no de nuestras habilidades y sabiduría. Por eso, debemos pensar primero en Dios, siempre y en todo. Y debemos comprender que Dios gobierna el mundo y guía a todas las personas y naciones. Cuando lo comprendamos, podremos cumplir todos nuestros planes para el evangelio y lograr el objetivo que hayamos establecido.

Ahora, es tiempo de hacer una introspección y de arrepentirnos, por medio del caso del rey Nabucodonosor, descrito en el libro de Daniel.

El sueño de Nabucodonosor

En Daniel 2, el rey Nabucodonosor tuvo un sueño sobre asuntos serios que acontecerían al mundo. Y en Daniel 4, tuvo otro terrible sueño, que trataba de lo que le sucedería a él. En su sueño, vio un árbol; crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo. Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo. Y luego vio a un santo que descendía del cielo y clamaba fuertemente: “Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas. Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, hasta que pasen sobre él siete tiempos”.

Los sabios, adivinos y hechiceros de Babilonia no pudieron interpretar el sueño del rey; por eso, Nabucodonosor llamó a Daniel y le dijo que lo interpretara (Dn. 4:4-19). La interpretación fue esta:

『tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra. Y en cuanto a lo que vio el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo y decía: Cortad el árbol y destruidlo; mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias del campo sea su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos; esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey: Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere. Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, luego que reconozcas que el cielo gobierna.』Dn. 4:20-27

Nosotros creemos en Dios, pero a veces no estamos conscientes de su decisión, pues la raíz es invisible siempre, mientras que sus ramas y sus frutos son visibles.

Daniel dijo al rey que su reino le sería restaurado cuando reconociera que Dios gobernaba, así como la raíz, aunque invisible, provee alimentos. El punto principal de las visiones que Dios mostró al rey Nabucodonosor, era que Dios gobernaba sobre el mundo entero, que él ponía y deponía reyes, y fortalecía y debilitaba reinos.

La gracia de Dios se apartó de él cuando pensó que lo había hecho por sí mismo

El rey Nabucodonosor llegó a olvidar lo que había oído. Un año después, observaba la ciudad capital de Babilonia mientras paseaba en el palacio real. Entonces se puso arrogante y pensó: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué con la fuerza de mi poder y mi autoridad?” Desde entonces, comenzó a caer.

『Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti […]. En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves. Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, […] y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui establecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.』Dn. 4:28-37

En cuanto el rey Nabucodonosor pensó: “Lo hice por mí mismo”, toda su sabiduría pereció y a cambio le fue dada la mente de un animal, y fue echado de su trono. Después de vivir siete años como un animal, comprendió lo débiles que son los hombres, y comenzó a pensar en Dios.

“Si yo no puedo controlarme ni a mí mismo, ¿cómo puedo atreverme a decir que yo mismo construí esta gran ciudad de Babilonia? Todo ha sido hecho por Dios.” Cuando él comprendió esto, su mentalidad dejó de ser la de un animal, y su sabiduría y entendimiento perdidos, regresaron a él; y fue restaurado en su trono y volvió a administrar los asuntos del reino.

“Yo mismo lo hice.” Este pensamiento es muy peligroso. Si ustedes se sienten orgullosos de sí mismos, deben comprender que se trata de la flecha ardiente de Satanás que penetra en sus corazones. En el momento en que el rey Nabucodonosor pensó “yo mismo lo hice”, toda su sabiduría pereció y él recibió la mente de un animal, y vivió como un animal. De la misma manera, si nosotros olvidamos a Dios y pensamos: “Yo mismo lo hice”, tendremos la mentalidad de un animal. No debemos olvidar a Dios, para que no tengamos el corazón de un animal.

Es muy bueno que sintamos orgullo de la verdad; sin embargo, no debemos engreírnos. No es debido a nuestras habilidades que hemos encontrado a nuestros hermanos perdidos; cuando les predicamos la palabra, nosotros mismos no podemos conmoverlos; y como hemos confiado completamente en Dios, él nos ha ayudado a encontrarlos. Nosotros somos débiles, y no podemos cuidar nuestra alma nosotros mismos.

