Dios ha venido a esta tierra para buscar y salvar a los que se perdieron del cielo; Él no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento y la salvación. Por eso, Dios ha dicho a sus amados hijos que prediquen las buenas nuevas del evangelio al mundo entero, para que todas las personas tengan una oportunidad de salvación.
Los miembros de la familia de Sion de todo el mundo hicieron una resolución de predicar la palabra de Dios a toda la humanidad en obediencia a la santa voluntad de Dios, y han estado trabajando duro y juntos con un solo corazón. Por supuesto, no es fácil predicar el evangelio a todas las personas del mundo. En ese proceso, se entrelazarán varias historias y numerosos problemas difíciles y complicados. Sin embargo, la solución es inesperadamente simple.
Probablemente hayan escuchado la historia del nudo gordiano. En Gordio, capital de Frigia, estaba el carro de Gordio, el cual estaba atado a un poste con un nudo extremadamente complicado. De acuerdo con una antigua profecía, aquel que desatara este nudo conquistaría Asia. Así que muchas personas trataron de desatar el nudo, pero todos fracasaron.
Alejandro Magno escuchó esta historia mientras atravesaba la región, y fue a ver el carro. Cuando llegó allí, vio que el nudo estaba atado de una manera tan complicada e intrincada que nadie podía desatarlo. Entonces Alejandro desenvainó su espada y desbarató el nudo; él cortó el nudo por completo con un solo golpe de su espada. Fiel a la profecía, más tarde se convirtió en el gobernante de Asia.
Este legendario nudo gordiano se utiliza a menudo como metáfora para un problema intrincado y sin solución. Al predicar el evangelio, cada iglesia o individuo podría también encontrar muchos problemas intrincados y complicados. Sin embargo, podemos resolverlos enseguida si desplegamos el mismo ingenio que Alejandro Magno. Cuando nos encontramos con un nudo que nunca se puede desatar extrayendo cada una de las hebras de él, la única manera de desatarlo es cortándolo. Todas las hebras del nudo al final serán desenredadas por los hijos de Dios, los protagonistas de la profecía.
“Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. […]” 2 Co 7:9-11
La tristeza del mundo produce muerte, pero la tristeza que es según Dios produce un resultado sorprendente: la salvación. Desenvainemos la espada del Espíritu Santo y desbaratemos con un solo golpe todas nuestras preocupaciones y tristezas mundanas. Solo cuando hagamos la voluntad de Dios, podremos lograr la salvación.
Si creemos y confiamos solo en Dios, también podremos desenvainar la espada para cortar el nudo. Por el contrario, si solo nos aferramos a extraer cada una de las hebras del nudo, nunca podremos desatarlo; este solo se hará más ajustado y crearemos otro nudo.
Cuando los doce espías regresaron de reconocer la tierra de Canaán, diez de ellos fueron atados en un nudo de pensamientos complicados. A pesar de tener el objetivo de conquistar Jericó, no tenían idea de cómo ganar, sin importar cuánto pensaran en ello. Jericó tenía murallas altas y fuertes, y la gente que vivía allí era de gran estatura y tenían muchas armas. Teniendo en cuenta todas estas cosas, los diez espías sintieron profundamente que eran incompetentes. Mientras más trataban de desatar el nudo con sus propios pensamientos, más ajustado se volvía; esto produjo otro nudo que nunca sería desatado.
Los que solo seguían preocupándose fueron atrapados en pensamientos negativos y murmuraron de todo. Sin embargo, Josué y Caleb eran diferentes. Ellos dijeron: “Los comeremos como pan. Dios está con nosotros”.
Como resultado, los israelitas tuvieron que pasar cuarenta años en el desierto, hasta que todos los murmuradores —excepto Josué y Caleb— perecieron. Luego, al final, llegaron frente a Jericó, la primera ciudad de Canaán. Se encontraron con la misma situación de nuevo, y se dijeron a sí mismos: “¿Cómo podremos conquistar la ciudad fortificada?”, “¿Cómo podremos derrotar a todos los fuertes enemigos?”. Entonces Josué, su líder, los animó a tener fe de nuevo, diciendo: “No se preocupen. ¡Dios está con nosotros! Si obedecemos la palabra de Dios, Él ciertamente nos permitirá vencer a Jericó”.
Josué no se preocupaba por cómo conquistar Jericó, ni planeó su propia estrategia o tácticas de batalla. Todo lo que hizo fue confiar únicamente en Dios y llevar a cabo su palabra. Como Dios dijo: “Marchen alrededor de la ciudad siete veces”, Josué y el pueblo marcharon alrededor de ella siete veces, y como Dios dijo: “¡Griten!”, ellos gritaron. Si Josué hubiera intentado resolver el problema con sus propias estrategias, la ciudad de Jericó habría seguido siendo una fortaleza inexpugnable. Sin embargo, como hizo lo que Dios le había dicho, el nudo se desató muy fácilmente.
La Madre celestial ha dicho que somos “los que tienen la misión de Josué”. Con el fin de predicar el evangelio a todas las personas del mundo, necesitamos la misma fe que tuvo Josué.
“el cual [Dios] quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” 1 Ti 2:4
Dado que Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad, debemos hacerles saber la verdad. Es por eso que todos nosotros estamos ahora llevando a cabo el movimiento de la evangelización mundial, levantándonos juntos y predicando las buenas nuevas de Dios en cada continente, país y región, de modo que la puerta de la salvación se abra para todos ellos.
Esto se hará sin falta porque Dios ha dicho que Él lo cumplirá, ¿verdad? Incluso a partir de hoy, si predicamos a todos, se cumplirá. Dios ya nos ha enseñado a sus hijos cómo debemos cortar el nudo de un solo golpe, en vez de intentar desatarlo.
El propósito de la venida de Dios a esta tierra es buscar y salvar lo que se había perdido. La razón por la que predicamos el evangelio es también para salvar al mundo, no solo simplemente para hacerles saber la verdad. Para esto, debemos cortar rotundamente las preocupaciones y ansiedades que se enredan como una madeja frente a nosotros, y obedecer lo que Dios dice.
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. […] Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. […] Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Entonces él le dijo: Mal siervo, […] Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.” Lc 19:10-26
Los siervos que ganaron diez y cinco minas más, respectivamente, eran los que sabían cómo desatar el nudo de preocupaciones fácilmente. Fueron enseguida, negociaron de acuerdo con el mandato de su señor y produjeron muchas minas. En la parábola, negociar significa predicar el evangelio. Esto significa que muchas almas alcanzaban la salvación por medio de los que predicaban el evangelio.
Un siervo descuidó el negocio e hizo muchos nudos de miedo y preocupación, mientras que los otros siervos trabajaron duro obedeciendo las palabras de su señor. “¿Qué debo hacer? ¿Cómo debo hacerlo? ¿De qué manera?”. Como resultado de haber hecho muchos nudos de sus propios pensamientos, no hizo nada, y solo siguió preocupándose, y así recibió el día en que su señor regresó. Finalmente, fue etiquetado como un siervo malo y lamentablemente se le quitó incluso la mina que tenía.
En lugar de simplemente preocuparnos como el siervo que escondió una mina, prediquemos el evangelio diligentemente según el mandamiento de Dios incluso desde hoy, como los siervos que pusieron en práctica las palabras de su señor inmediatamente. Una vez que comiencen, será más fácil. Dios ciertamente retribuirá con una gran bendición a los que pongan en práctica sus palabras.
Había una vez unos niños que jugaban juntos y uno de ellos cayó a un gran cántaro lleno de agua. Entre ellos, un niño corrió hacia los adultos de su aldea en busca de ayuda, y otro solo siguió pateando sin saber qué hacer. Luego, otro niño avanzó cierta distancia y recogió un pedazo de una piedra pesada. Entonces corrió de regreso y rompió el cántaro con esto.
Los otros niños también querían salvar al niño, pero ignoraron un hecho muy simple: el niño podía vivir si sacaban el agua del cántaro. La manera de salvar al niño era romper el cántaro con una piedra. El niño que corrió a la aldea para hacer saber el hecho a los adultos no habría evitado que el niño muriera antes de que estos llegaran. El niño que solo seguía golpeando con los pies no le dio ninguna ayuda. Solo el que pensó en salvar al niño que se ahogaba rompió el cántaro y lo rescató.