Dios no necesita ninguna persona excelente que cumpla sus obras. Él pudo escoger a cualquier otro en lugar de Nabucodonosor como rey de Babilonia para cumplir su propósito. Cuando Judas Iscariote cayó y dejó a los doce apóstoles, ¿acaso no fue ocupado su lugar por otro discípulo llamado Matías? (Hch. 1:15-26). Dios no nos ha escogido de entre seis mil millones de personas porque no haya otros en el mundo excepto nosotros. Si alguno de los 144 mil cae, su lugar es ocupado por otra persona.

Dios reina sobre todo; él nos gobierna a nosotros, nuestra casa y la iglesia. Cuando lo comprendamos, nosotros, nuestra familia y la iglesia podremos estar en perfecto orden. Después que el rey Nabucodonosor lo reconoció, su reino le fue asegurado. Dios dijo: “El pequeño vendrá a ser mil, el menor, un pueblo fuerte” (Is. 60:22). Aunque somos débiles y pequeños, creemos que la profecía se cumplirá, porque confiamos en Dios.

Moisés perdió Canaán cuando pensó “yo mismo lo hice”

En el Antiguo Testamento, Moisés es descrito como el gran profeta que sacó a los israelitas de Egipto. Pero realmente él mismo no pudo entrar en Canaán, aun teniéndola a la mano. Esto se debió a que pensó: “Yo mismo lo hice”, y dejó que esta palabra saliera de su boca, igual que el rey Nabucodonosor.

『Y porque no había agua para la congregación, se juntaron contra Moisés y Aarón. Y habló el pueblo contra Moisés, diciendo: ¡Ojalá hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante de Jehová! ¿Por qué hiciste venir la congregación de Jehová a este desierto, para que muramos nosotros y nuestras bestias? […] Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias. […] Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.』Nm. 20:2-13

Como no había agua, los israelitas se quejaron contra Moisés y contra Aarón. Entonces Moisés, que había oído sus quejas durante 40 años, no pudo soportarlo más y se enfureció, y cometió el error más grande en su vida de la fe, diciendo: “¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?”

Fue Dios quien pudo darles agua, pero Moisés habló como si él y su hermano Aarón se la hubieran dado. Por eso Dios reprendió a Moisés, que había estado cerca de él 40 años. El rey Nabucodonosor lo perdió todo, su gloria y su autoridad, y vivió como los animales al olvidar que Dios trabajaba. Nosotros podemos traer esa desgracia sobre nosotros mismos si pensamos: “Yo mismo lo hice”. Por esta razón, Dios nos advierte severamente sobre este pensamiento. Después de todo, Moisés y Aarón no pudieron entrar en Canaán y murieron en el desierto.

『Jehová dijo a Moisés: Sube a este monte Abarim, y verás la tierra que he dado a los hijos de Israel. Y después que la hayas visto, tú también serás reunido a tu pueblo, como fue reunido tu hermano Aarón. Pues fuisteis rebeldes a mi mandato en el desierto de Zin, en la rencilla de la congregación, no santificándome en las aguas a ojos de ellos. Estas son las aguas de la rencilla de Cades en el desierto de Zin.』Nm. 27:12-14

Olvidando a Dios, dijeron: “Yo mismo lo hice”. Y esa fue la razón por la que descalificaron para entrar en la tierra de Canaán. Esta debe ser una advertencia para nosotros, que queremos entrar en la Canaán celestial.

En los días de Moisés o del rey Nabucodonosor, no había ningún hecho histórico que los previniera o instruyera; pero ahora podemos ver muchos ejemplos en la Biblia, que son advertencias para nosotros. La gracia de Dios abandonó al rey Nabucodonosor cuando dijo “yo mismo lo hice”. Moisés no pudo entrar en Canaán cuando dijo: “Os daremos agua”. Estas cosas se escribieron como advertencias e instrucciones para los que vivimos en esta época.