Es igual para nosotros. Si solo pensamos en salvar a la gente, podemos tener sabiduría como la del que tomó un pedazo de piedra pesada para rescatar rápidamente al niño de ahogarse en el cántaro. Es importante poner en práctica en lugar de solo preocuparnos por cómo guiar a toda la humanidad a la salvación y discutir varios métodos. Si solo nos concentramos en salvarlos predicando el evangelio diligentemente, Dios nos abrirá todos los caminos. Cuando prediquemos el evangelio fervientemente, esto servirá como la espada de Alejandro que fue utilizada para cortar de un solo golpe el complicado nudo, y como la piedra que fue usada para romper el cántaro para salvar al niño.
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mt 28:18-20
Cuando los israelitas conquistaron la ciudad de Jericó, Dios les había hablado de antemano; Él les había mandado rodear toda la ciudad una vez cada día y siete veces al séptimo día, y gritar, e incluso les había manifestado lo que pasaría, diciendo que los muros de Jericó se derrumbarían cuando gritaran. Igualmente, Dios nos ha enseñado claramente que la obra de la salvación se llevará a cabo en todo el mundo cuando bauticemos a las personas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que Él nos ha mandado.
Un resultado lleno de gracia ya está predestinado para lo que Dios planea y administra. Si confiamos en la manera de Dios y seguimos su voluntad, todo se cumplirá.
“[…] porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras.” Ro 10:11-18
Si predicamos las buenas nuevas del evangelio, estas palabras llegarán sin excepción hasta los fines de la tierra. Así como los muros de Jericó se derrumbaron cuando los israelitas gritaron juntos, la Babilonia espiritual también caerá cuando gritemos juntos. “Ellos tienen mayor número de miembros y poseen cierta autoridad eclesiástica; parecen más fuertes que nosotros. De este modo, difícilmente podremos derrotarlos”. Este es el mismo pensamiento que tenían los diez espías. Dios ha dicho que este evangelio será predicado en todo el mundo.
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras. […]” Sal 19:1-4
Dado que la Biblia ha profetizado esto, debemos creerlo, ¿no es así? Todo lo que tenemos que hacer como protagonistas de la profecía es poner en práctica lo que Dios ha dicho: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”.
Cuando los israelitas conquistaron Jericó, Dios les había enseñado cómo conquistarla. Ellos hicieron lo que Dios les había dicho y el resultado se cumplió de acuerdo con su palabra. Del mismo modo, debemos poner en práctica las palabras que Dios nos ha dado, para destruir la gran ciudad de Babilonia. Satanás está tratando desesperadamente de crear todo tipo de obstáculos para impedir que la gente escuche las buenas nuevas del evangelio. Sin embargo, cuando Dios rompió los muros de Jericó, se derrumbaron sin importar lo altos que eran, ¿no es verdad?
Día a día, el evangelio se predica a más y más personas. No importa lo mucho que Satanás trate de detenernos, Dios abre el camino para nosotros. Por lo tanto, debemos anunciar fervientemente a la gente las nuevas de que el Padre y la Madre celestiales han venido a esta tierra, y también enseñarles que deben ser bautizados en el nombre nuevo de Jesús —en el nombre de Cristo Ahnsahnghong, que es el Salvador de esta época del Espíritu Santo— y hacer su voluntad.
Los que no creen en las palabras de Dios, sino que solamente se centran en la enorme ciudad de Jericó, se desaniman; no logran desatar el nudo, y solo hacen otro nudo más. Los protagonistas de la profecía para predicar el evangelio en todo el mundo conquistando Asia, África y todos los demás continentes a través del evangelio no son los que crean otro nudo, sino los que cortan el nudo inmediatamente con fe.
Dondequiera que estemos, debemos predicar el evangelio diligentemente en obediencia a la voluntad de Dios. Este es un acto de cortar el nudo. Creo que si siempre nos esforzamos en predicar el evangelio a las numerosas personas que encontramos en nuestra vida diaria, por donde vayamos —estudiantes en su escuela, soldados en las fuerzas armadas y empleados en su trabajo—, Dios ciertamente nos retribuirá con la gracia de la salvación y también con preciosos frutos. Él quiere que todos sean salvos y lleguen al pleno conocimiento de la verdad. Por lo tanto, les pido seriamente a todos ustedes, hijos de Sion de todo el mundo, que se pongan la armadura del Espíritu Santo y sin falta completen la obra de la salvación de toda la humanidad, que es lo que el Padre y la Madre celestiales desean.