Glorifiquen solo a Dios

Esta tierra es como un crisol en el que Dios entrena y refina a su sacerdocio real. Reuniendo todas las épocas, la historia, las ataduras y las circunstancias en torno a nosotros, hagamos una introspección. Así podremos entender que Dios, que conoce nuestra debilidad, nos ha provisto de las circunstancias más adecuadas para cada uno de nosotros, y que nos ha guiado por todo tipo de caminos para bendecirnos al final.

Por eso, debemos pedir a Dios en oración que esté siempre con nosotros. Él ha escogido a estos pequeños y débiles, y nos ha puesto en diversas circunstancias a fin de refinarnos y purificarnos. Recordando esto, debemos estar siempre gozosos y dar gracias y glorificar a Dios en toda circunstancia.

『Escuchad y oíd; no os envanezcáis, pues Jehová ha hablado. Dad gloria a Jehová Dios vuestro, antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad, y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas. Mas si no oyereis esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia; y llorando amargamente se desharán mis ojos en lágrimas, porque el rebaño de Jehová fue hecho cautivo.』Jer. 13:15-17

Dios se aflige y llora amargamente por los que perecen a causa de glorificarse a sí mismos. Debemos glorificar solo a Dios; él es quien cumple el evangelio. Nosotros somos llamados por él como obreros del evangelio; debemos obedecerlo, sabiendo que su mandamiento conduce a la vida eterna.

Dios gobierna el universo entero. ¿Por qué Dios, el Ser Absoluto, nos manda a nosotros que no somos nada, que lo glorifiquemos? Para nuestro propio beneficio. La soberbia se presenta antes de la destrucción. El reino de los cielos es solo para los humildes que glorifican a Dios.

Sea pequeño o grande lo que hagamos, debemos comprender que se cumple por el poder de Dios, y glorificarlo. Mediante los Salmos, vemos a nuestro antepasado David alabando y glorificando a Dios todo el tiempo.

Un hombre en busca del corazón de Dios

『Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.』Sal. 121:1-2

『No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad. […] Los que teméis a Jehová, confiad en Jehová; él es vuestra ayuda y vuestro escudo. Jehová se acordó de nosotros; nos bendecirá; bendecirá a la casa de Israel; bendecirá a la casa de Aarón. Bendecirá a los que temen a Jehová, a pequeños y a grandes […]; pero nosotros bendeciremos a Jah desde ahora y para siempre. Aleluya.』Sal. 115:1-18

Dios amó a David porque vio su corazón. David estaba siempre consciente de Dios, confiaba en él y lo glorificaba solo a él; por este motivo, pudo vencer en toda batalla, siendo aprobado por Dios como hombre en busca del corazón de Dios.

Así como David, cuando nosotros recordemos siempre a Dios y lo glorifiquemos solo a él, podremos ser más fuertes y exaltados sobre las naciones, y la luz de la verdad que predicamos brillará mucho más.

Podríamos ensoberbecernos inconscientemente, pues bien podemos pensar que llevamos frutos por nuestra capacidad y que tenemos ciertos deberes porque somos superiores. Este es el corazón orgulloso que el rey Nabucodonosor y Moisés tuvieron. Sin embargo, si estamos siempre gozosos y damos gracias a Dios por habernos escogido como su pueblo santo, nunca nos ensoberbeceremos.

Nada podemos hacer sin Dios. Él es nuestra luz. Sin luz no podemos ver aunque tengamos ojos, y no podemos caminar derecho aunque tengamos pies.

Cuando estemos conscientes de Dios, nuestra fe crecerá y la luz de las verdades del nuevo pacto brillará con más fuerza, para que nuestra familia espiritual (nuestros hermanos y hermanas) esté más unida en amor y verdad. Si estamos conscientes de nosotros mismos, Dios no permanecerá más en nosotros y no podremos ser uno; cada uno de nosotros permanecerá como un simple miembro de los 144 mil.

La Biblia nos enseña que nos hacemos más fuertes cuando comprendemos que Dios gobierna sobre todas las cosas. Estemos conscientes de Dios siempre y hagamos que la obra del evangelio se cumpla en la gracia de nuestro Padre y nuestra Madre.